Editorial
Ver día anteriorDomingo 12 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Bolivia, de nuevo a las urnas
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nos 6 millones de ciudadanos están convocados hoy a las urnas en las elecciones presidenciales de Bolivia, en las que el mandatario Evo Morales, quien busca la relección, se enfrentará al empresario Samuel Doria Medina, al ex presidente Jorge Quiroga, a Juan del Granado, ex alcalde de La Paz, y al líder indígena Fernando Vargas.

El proceso soberano que se desarrolla en el país andino ha estado marcado por una guerra mediática en contra de la figura del mandatario. El último de esos ataques se registró ayer, cuando desde la cuenta de Twitter de la televisora estatal Bolivia Tv hackers propalaron falsas versiones sobre un atentado contra el presidente, un hecho que el propio Evo Morales calificó como un intento para confundir a la población.

Debe recordarse que los ataques en medios de comunicación nacionales e internacionales y en redes sociales han sido un elemento recurrentemente utilizado por las élites políticas y empresariales opositoras en ese país desde que Morales asumió el poder, hace casi una década. La oligarquía boliviana, deseosa de recuperar muchos de sus privilegios que ha perdido en ese periodo, ha empleado numerosos recursos legales e ilegales –desde la cerrazón parlamentaria hasta las conjuras de asesinato– para descarrilar el proyecto de transformación social y nacional del actual gobierno. Ahora, ante la previsible relección de Evo Morales, a quien todas las encuestas consideran amplio favorito para ganar en la primera vuelta, se reactivan los ataques soterrados en conjunto con acusaciones que afirman que lo que el mandatario busca es perpetuarse en el poder.

Resulta paradójico que esas acusaciones tienen un contexto en el que, como ocurre en otras naciones sudamericanas como Venezuela y Ecuador, los proyectos de transformación social bolivianos han pasado por la aprobación incuestionada de las urnas. Evo Morales llegó a la presidencia en 2005 con un respaldo electoral inusitado de 54 por ciento, y asumió el poder con la promesa de refundar Bolivia. La confianza del pueblo boliviano en su proyecto se vio ratificada en julio de 2006, cuando el Movimiento al Socialismo (MAS) –partido de Morales– ganó la Asamblea Constituyente con 50.7 por ciento de los votos. La tarea principal entonces fue impulsar un proyecto constitucional que reparara los estragos de siglos de dominación de la élite criolla; una Carta Magna de tendencia indigenista, que recuperara añejas demandas populares, que fuera de carácter incluyente y de contenido social y aprobada mediante un histórico referéndum el 26 de enero de 2009. En diciembre de ese mismo año, Morales fue relegido con 63 por ciento de los sufragios, en tanto que el MAS alcanzó el predominio en las dos cámaras del Congreso.

El paso firme mostrado hasta ahora por el movimiento nacional-popular encabezado por Morales, las inequívocas victorias obtenidas por éste durante los pasados nueve años y la perspectiva de continuidad de su gobierno por un lustro más permiten ponderar el alcance de las transformaciones sociales, económicas y políticas que se han concretado en Bolivia en el tiempo que el indígena aymara ha permanecido al frente del Palacio Quemado. Además de generar una nueva institucionalidad que ha resarcido en alguna medida la deuda histórica de ese estado plurinacional con sus pueblos originarios, el país ha puesto en marcha un proceso de redistribución de la riqueza y de avance de la justicia social apalancados por la renacionalización de los hidrocarburos y por un desempeño económico más que aceptable. En un entorno en el que la aplicación del recetario del Fondo Monetario Internacional se ha traducido en ciclos recesivos para países como México, Bolivia ha alcanzado tasas de crecimiento anual superiores a 5 por ciento bajo la conducción de Morales y la aplicación de un modelo económico alternativo.

A reserva de conocer los resultados que arrojen los comicios de hoy, da la impresión de que el mayor reto para Bolivia de cara a los mismos es consolidar los avances y la estabilidad conseguidos por ese país en los años recientes en el ámbito político, económico e institucional. Cabe esperar que la nación andina lo consiga y que, tras la cita electoral de hoy, pueda salir fortalecida.