Editorial
Ver día anteriorMartes 6 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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AL: economía desacelerada
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e acuerdo con el informe anual emitido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dado a conocer ayer, la institución prevé para el año que empieza un crecimiento promedio de 2.2 por ciento para los países de América Latina y el Caribe, cifra sin duda mejor que el deplorable 1.3 por ciento de crecimiento económico experimentado en 2014 pero que está, de cualquier forma, muy lejos de resultar satisfactoria.

El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, enumeró entre las razones de la persistente desaceleración regional el fenómeno análogo que tiene lugar en el resto del mundo, la caída en los precios de las materias primas, los estrechos márgenes fiscales y, sobre todo, la baja productividad, factor que explica nuestro atraso relativo frente a otras partes del mundo.

Independientemente de las causas, los datos son por demás preocupantes si se considera que Venezuela está ya en recesión, a consecuencia del desplome de las cotizaciones del crudo –su principal fuente de divisas– en los mercados internacionales, y que Argentina y Brasil enfrentan intentos de desestabilización por parte de la es­peculación financiera internacional, como señaló el pasado fin de semana en Brasilia el ministro argentino de Economía, Axel Kicillof, quien denunció el desarrollo de una guerra sin armas, desde el terreno judicial y con objetivos políticos.

Para México el panorama no se presenta mejor que para las naciones sudamericanas que han dejado atrás el dogma neoliberal y que están hoy involucradas en procesos soberanistas e integracionistas con sentido social: mientras esos países experimentaron hasta 2012 un ciclo de elevadas tasas de crecimiento económico y efectuaron avances significativos contra la pobreza y la desigualdad, el nuestro continúa anclado en la aplicación de los postulados del llamado Consenso de Washington, sacrificando los intereses de las mayorías en beneficio de los capitales trasnacionales, desapareciendo la propiedad pública y abriendo el mercado interno a los cuatro vientos.

Adicionalmente, en tanto la mayor parte de los gobiernos de Sudamérica se comprometieron en un esfuerzo de integración regional en términos mínimamente equitativos, las sucesivas administraciones mexicanas han proseguido una integración asimétrica y desigual con Estados Unidos y Canadá, en la que la economía nacional ha llevado la peor parte.

Pero tanto en el caso de las naciones hermanas del sur del continente como en el de la nuestra, la desaceleración regional es una mala noticia porque sin tasas mayores de crecimiento económico resulta imposible abatir los rezagos sociales y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.

El incremento de la productividad, mencionado por el titular del BID como una de las razones de este mal pronóstico económico, puede lograrse de dos maneras: mediante la elevación de las condiciones de vida de la población, la educación, la capacitación y la mejora de los servicios y de las prestaciones, o bien mediante regímenes de explotación extrema, como ha sido el caso de los entornos maquiladores. Cabe esperar que las autoridades del subcontinente, incluidas las mexicanas, se decidan a enfrentar por la primera de esas vías el bache económico pronosticado para este año.