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Andanzas

Recordando a Waldeen

D

e Waldeen Falkestein, de inolvidable recuerdo, Diego Rivera expresó: Debido a esa potencia poética acompañada de una cultura completa, desarrollada en la dirección más progresista y benéfica para los humanos, Waldeen ha podido dar décadas de su vida, su talento, conocimiento y belleza para enriquecer a México; paguémosle al menos con amor, admiración y respeto. Sin duda alguna, Waldeen es el punto de partida de los más importantes exponentes de la danza contemporánea mexicana.

Waldeen llega a México en una breve gira artística y obtiene un éxito arrollador. Autoridades mexicanas le piden quedarse en el país, al final de los años 30, para enseñar y desarrollar la danza moderna y contemporánea. Waldeen y su esposo, el director teatral de origen japonés Seki Sano, se quedan en el país. Ella en la danza, él en el teatro.

Maestros inolvidables, cada uno desarrolla sus ideas por su parte y marcan una época en la cultura escénica mexicana.

De Waldeen, piedra fundamental de la danza mexicana, David Alfaro Siqueiros expresó: “Sin duda alguna, Waldeen es el más importante pionero de una danza de raíz nacional en México. Su coreografía La coronela marca incuestionablemente el principio de un impulso de tal naturaleza”; entonces, ella era realmente el punto preciso de partida más importante de los más importantes exponentes de la danza mexicana, que durante décadas sus alumnos desarrollaron.

Waldeen murió en Cuernavaca, Morelos, donde se encontraba retirada, un 19 de agosto de 1993.

Poca gente la recuerda. La mayoría de quienes trabajaron con ella o tomaron sus clases ya han muerto, y su legado nacionalista, igual que el país, se ha ido empañando ante el brutal empuje de una cultura de televisión y consumismo que imponen otros caminos, que en el mejor de los casos revelan la desesperación de la humanidad por detener una pérdida insospechada de valores nacionales, como se aprecia desde cualquier punto.

Ana Sokolow, su rival, por definirla más claramente en la aportación y cambios suscitados a partir de su presencia en México en el terreno dancístico, trabajó esporádicamente con algunas bailarinas mexicanas llamadas las sokolovas, mientras Waldeen se la jugó por siempre, enseñando a otras jóvenes, llamadas las waldinas. Sin embargo, la ruta de huella profunda fueron las waldenas, y las sokolovas las del poder, pero fue Waldeen el punto de partida más importante para una danza que mostrara el espíritu de lucha indómita que aún reflejaba la Revolución Mexicana.

Lo demás podía verse en cualquier punto del globo terráqueo.

Fueron alumnas de Waldeen Amalia Hernández, Guillermina Bravo, Edmee de Moya, Dina Torregrosa, Josefina Lavalle, Ricardo Silva, Ana Mérida y otros.

A partir de Waldeen y su Coronela, con música de Silvestre Revueltas, estrenada en Bellas Artes en 1942, la danza mexicana tenía ya un rumbo propio. Waldeen usó el rebozo, el calzón blanco del indio y las cananas. Había todo por hacer. Y los bailarines mexicanos convertidos en coreógrafos siguieron por un largo tiempo sus huellas, hasta que el código grahamiano –succionado de Nueva York, año por año, inoculado en nuestras venas latinas, hasta los huesos en toda escuela y lugar– borró las ganas a nuestros artistas de continuar la línea nacionalista.

Hoy, levemente aparecen sus rastros en el mundo coreográfico nacional. No se supo hacer la mezcla o no profundizaron las teorías de Waldeen, como la propia Guillermina Bravo, y permanece, con sello propio, la escuela de Martha Graham hasta los huesos. La manía de copiar todo lo extranjero será siempre uno de los puntos más delicados y fatales de nuestra idiosincrasia.

Hoy, la compañía oficial del país es una de ballet que repite incansablemente los numeritos tradicionales; lo demás es caos o internacionalismo. Por ahí queda el Zapata de Guillermo Arriaga, y quién sabe cuánto dure funcionando después de la muerte de su autor. Hoy parece una perla solitaria rodando por aquí y por allá; hoy no se usa lo nacional, ahora somos otra expresión de un mundo devorado, transformado, y esperemos que nunca jamás destruido.

Hoy, con aroma universal, se expresa la vida como en cualquier país; ahora somos humanos internacionales y la revolución ha perdido el rumbo hace mucho tiempo.

Es amable recordar a la bella y poderosa maestra, generosa y siempre amable, dispuesta a compartir todo su conocimiento. No logró patrocinios de por vida ni mayor reconocimiento que el que le hicimos en la Universidad Nacional Autónoma de México durante mi ejercicio. De ella quedan sus poemas por ahí, en el librero de alguna de sus amigas queridas una placa de metal con su efigie, igual que las de sus alumnas” y otros… Guillermina y Ana Mérida en la recepción del Teatro de la Danza, pues nunca le reconocieron a ella su lugar prominente en la historia de la danza mexicana, pero nos deja una nieta maravillosa que se llama Elena.