Política
Ver día anteriorDomingo 30 de noviembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Alrededor de Radio Progreso, en Honduras, se construye una red que llega a EU

La tragedia del huracán Mitch, catalizador para agrupar a los defensores de migrantes

Desde hace años el crimen organizado se apoderó del negocio del tráfico humano, denuncian

Foto
Edita Maldonado toma apuntes en el área administrativa de la estación migratoria de Acayucan, VeracruzFoto Prometeo Lucero
 
Periódico La Jornada
Domingo 30 de noviembre de 2014, p. 16

El núcleo de organizaciones defensoras de migrantes que actualmente se articulan y movilizan en varias fronteras, desde Centroamérica hasta Estados Unidos, nació en una cabina de una radioemisora provinciana de Honduras. Y surgió no en torno a la causa de la migración, sino buscando a las víctimas y damnificados del huracán Mitch, que en 1998 asoló la región.

De los reportes y las participaciones de radioescuchas en Honduras y Estados Unidos, que se volcaron en los micrófonos de Radio Progreso, en el norteño departamento de Yoro, empezaron a salir a flote no sólo las tragedias de los afectados por la naturaleza, sino las aterradoras cifras de migrantes de los que se había perdido contacto a su paso por México rumbo a la tierra de la gran promesa.

Edita Maldonado, la decana de esta lucha, colaboraba en la radio y ella misma sufría en carne propia la pérdida de una hija migrante. De inmediato se involucró en el asunto. En 1999, junto con Emeteria Martínez, otra de las históricas, fallecida en 2012, organizó una primera expedición: en barrios, caseríos, mercados y plazas públicas empezaron a levantar casos. Encontramos miles de familias con uno o varios miembros que se habían ido al norte y los cuales les habían perdido el rastro. Entonces convocaron a acudir a Radio Progreso para abrir sus expedientes.

El mío fue el número 41, recuerda. Cada caso un folder, una ficha completísima, fotos pequeñas y grandes, foto enmicada, copias de todos los documentos.

Emeteria, Rosa Nelly Santos y Edita organizaron lo que quizá sea el primer archivo de migrantes desaparecidos. Lograron lo que a la fecha ni su gobierno ni el Instituto Nacional de Migración en México han podido.

Al poco tiempo Edita recibió carta de su querida hija Rosa Lidia Pérez, que vivía en Tonalá, Chiapas y se había casado. Llevaba 10 años sin saber nada de ella.

En el año 2000 organizaron la primera caravana. Precaria, movilizada a bordo de buses destartalados que se zangoloteaban en las carreteras centroamericanas, apenas alcanzaron a llegar a la frontera Tecun Umán-Ciudad Hidalgo. Era un 12 de diciembre y unieron el estandarte guadalupano a sus mantas. Hasta ahí llegó el esposo de su hija. Fue maravilloso, porque me la pasó al teléfono y la reconocí. Una alegría marcada ya por otra tragedia. Rosita estaba gravemente enferma y al año siguiente regresó a Honduras para morir en brazos de su madre.

La conexión Yoro-BC

En esa primera caravana las madres hondureñas conocieron un eslabón que habría de ser vital, un sacerdote hidalguense, Luis Ángel Nieto –de Atitalaquia, para más señas– que permitiría unir redes desde Progreso, departamento de Yoro, en Honduras, con Mexicali, Baja California, donde un grupo de veteranos luchadores por los derechos de los mexicanos en Estados Unidos había decidido defender también los derechos de los centroamericanos en México.

“Ahí conectamos –continúa el relato Marta Sánchez Soler, directora del Movimiento Migrante Mesoamericano–: el padre Luis Ángel recorrió de punta a punta la ruta migratoria y nos hizo la primera radiografía de la situación.” En 2004, junto con su esposo, José Jaques Medina, fundó el MMM. Así estrechó el vínculo Progreso-Mexicali. Pronto se hicieron oír voces de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

En 2006 se realizó la primera caravana de madres en busca de sus hijos bajo las cinco banderas. Viajábamos en autobuses comerciales y apenas, con mucho esfuerzo, lográbamos tocar Chiapas. Pero poco a poco fuimos aclarando el proyecto, mejorándolo y ampliando nuestros horizontes.

