Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXXIV

F

ue un galimatías.

Carlos, puede decirse, en toda su vida fue un verdadero Ciclón, y en la última entrega para La Jornada, nos referimos a la temprana decisión de irse del toreo, con apenas 28 años de edad, para entrarle con mexicana alegría a la dolce farnienti, hasta que llegó el momento en que se quedó en la Quinta Chilla, tras haber hipotecado dos de sus propiedades y sin poder pagar las mensualidades que los bancos le exigían.

Bien. Si nos hemos referido con inusual extensión para este tipo de situaciones, lo hemos hecho para honrar la memoria del extraordinario Manolo dos Santos, que le dio a Carlos todo el dinero que había ganado en México para que pudiera liquidar sus deudas.

¿Quién cómo él?

***

Volvamos, pues, a lo nuestro.

Una vez que Carlos pudo salir del pozo que él mismo había cavado, sólo dos propósitos lo alentaban: poder pagarle a dos Santos a la brevedad posible y que su novia sevillana lo perdonara por lo pasado y así poder pedirla en matrimonio.

Ya se podrán imaginar el disgusto de doña Cristina y demás miembros de la familia, pero disgustos o no, cuando Carlos llegó a Caracas ahí estaba su madre dispuesta a darle ánimos, sin preguntas, ni reproches.

Habían pasado ya dos años entre la ida y el retorno, en medio de los cuales participó en la filmación de una película, pero una cosa era torear ante el ojo de la cámara y otra ante los ojos del público y, para acaba de amolar, alternaría nada menos que con Manolo dos Santos y Manolo González, dos extraordinarios toreros.

Haciendo de tripas corazón, pudo dominar sus nervios y bien, muy bien, se le dio la tarde, ya que cortó orejas en sus dos enemigos, al igual que sus alternantes, por lo que los repitieron el siguiente domingo, sólo que no hubo de piña, por lo difícil del ganado, y de ahí a Colombia dónde vivió momentos inolvidables.

Aterradores.

***

El color morado.

Al Ciclón no le gustaban los trajes de torear obispo y oro, ya que cuando llegó a vestirlos las cosas no le rodaban bien. De España le habían enviado tres ternos, uno de ellos morado y oro y después de hacerle ascos, le dijo a Javier Cerrillo que se iba sobreponer a sus infundados temores, y ya en la puerta de cuadrillas le comentó ojalá y no vaya a pasar algo.

A su primer toro lo recibió lucidamente con el capote, y ya con los palitroques colocó un soberbio par –uno de esos, de los suyos–, pero en el segundo el toro se le enfrenó en el viaje y lo prendió de fea manera, elevándolo a gran altura y volvió a engancharlo, con tal fuerza que lo aventó dentro del callejón, una gran suerte, ya que de no ser así, lo hubiera matado.

Eso sí, fue tal la cornada que le atravesó completamente el muslo. La hemorragia fue muy severa y ya en le enfermería les dijo a su apoderado y a Cerrillo: ya lo ven, fue el traje.

***

Un doctor improvisado…

Al aproximarse el médico de plaza para examinarlo, Carlos se percató de que estaba totalmente ebrio y no permitió que lo hiciera, al igual que don Andrés y Javier, y como el galeno le dijo Matador, lo voy a anestesiar El Ciclón se negó a la vez que le decía: con ese aliento ni falta hace, me va usted a dormir.

Y aunque resulte muy difícil de creer, Javier Cerrillo le taponó la herida, y cuando les preguntaron a qué hospital debía llevarlos la ambulancia, los tres dijeron que al mejor, y a uno muy grande los llevaron, para encontrarse con varios problemones tamaño caguama.

Nadie los esperaba, nadie sabía qué hacer, no había médico, y en tanto Carlos se desangraba y sufría espantosos dolores.

Por fin, tras de mil averiguaciones, accedieron a llevar a Carlos a la sala de operaciones, pero antes de comenzar a operarlo les dijeron que tenían que pagar por adelantado.

¿Cómo podrían pagar, si estaban vestidos de luces y no llevaban un centavo con ellos? –ya no digamos en la bolsa– y, de nueva cuenta, otra vez los gritos y los sombrerazos y, por fin, se comunicaron a la plaza y ahí les dijeron a los reacios responsables que ellos se hacían responsables de todo.

¡Y otro terrible problema!

¡Mil veces peor!

No había médicos y el único que estaba era un estudiante de medicina al que le faltaban tres años para recibirse.

Y ya continuaremos…

AAB