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Con un diálogo entre la brasileña y el nicaragüense se inauguró el salón Carlos Fuentes de la FIL

Nélida Piñón y Sergio Ramírez se reconocen herederos de los mitos

Los autores iberoamericanos conversaron sobre la infancia como gran generadora de historias y de la autoficción como género narrativo

En los genes traemos la memoria del pasado, dicen

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Silvia Lemus (izquierda) entregó a Nélida Piñón y Sergio Ramírez la Medalla Carlos Fuentes, que se otorga a quienes abren el Salón Literario de la FIL que lleva el nombre del escritor mexicanoFoto Arturo Campos Cedillo
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 1º de diciembre de 2014, p. 8

Guadalajara, Jal., 30 de noviembre.

El diálogo entre la escritora brasileña Nélida Piñón y el escritor nicaragüense Sergio Ramírez inauguró este domingo el Salón Literario Carlos Fuentes de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Dos grandes de la literatura iberoamericana que se reconocieron como herederos de las tradiciones, del pasado y de los mitos.

La escritora mexicana Rosa Beltrán fue la encargada de moderar esta mesa de 80 minutos, en la que ambos autores hablaron de la literatura, la infancia como la gran generadora de historias, la autoficción como género que involucra la novela y la biografía personal y los cambios en los grandes temas de las letras. La literatura, en fin, como un estado permanente de esquizofrenia en el que el escritor debe ser capaz de convertirse en otro.

Me siento heredera de la tradición; no puedo imaginar la literatura sin el sentimiento de la continuidad, que sufre rupturas, pero uno no puede ser inaugural. La tradición para mí es fundamental, porque sólo se puede ser contemporáneo siendo arcaico, trayendo esa continuidad desde Homero. Por tanto, vengo con los mitos, pienso que el gran personaje es arquetípico, por eso puede ser llevado a cualquier parte del mundo, como lo hizo Cervantes, dijo Piñón, la primera mujer en obtener el Premio Juan Rulfo, ahora rebautizado como Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.

Creo que los mitos viven en nuestras cabezas porque los heredamos. En los genes heredamos no sólo las características físicas, sino la memoria del pasado y la memoria de los mitos. Uno viene armado con esos mitos, uno piensa con ellos en la ilusión de la invención, dijo Ramírez, quien este año fue designado ganador del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria.

“Una vez me dijo Carlos Fuentes, que aquí es nuestro espíritu tutelar, que uno cuando se levantaba a escribir por la mañana transcribía los sueños de la noche anterior que había olvidado, que pasaban del subconsciente a la página en blanco. Estamos ligados al mito, a esa tradición oculta. Yo vivo siempre en la cabeza con el Popol Vuh.

Sin embargo, terció Nélida Piñón, el mundo urbano actual no es un gran creador de mitos. El gran creador de mitos es el mundo rural. Ahora con la progresión de lo urbano, los mitos desaparecen. Creo que llegará un tiempo en que se creará un mito y se evaporará en poco rato.

Esto provoca que aunque seamos muy rurales en nuestra cultura, como pretendemos ser urbanos nos asombramos del mundo rural, completó Ramírez, quien presenta su nuevo libro Juan de Juanes (Alfaguara) el martes 2 de diciembre.

Uno se encuentra a sí mismo de diferentes maneras, dijo Rosa Beltrán al abrir un nuevo tema de reflexión. Respondió Nélida Piñón: Tuve la sensación de un descubrimiento múltiple, soy mis ancestros, yo quiero ser la herencia de la variedad, algo así como los griegos o presocráticos, que decían que hay que ser hombre, mujer, animales, vegetales, para entender la soledad desesperada de la vida. Sólo se puede acercar uno siendo muchas personas, por eso es que vivimos bajo la tutela de la máscara, de lo cotidiano, del amor, de tu intimidad. Hay un clóset lleno de máscaras; a veces puedes elegir, pero a veces las máscaras te eligen. Somos fruto de las narrativas que nos precedieron.

Para Sergio Ramírez, el gran depósito de la herencia personal “es la infancia. Uno regresa a ella y cuando no recuerda la inventa, porque la infancia es un espejismo. Eso no me pasa a mí porque soy escritor, le pasa a todo mundo. Uno recuerda escenas que no coinciden con la realidad, la imaginación se va tejiendo; es el deleite de la escritura ir a esos territorios íntimos, personales y encontrarse con la maravilla de que cuando uno reproduce esto, el lector se reconoce.

Si el lector no se reconoce en ese territorio, la literatura está muerta, porque la literatura es un diálogo múltiple: hay tantos libros como lecturas, tantos personajes como lectores, porque esa es también la maravilla de las palabras.

La imaginación, dijo Piñón, “depende del imaginario colectivo. La narrativa se hace con el dominio del lenguaje. Tu padeces de una metamorfosis sin saber que eres el sujeto de una metamorfosis, y no solamente la infancia, todos los tiempos. No hay tiempo muerto en una biografía. Todo es contable, el mundo es narrable, todo es narrable, pero hay que hacerlo, es un esfuerzo que el lenguaje manda.

No me puedo desobligar de mi historia personal, pero me importa más una historia que es de todos, vivo atenta a todo, a veces me agota. Hay que introducir el concepto del caos. El caos es extraordinario, todo sale del caos, porque el arte no tiene buena educación. El arte es para sembrar la discordia, es verdad, en el arte no hay calma.

Al finalizar el diálogo, ambos recibieron la Medalla Carlos Fuentes, que se entrega a quienes abren el salón literario que lleva el nombre del autor mexicano. Silvia Lemus, viuda de Fuentes, fue quien colocó las preseas.