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Nosotros ya no somos los mismos

Propuesta de reconocimiento a Ayotzinapa... como a Lídice

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Ayer, maestros y estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa fueron al poblado El Pericón, en el municipio de Tecoanapa, Guerrero, para ofrecer sus condolencias a los familiares de Alexander Mora Venancio, uno de los 43 normalistas desaparecidosFoto Javier Verdín
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espués del trago amargo de haber estado ausente de estas páginas tres lunes seguidos sin que nadie lo notara, sin que la multitud airada se apersonara en avenida Cuauhtémoc 1236 exigiendo el retorno de la columneta o, al menos, la repetición de algunas anteriores, tomé la decisión de regresar a la brevedad, antes que el coordinador de edición descubriera la inutilidad de mi esforzada presencia. También me produjo sospechosismo el hecho de que algunos cálidos y estimulantes mensajes que recibía el propio día de la publicación: De acuerdo contigo, Ortiz. De lo mejor que has escrito. Una investigación muy seria. Ni Pérez Reverte, OT, siguieran llegando durante mi ausencia. Entré en duda: O hay una extraña especialidad de bots amigables o mis hijas me dedican media hora todos los lunes para evitar mis profundas frustraciones cuando llega mediodía y aún no he sido tuiteado. Pues por estas razones y otras de mayor trascendencia decidí empezar con una actitud abiertamente propositiva. Hace no mucho tiempo expresé mi fundado temor de que, al correr del tiempo, inevitablemente Ayotzinapa pasara a ser el recuerdo, cada día más disminuido, de la espantosa tragedia que hoy ha cimbrado no sólo a los habitantes del país y a los connacionales que viven fuera del territorio, sino a todo ser humano sin distinción de etnia, creencias, idiomas, culturas, latitudes, que se ha enterado de este infame holocausto (una definición: ceremonia en la que ofrecían en sacrificio víctimas que eran quemadas). El asombro y la indignación se acrecientan cuando se conocen las características de las víctimas: jóvenes, campesinos, indígenas algunos, y pobres, muy pobres, todos. Y, si todavía fuera dado agregar agravantes, víctimas sin motivo ni razón (¿podría haber alguna para el proditorio crimen?). Los estudiantes no eran enemigos personales de los asesinos. Lo eran, sí, de la ignorancia, la miseria, la marginación, la injusticia y la explotación que los habían convertido en seres infrahumanos. De alguna manera, ellos estudiaban para impedir que el estigma alcanzara a sus hijos: querían ser maestros.

Antes de exponer mi propuesta, un poco de antecedentes que la justifican.

Mayo de 1942, día 27 para ser preciso. El jerarca nazi Reyhard Heydrich, amigo personalísimo de Adolf Hitler, es interceptado por un comando de la resistencia checa. Josef Gabcik y Jan Kubis, soldados del ejército de ese país, habían sido entrenados en Inglaterra y luego, como parte de la operación antropoide, lanzados en paracaídas para apoyar a los partisanos. Ellos atacaron el Mercedes en el que el dirigente de las SS se dirigía al castillo de Praga. A causa de una septicemia ocasionada por las heridas sufridas, Reyhard murió el 4 de junio. A partir de ese momento la furia de Hitler selló el destino de las pequeñas poblaciones de Lídice y Lezaky. El 10 de junio, el gobernador de Bohemia copó y arrasó Lídice, pueblo que tenía la pésima fama de ser un semillero de guerrilleros (como Coahuila en 1910 y 1913), que enfurecía a las fuerzas invasoras. Los hombres mayores de 15 años eran fusilados; las mujeres y algunos niños enviados al campo de concentración de Ravensbruck, otros al gueto de la calle Gneisenau, donde serían seleccionados de acuerdo con sus características étnicas.

La sentencia fulminante del führerprinzip no dejaba resquicio de salvación: Lídice fue arrasada (21 mil soldados catearon 36 mil viviendas). Lídice debía desparecer del planeta; su nombre, desaparecer de la historia. Las órdenes fueron cumplidas… por tiempo breve: en 1945 Alemania perdió la guerra. En 1949, 157 mujeres y 17 niños regresaron a Lídice. Luego llegaron varones, y Lídice sobrevive al peor horror de la humanidad.

A partir de ese momento, Lídice se multiplicó en el planeta: en Caracas surge un populoso barrio con ese nombre (y su respectivo hospital); en Panamá, Lídice de Capira, y en Brasil diversas ciudades agregan a su nombre tradicional el de aquel heroico villorrio checo. Y se replica en Crest Hill, Illinois, y en Wisconsin, con el Lídice Memorial; en Santiago de Chile; en Sofía, Bulgaria, o en Coventry, Inglaterra. Y, por supuesto, en México, donde se secciona el pueblo de San Jerónimo Aculco para constituir San Jerónimo Lídice.

