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Ricardo Yáñez
Guido/Güido
Lo conocí en su carriola, aunque antes en la portada de un disco, Los tres: sus padres, el cantautor José Luis Rochín y Alma Rocío Jiménez, voz sobre todo de ópera, no obstante su muy buen sentido de la lírica popular, y al centro él, la foto en blanco y negro. Para mí siempre ha sido Guido (si bien también se llama Augusto). De ahora en adelante, sin duda, se le conocerá a la italiana, como nombramos al padre de la notación musical. La frase “buen muchacho”, lo define, pero no le hace plena justicia, pues también tiene sus momentos de rebeldía, de enojo y de debraye. Mas aplicado es, y atento, y, quizá sobre todo, hombre de vocación. Sabía de su talento. Lo había oído tocar piano y guitarra y cantar algo entre rock y canción contemporánea. Hace apenas unos meses se me hizo escucharlo en la veta del bel canto. Gratamente sorprendido, lo celebré. Pero volvamos cierto tiempo atrás, diez, once años... José Luis, su padre, “se fue con las primeras lluvias de junio” y el ahora joven orgullo de Tepic concluyó algo como esto: “Quizá desde allá pueda cuidarme mejor.” |