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Union Carbide: herencia venenosa
E

l mundo recuerda estos días que hace 30 años la ciudad de Bhopal, en la región central de India y con un millón de habitantes, fue cubierta por una nube tóxica que causó más de 20 mil muertes y centenas de miles severamente afectados en su salud. Todo sucedió como a la una de la madrugada del 3 de diciembre de 1984, cuando la población dormía. La nube tóxica estaba compuesta por 42 mil kilos de una sustancia química, el isocianato de metilo, que se escapó de una fábrica de plaguicidas de la trasnacional estadunidense Union Carbide. Aunque las autoridades habían asegurado que la fábrica era segura, se comprobó que no contaba con el personal técnico para efrentar emergencias, había corrosión de materiales y equipos, los sistemas de alerta eran insuficientes y no funcionaban adecuadamente.Todo ello facilitó la fuga de esos miles de kilos que, al entrar en contacto con el aire atmosférico, formaron diferentes compuestos gaseosos también muy tóxicos.

En sus reportes sobre la tragedia, las autoridades mintieron sobre el número de víctimas mortales y de damnificados. Evaluaciones médicas y de grupos especializados demostraron después que la cifra de muertos ascendía a más de 20 mil y el número de los discapacitados permanentes o enfermos crónicos superaba 150 mil, entre ellos los que quedaron ciegos o con el sistema respiratorio hecho trizas. Otras 400 mil personas resultaron afectadas de alguna forma. Y en situación crítica pues la mayor parte de la población de Bhopal vivía en la pobreza. Murieron igualmente miles de gatos, perros, vacas, búfalos y pájaros, se contaminaron los alimentos, las cosechas y el agua.

Desde su sede en Estados Unidos los directivos de Union Carbide echaron la culpa de lo ocurrido a su filial india. Pero la magnitud de la tragedia impidió que esa tonta explicación tuviera éxito. Por el contrario, avivó más la indignación y mostró cómo parte de la responsabilidad la habían tenido también los funcionarios del gobierno local por autorizar negocios que, por el tipo de sustancias que manejan, son un peligro permanente para quienes trabajan en ellos, la población donde se encuentran localizados y el medio ambiente. Y por permitir asentamientos humanos alrededor de la fábrica. Como sucedió en la terminal de gas de San Juanico, al norte de la ciudad de México, que al estallar en 1985 dejó su estela de muerte. O en Córdoba, Veracruz, cuando en 1991 se incendió el depósito de plaguicidas de Anaversa. Por ambas tragedias… cero culpables.

Cinco años después, y luego de un juicio empedrado de tortuosos procesos legales, la multinacional acordó con el gobierno de India pagar de indemnización a las víctimas 470 millones de dólares. Unos 400 dólares per cápita. Pero miles ni eso al no poder acreditar que los males que padecían eran fruto de la nube tóxica. Mientras, las utilidades de Union Carbide no dejaban de crecer. Empresa muy próspera, la tercera de la industria química del vecino país, en 1999 se fusionó con otra igualmente influyente y con mala fama: Dow Chemical. Algunos directivos de Union Carbide en India cumplieron mínima pena carcelaria por lo ocurrido. El presidente del conglomerado cuando el desastre, Warren Anderson, nunca pagó por sus culpas. Murió recientemente en Florida.

Los directivos de ambos conglomerados creyeron que con la fusión terminaban las demandas en busca de justicia. Sin embargo, la Dow tuvo que cargar con esa herencia venenosa. Gracias a las organizaciones que formaron los deudos y los enfermos que dejó la nube tóxica, apoyadas por grupos internacionales, los reclamos en pro de justicia fueron atendidos por la Corte Suprema de India en 2010 y siguen vivos legalmente. Por su parte, el gobierno de ese país anunció hace dos semanas que pedirá el incremento de las indemnizaciones a los afectados y hará un nuevo recuento de daños. Exige a Dow Chemical mil 200 millones de dólares. Las víctimas exigen 8 mil 100 millones.

La tragedia de Bhopal obligó a los países y empresas a tomar medidas para evitar que se repitiera. Pero lo cierto es que en muchos sitios la gente duerme con el enemigo al lado y no lo sabe. En México, por ejemplo.