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A los normalistas de Ayotzinapa les sobra determinación, pero les falta brújula

Iguala: entre el valor de los familiares de los desaparecidos y la normalidad de los políticos
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Caravana de normalistas de Ayotzinapa y la Upoeg abandona la comunidad de Santa Teresa –unos 15 kilómetros al sur de Iguala– durante la expedición que emprendieron para encontrar a los 43 estudiantes desaparecidos hace dos semanasFoto Lenin Ocampo Torres
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Periódico La Jornada
Sábado 11 de octubre de 2014, p. 7

Iguala, Gro., 10 de octubre.

Cuatro autobuses de pasajeros llegan a las inmediaciones de esta ciudad cargados de valor y esperanza: viajan en ellos estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, con padres y madres de los 43 muchachos ­desaparecidos.

Antes de llegar a Iguala, el convoy –que completan miembros de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg) a bordo de vehículos pequeños– se desvía y agarra camino hacia Acaquila, donde les han dicho que existe un templo abandonado, donde les han dado esperanzas de encontrar a sus hijos, a sus hermanos.

Se detienen a fuerza en Acayahualco, municipio de Tepecoacuilco . Los autobuses tienen que hacer pesadas maniobras porque la calle principal está cerrada: meten los tubos del drenaje.

Algunos jóvenes bajan de los camiones y buscan la sombra. Uno abre un libro, lo abre en una página marcada con un doblez y sigue en la tarea de subrayar cuidadosamente, con lápiz, el poema Desaparecidos, de Mario Benedetti: Están en algún sitio / nube o tumba / están en algún sitio / estoy seguro / allá en el sur del alma / es posible que hayan extraviado la brújula / y hoy vaguen preguntando / preguntando dónde carajo queda el buen amor / porque vienen del odio.

A los normalistas de Ayot­zinapa les sobra determinación pero les falta brújula.

No traen guía ni un plan coherente. Los jefes de la Upoeg van a cargo, supuestamente. Pero ponen sus mapas de Google en la cajuela de un coche y se rascan las cabezas, perdidos. En los mentados mapas no se divisa ningún punto con claridad.

Los vecinos terminan con el plan de llegar al templo abandonado: los autobuses no pueden con ese camino. Sólo podrían llegar a Mayanalán y de ahí tendrían que caminar al menos dos horas.

Eso es ir otra vez al matadero, dice un joven normalista, luego de una fuerte discusión entre los padres de familia y los comunitarios.

Los criminales, hasta en el rincón de la cocina

La zona a la que quieren irse a meter los normalistas es conocida por los lugareños como “escondite de la maña”.

Un hombre que acompaña la caravana cuenta que muchos igualtecos solían venir a estos lares a atrapar langostinos en los arroyos. Yo dejé de venir desde una noche que nos tocó ver a unos cabrones armados que vinieron a tirar bolsas. Apagamos la vela y nos quedamos calladitos. Luego leí en los periódicos que habían encontrado unos cuerpos por acá.

Todos sabemos que por acá son lugares para tirar descuartizados, dice una vecina que pela tamaños ojotes ante la presencia de los estudiantes. “Allá para Rincón de la Cocina –así se llama la comunidad, en serio– y también para Acaquilpa.”

Los taxistas cuentan que hasta hace poco cualquiera de sus compañeros que venía a dar aquí desaparecía para siempre.

Es la corriente donde la debilidad institucional manda.

Los comunitarios de la Upoeg regresan a Iguala y dejan atrás a los normalistas y las familias.

La agrupación de la Costa Chica está aquí en solidaridad con los familiares de 17 muchachos desaparecidos que provienen de su zona de influencia.

–¿Cómo ve al gobernador? –se pregunta a Miguel Ángel Jiménez, quien coordina el operativo por la Upoeg.

–Mal. Se debe ir. Hay que estarle dando como cuchillito de palo.

Sin embargo, ayer, el principal dirigente de la Upoeg se reunió con el gobernador, cuya oficina de prensa insertó hoy en los periódicos locales una foto donde el líder aparece con Ángel Aguirre. Según el pie de grabado, la junta tuvo por objeto dar seguimiento a los proyectos y obras que habrán de incluirse en el presupuesto 2015. Eso es visión de futuro.

La normalidad según los políticos

Las nuevas fosas –del hallazgo anunciado por el procurador Jesús Murillo Karam­– están donde estuvieron las viejas fosas. En abril y mayo pasados, en la zona que ahora las autoridades federales sellan a piedra y lodo, fueron halladas varias fosas y sacados de ahí 19 cuerpos. El gobierno del estado no ha informado de resultados de las investigaciones, ni siquiera ahora que está necesitado de demostrar su compromiso en la lucha contra la delincuencia.

Los reporteros que intentan burlar el cerco por las veredas se topan con un infranqueable muro de marinos que protege la caótica y hostil investigación –Amnistía Internacional dixit– del gobierno mexicano.

Según los vecinos de la zona, desde temprano ingresaron tres camionetas del forense, pero ninguna con los peritos internacionales cuya participación demandan los familiares de los desaparecidos.

Ya entrada la tarde, un vocero de la PGR dice a la prensa que se trata de tres fosas y que están trabajando en una cuarta.

Los vecinos de la zona cuentan que era frecuente el paso de hombres con armas largas, así como escuchar gritos de dolor y balazos, que allá arriba sembraban mariguana y que el año pasado el gobierno tumbó por ahí un narcolaboratorio.

Los diarios están llenos de declaraciones de los políticos locales que juran que Iguala ha vuelto a la normalidad y conminan a los ciudadanos a acudir al ayuntamiento a hacer las gestiones de costumbre.

Informe legislativo

Mientras el PRD, en su errático control de daños y con la mira puesta en 2015, considera necesario un acuerdo político entre gobierno federal y partidos políticos para que los candidatos sean investigados y se descarten nexos con el crimen, el senador perredista Sofío Ramírez, un dechado de sensibilidad política, llena Iguala de pendones que anuncian su informe legislativo.

Pasan bajo la propaganda los cada vez más visibles gendarmes que han sustituido a la policía local.

El Congreso del estado, por su parte, ha formado ya una comisión especial para dar seguimiento al caso.

Para no dejar dudas sobre la convicción de la clase política guerrerense de llegar hasta las últimas consecuencias, el joven y muy beligerante diputado Rubén Figueroa Smutny, cuya familia estuvo vinculada a la guerra sucia de los 70 y a la masacre de Aguas Blancas, es integrado a la flamante comisión.