La historia previene, enseña, a veces, salva. Un acto doloroso, muy doloroso, evita su inicua repetición, si el recuerdo se mantiene como brasa encendida en las mentes y corazones.

Propuesta ciudadana al jefe de Gobierno de la ciudad capital de todos los mexicanos:

Promover ante los señores jefes delegacionales la presentación de una propuesta a los comités vecinales de su jurisdicción, para que acepten incorporar a su nombre tradicional, como reconocimiento de responsabilidad compartida, de conciencia social comunitaria, de fraternidad religiosa, política, humana, un agregado: Ayotzinapa.

Tepito, Ayotzinapa. La Merced, San Ángel, Polanco, Virreyes… Ayotzinapa.

De esto tengo que dar mayores detalles, pero tiempo y espacio me devoran. Luego seguimos, pero la propuesta está en el aire. Por ahora otro tema que mucho me preocupa.

Chacho, de veras que tú no tienes temor de Dios. Así me fustigaba una de mis cuatro abuelas reciclables, cada vez que yo reincidía en alguna infantil barbaridad propia de mis primeros 20 años. Pues por no dejar en mal a mi agüelita reincido una vez más: en vez de tratar algún tema light, propio de la época, quiero plantear un asunto por demás polémico y controvertido. Lo podemos llamar, el lamentable caso del activista Sandino.

Resumamos: el día 28 de noviembre, en los alrededores de Ciudad Universitaria fue aprehendido, con exceso de fuerza, un joven universitario de nombre Sandino Bucio. Se le acusaba de diversos delitos cometidos durante la manifestación efectuada el 28 de noviembre. Ignoro si su detención respondía a una instrucción judicial precisa, pero si ha quedado evidenciado que de existir ésta, no fue exhibida. Sus captores, que vestían de civil y viajaban en un vehículo no oficial, tampoco se identificaron, como no fuera por su bestialidad y patanería. ¿Para qué perder tiempo en innecesarias normas de urbanidad?: Permítame presentarme y ponerme a sus apreciables, mi respetable ciudadano. Soy el comandante Godínez y mi pareja el sargento Popochas. Pongo en sus manos esta cordial misiva que le dirige el Lic. Cástrolo, rogándole nos acompañe a la exhibición pret -a-porter de capuchas otoño/invierno. No haga caso de la cintilla que dice orden de aprehensión, es que las secretarias son muy aprensivas. Pero no fue así. Por economía procesal es preferible unos cuantos mandobles bien acomodados para que no quede huella, como diría Bronco, el ensamble de música medieval más reconocido. ¿No fue una verdadera estupidez el apañamiento del joven Sandino en las inmediaciones de CU, a unos cuantos días del grave incidente ocasionado por el celo excesivo en el cumplimiento del deber de otro aguerrido guardián del orden y la seguridad, que no podía tener reposo hasta encontrar un celular que le había sido hurtado a una joven alumna de filosofía, quien lo requería con urgencia para saber quién era, de dónde venía y adónde iba? Pues estas dos y otras muchas más torpezas de la autoridad, sumadas, no rebasan la del joven Sandino. Paso a referirme no a un joven lumpen al que su marginación, su pobreza, su mínima educación y su absoluta falta de futuro podrían explicar un comportamiento delictivo y violento. No. Se trata de un hijo de familia clasemediera ilustrada, informada y, evidentemente, con una formación política progresista. ¿A quién diablos se le ocurre llamar a su hijo Sandino si no es un militante izquierdoso de la segunda mitad del siglo pasado? No lo podría jurar, pero creo que Sandinos no hay ni en Nicaragua. Uno de mis automandamientos mejor guardados es no escupir al cielo, porque el rostro propio es quien las paga. Por eso cuando me refiero al arrebato de Bucio senior no lo hago con la menor mala intención y para probarlo confieso: si no hubiera sido por la firmeza, la inteligencia para darme válidas razones y, por supuesto, la mano del metate, de la madre de mi hija uno, a ésta, sus alumnos de la UNAM, le dirían: perdone, maestra Alexsandra Sokolovskaya o Nadezhda Krúpskaya (Ortiz), ¿cuándo es el examen? Por supuesto ahora entendería si se cambiaba de jardín de niños cada año y si seguía sin dirigirme la palabra muchos años después. (Breviario: la Krúpskaya fue la esposa de Lenin y la Sokolovskaya, la primera de Trotsky).

Entiendo entonces ánimo e intención de papá Bucio e imagino las sobremesas familiares … continuará.

Tiempo y espacio me hicieron trizas.

Twitter: @ortiztejeda