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Obama en apuros
E

l presidente Barack Obama la está pasando mal. En víspera de las elecciones intermedias para el Congreso, hay candidatos demócratas a diputado o senador que le han pedido que mejor no aparezca en sus campañas electorales. Su popularidad entre los estadunidenses ha llegado a su nivel más bajo.

Al término de seis años en la Casa Blanca, y con dos más aún por delante, Obama quizás esté pensando en ver cómo acorta su mandato.

Lo cierto es que buena parte de la población que votó por él en 2008 y 2012 hoy está decepcionada. En 2007 el joven senador Obama despertó un sorprendente entusiasmo entre el electorado demócrata. No pocos republicanos, entre ellos el general Colin Powell, también lo apoyaron.

En las primarias del Partido Demócrata Obama derrotó a la senadora Hillary Rodman Clinton, que había arrancado su campaña como la gran favorita. En las elecciones presidenciales de noviembre de 2008 venció al senador John McCain. Se convirtió así en el primer presidente de origen africano.

De entrada fue visto con buenos ojos en el resto del mundo. Empero la ola de esperanza y optimismo duró bien poco en Estados Unidos. Su decisión de plantear una reforma al sistema de salud se topó muy pronto con la resistencia de un grupo de legisladores republicanos. Pero Obama logró la aprobación de importantes cambios en el sector salud que muchos bautizaron de Obamacare.

En política exterior dio señales positivas: retirar las tropas estadunidenses de Afganistán e Irak, buscar una mayor colaboración multilateral en la solución de los problemas internacionales, incluyendo el cambio climático y el desarrollo económico, tender una mano al mundo árabe, promover la defensa de los derechos humanos y avanzar en materia de desarme nuclear.

En 2009 pronunció una serie de discursos memorables. En mayo en Praga propugnó la idea de un mundo libre de armas nucleares. Esa fue una de las principales razones por las que el comité Nobel le concedió el Premio de la Paz. En El Cairo en junio se dirigió al mundo musulmán y alentó un cambio en los países árabes. Le hicieron caso y hubo la llamada primavera árabe, que arrojó resultados inesperados.

En abril de ese año Obama firmó con el presidente Dimitri Medvediev de Rusia un acuerdo para la reducción de armas nucleares, conocido como el nuevo tratado START. Con Vladimir Putin hubiera sido casi imposible concluirlo. También entabló pláticas con Teherán acerca de su programa nuclear con fines civiles y a finales de noviembre sabremos si se llega a un acuerdo que asegure a la comunidad internacional de las intenciones pacíficas de Irán en este campo.

Muchos políticos republicanos y no pocos comentaristas han dicho que el problema de Obama es que habla bonito pero no es capaz de tomar las decisiones importantes. Es un profesor de leyes que sabe discutir pero no sabe gobernar. Peor aún: titubea en lo político y lo militar. Como ejemplo de lo anterior citan la amenaza de Obama de que habría graves consecuencias para Siria si su gobierno recurría a las armas químicas contra su población y luego no hizo nada cuando se utilizaron.

Como candidato en 2008 Obama prometió retirar las tropas estadunidenses de Afganistán e Irak. Y estaba cumpliendo su promesa cuando aparecieron los militantes del EI en Irak y Siria. Ahora ha emprendido una campaña aérea en ambos países y busca que los propios árabes lleven a cabo la lucha terrestre contra el EI. Sus propios militares le han dicho que no será posible derrotar al EI sin tropas estadunidenses sobre el terreno. La idea es clara: quizás se gane la batalla desde el aire pero se perderá la guerra.

Esa misma idea, pero con un giro distinto, la planteó Andrew J. Bacevich en un reciente artículo titulado Aun si derrotamos al Estado Islámico, de igual forma perderemos la guerra más grande. Este profesor de la Universidad Columbia dice que Siria es el decimocuarto país islámico que Estados Unidos ha invadido, ocupado o bombardeado desde 1980. Concluye que el uso de la fuerza militar por Washington no ha dado ni dará los resultados que se buscan en el Oriente Medio.

Los defensores de Obama suelen decir que el presidente recibió a un país en guerra y una enorme crisis económica y financiera. Ha hecho lo que ha podido. Además, es un ser pensante. John Holdren es el principal consejero de Obama en materia de ciencia y tecnología. Cuando asumió el cargo en 2009 nos dijo a sus colegas del movimiento Pugwash que el presidente es una persona muy inteligente, que escucha, entiende y discute los planteamientos que le hacen los expertos y luego toma sus decisiones.

Lo cierto es que Obama es sumamente prudente, aunque al ordenar el asesinato de Osama Bin Laden demostró mucha audacia. Trata de hacer cosas que beneficien a Estados Unidos y sus habitantes y, al mismo tiempo, ha intentado mejorar la imagen de su país en el mundo. Desafortunadamente hoy está en apuros.

Dejemos de lado la oposición de grupos y personas que simplemente no lo aceptan por razones de su raza. Hagamos caso omiso también de los críticos de su supuesto pacifismo. Pensemos únicamente en aquellos que se entusiasmaron con el candidato Obama en 2008.

La conclusión es poco alentadora. Se le considera un dirigente bien intencionado pero débil. Ha defraudado en muchos renglones: prometió una reforma migratoria pero se ha convertido en el presidente que más indocumentados ha deportado, dijo que acabaría con dos conflictos pero está conduciendo a su país a otra guerra, buscó una nueva relación con Rusia pero ha fomentado el expansionismo de la OTAN hacia Europa del este, y ha aumentado mucho el presupuesto para la modernización del arsenal nuclear estadunidense. Esto último Obama ofreció a los senadores republicanos a cambio de su apoyo para la ratificación del acuerdo START. ¿Dónde quedó un mundo libre de armas nucleares?