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Uruguay: de nuevo, el Frente Amplio
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e acuerdo con las proyecciones de encuestas de salida, en la segunda vuelta de los comicios presidenciales uruguayos, realizados ayer, el ex presidente Tabaré Vázquez, del Frente Amplio (centro izquierda), obtuvo el triunfo por cerca de 14 puntos de ventaja sobre su rival de la derecha, Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional.

Pese al contraste de personalidades entre el mandatario saliente, José Mujica, y el propio Vázquez, y pese a las claras diferencias políticas entre uno y otro, el proyecto político transformador del Frente Amplio, que encuadra a ambos, ha obtenido cuatro años más al frente del gobierno, y ello constituye un motivo de esperanza para los uruguayos y para toda América Latina.

En el curso de la primera presidencia de Vázquez (2005-2010) y en la de Mujica (de 2010 al primero de marzo del año entrante), Uruguay logró reducir la pobreza de 40 a 10 por ciento de la población, disminuyó el desempleo de 19 a 6 por ciento, triplicó el producto interno bruto (PIB), incrementó en forma notable las exportaciones agrícolas, se colocó como el país más comprometido en el desarrollo de las fuentes energéticas renovables y consiguió el PIB per cápita más alto de Latinoamérica. Por añadidura, la democracia uruguaya se ha mantenido a salvo de escándalos de corrupción, enriquecimiento inexplicable de funcionarios o desvíos de fondos, problemas que han afectado a naciones mucho más grandes, como Argentina, Brasil y México.

Los logros mencionados se han dado en menos de una década por medio de un compromiso gubernamental contra la impunidad en los casos de violaciones a los derechos humanos, programas de cobertura sanitaria, educación y construcción de vivienda para los sectores menos favorecidos, medidas fiscales de redistribución efectiva de la riqueza, estrategias penitencias de corte humanista y una política exterior plenamente independiente.

En suma, el programa político, económico y social ha transformado de manera profunda y positiva la realidad uruguaya y ha colocado a la República Oriental en el conjunto de naciones sudamericanas que hoy construyen un bloque regional progresista, que en sus respectivos componentes ha ido restañando los estragos dejados por las dictaduras militares y el modelo neoliberal aplicado.

No deja de ser aleccionador que un pequeño país haya conseguido, en la década anterior, un avance espectacular reconocido por propios y extraños (incluso por los rivales políticos del Frente Amplio, quienes, como el candidato perdedor, Lacalle Pou, se ven obligados a admitir la necesidad de mantener lo sustancial del programa frenteamplista), en tanto que México, en ese mismo periodo, ha padecido el incremento de la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la violencia.

Ello debiera ser visto como una razón más para emprender un giro radical y superar de una vez por todas el modelo neoliberal impuesto en el país desde hace tres décadas y mantenido, contra viento y marea y a contrapelo del bienestar nacional, por gobernantes priístas y panistas.