Poco a poco, también, la gestión diplomática de Marta Sánchez y el empuje de las familias de migrantes abrieron vías de interlocución con las instituciones. Hoy, sea por puro protocolo o con acciones efectivas, brindan apoyo a las caravanas el Cisen, la Policía Federal, la Secretaría de Gobernación, el Instituto Nacional de Migración, el Ejército, la CNDH y los gobiernos estatales.

Al tiempo que crecía Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso (Cofamipro), en Tegucigalpa surgía la Red de Comités de Familiares y Migrantes de Honduras, que atiende el centro y sur del país.

En El Salvador, en 2006, nació el Comité de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos, bajo el empuje de Anita Zelaya, madre del desaparecido Rafael Rolin, a quien extraña desde hace 10 años. Madres de Guatemala y Nicaragua, con organizaciones aun precarias, también empezaron a trabajar.

En México, Marta Sánchez tejió las relaciones con estas agrupaciones. En 2011, con la marca de la masacre de 72 personas en el rancho San Fernando, en Tamaulipas, la caravana extendió su itinerario hasta la frontera con Estados Unidos y pasó, en una etapa de fuerte carga emocional, por el punto de la masacre. “No hemos vuelto por esa ruta porque tenemos amenazas de Los Zetas. Pero a partir de ahora vamos a intensificar la investigación y el cruce de datos de migrantes reportados como desaparecidos en esta zona”. Previsiblemente, un gran número de casos pueden ser víctimas del crimen organizado que desde hace años se apoderó del negocio del tráfico humano, desplazando a balazos a los polleros tradicionales.

En la décima caravana, que estará en el Distrito Federal hasta el sábado y luego seguirá su camino a Oaxaca y Chiapas, vienen 43 familiares con seres queridos desaparecidos, la mayoría madres, pero también algunos padres y hermanos. De estas, nueve (casi una cuarta parte) perdieron el rastro de su ser querido en Tamaulipas, después de un aviso de extorsión y secuestro por el crimen organizado.

Entre más tiempo, peor

Doña Edita, quien ha conocido tantas tragedias, comenta: “Entre más tiempo pasa, peor se ponen las condiciones. Ahora nosotras ya no sólo buscamos a nuestros familiares, sino que gestionamos repatriación de cadáveres, rescate de presos, recepción de mutilados por el tren. Cada vez son más los muertos y mutilados, porque el gobierno mexicano cada vez pone más cercos, más trampas. Y las redes de extorsionadores actúan con toda libertad. Entonces nosotros nos hemos vuelto unas milusos, porque hasta campañas hacemos advirtiendo en la radio y en foros sobre los peligros del viaje. Pero fíjese que ninguna advertencia detiene a estos muchachos”.

Un ángulo importante de esta búsqueda es la visita a las cárceles mexicanas que están a lo largo de la ruta migratoria. Ana Zelaya precisa que el año pasado fueron localizados 18 salvadoreños cuyo paradero era desconocido para sus familias. “Lo que demuestra –añade– que tampoco los consulados están haciendo su trabajo”. Su organización tiene documentados 254 casos de desaparecidos en México, entre ellos 100 mujeres. .

A la muerte de Emeteria, la otra decana, ahora viaja en la caravana su hija Marcia. Ella lleva registros muy puntuales. Recuerda que de los hondureños de la masacre de San Fernando, los restos de una muchacha identificada como Eva Noemí, apenas fueron repatriados en julio de este año, cuatro años después. De las fosas de Cadereyta, lograron la repatriación de 10 muchachos.

De El Salvador, de 43 cadáveres que fueron identificados plenamente, solo 27 han sido repatriados. Marcia pronuncia una queja severa por el trabajo muy negligente, lento, insuficiente de las autoridades mexicanas en la conformación de bancos de datos y de muestras genéticas para la identificación de restos. Hace falta que el gobierno mexicano se tome más en serio el trabajo de identificación. Debe entender que para las familias es importante que nos devuelvan los huesitos de nuestros muchachos que fueron a matar por ahí.