Opinión
Ver día anteriorSábado 8 de noviembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mi asombrosa ciudad
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odo es asombroso en esta ciudad palpitante, verdadero corazón de la Patria mexicana. Aquí, después de varios meses de un Zócalo vedado para las expresiones políticas tumultuarias, largamente cercado y escamo-teado para actos políticos, en un lapso de apenas 10 días se llenó de manifestantes en dos memorables ocasiones. Estas reuniones fueron motivadas por dos temas torales de nuestros días: el 26 de octubre Morena llenó la plancha para exigir a la Suprema Corte que aprobara la consulta sobre la reforma energética, que finalmente rechazó; también se reclamó la búsqueda y el encuentro con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Diez días después, el miércoles 5, y como culminación de una marcha impresionante a lo largo del Paseo de la Reforma, los estudiantes, acompañados de mucha gente del pueblo, volvieron a llenar la gran explanada entre Catedral y el Palacio de Gobierno, entre el Portal de Mercaderes y el Palacio Nacional; nuevamente se vio este amplio espacio pletórico de gente, decenas de miles clamando justicia en el caso de los normalistas.

Mientras sucedían estos acontecimientos en el centro de la ciudad, Andrés Manuel López Obrador se reunía con nutridos grupos de simpatizantes de Morena, en San Pedro Martír, en Lomas de Padierna y en otros sitios vitales de la delegación Tlalpan, en su incansable peregrinar por el país. En tanto, el jefe de Gobierno del DF, mostrando su gran vitalidad desde su lecho de convaleciente, vigilaba los acontecimientos del día y giraba instrucciones a su gabinete de seguridad. Nos congratulamos de que haya superado nada menos que una cirugía a corazón abierto, que no es poca cosa, sin haber tenido que encargar el poder a segundas manos, lo que hubiera añadido un elemento más a la agitación política capitalina.

Por otro rumbo de la urbe, la secretaria de Desarrollo Social, Rosa Isela Rodríguez, dio testimonio vivo de que el tropiezo de salud de su jefe no detuvo la marcha de los negocios públicos y de las actividades de gobierno. Para acreditarlo y en ejecución digna de encomio del programa Aliméntate, reunió otra multitud de 180 mil personas, entre marginados y empobrecidos, y firmó con ellos un convenio para garantizar su derecho a alimentación, salud y educación. Fue una muestra de solidaridad del gobierno capitalino con los pobres y prueba patente de que en la ciudad de México la izquierda lleva adelante sus compromisos de justicia social.

La ciudad viva muestra su dinamismo y la politización de sus habitantes, confirma su hospitalidad y su sentido solidario con Aliméntate y no abandona su accionar político para reclamar el errático rumbo del gobierno federal, que no más no puede enderezar el barco.

Uno de los gritos en el Zócalo el miércoles pasado fue que renuncie Peña; las razones para este reclamo están a la vista, hieren a la población a flor de piel, padres y madres de los muchachos desaparecidos, lamentan que son oídos por las autoridades, pero no escuchados ni atendidos, presienten que en el fondo son burlados, porque sus hijos muertos, heridos y desaparecidos por fuerzas oficiales no aparecen y perciben que los culpables no son sólo el alcalde soberbio que dio la orden de parar a los estudiantes, ni los policías que para cumplir esa indicación dispararon y se dan cuenta de que se trata de una práctica extendida y tolerada en todo el territorio nacional.

Lo más grave es la indiferencia de los gobernantes, en especial la del titular del Ejecutivo. Se reúne con empresarios, banqueros y autoridades encargadas del turismo, prepara un viaje de negocios a China, pero respecto al problema principal en este momento, que es la violencia y su trasfondo que es la entrega de las áreas estratégicas de la economía a extranjeros, repite cuando mucho lugares comunes y expresa una preocupación que no convence. Mi ciudad asombrosa, vital y en movimiento.