Opinión
Ver día anteriorSábado 4 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sociedad civil, desconfianza y descontento
A

dos años del inicio de la presente administración, poco podemos decir que hayan cambiado o mejorado las condiciones de inseguridad, incertidumbre, impunidad, corrupción, autoritarismo, pobreza y estancamiento económico respecto de las que vivimos durante el gobierno anterior, pero a ello debemos añadir hoy, por una parte, la virtual entrega de los recursos nacionales para su explotación irresponsable tanto a empresas nacionales como extranjeras y, por la otra, el claro uso de violencia para intimidar a la población por parte de los organismos creados supuestamente para proporcionarle seguridad.

De todo ello nos hablan la ley bala de Puebla; el envenenamiento de los ríos de Sonora; la continuidad de noticias de violencia, muerte y desapariciones por el crimen organizado; el virtual fusilamiento de un grupo de jóvenes en Tlatlaya por elementos del Ejército; la impunidad de que gozan los señores dueños de Oceanografía y de Mexicana de Aviación; el surgimiento de las autodefensas en Michoacán para llenar el vacío dejado por las autoridades; la desaparición de jóvenes normalistas en Guerrero; la imposición autoritaria de normas y programas de estudio que son hoy motivo de protesta de estudiantes del Politécnico y la corrupción imperante en Veracruz y en la mayor parte de los estados de la República. En estas condiciones resulta difícil, si no imposible, pensar que el actual gobierno priísta piense en echar para atrás sus políticas actuales claramente autoritarias y contrarias a los intereses de la nación.

De la misma manera, el aparato electoral que ha sido creado, supuestamente, para garantizar el manejo del gobierno por personas honestas, capaces y comprometidas con el bienestar del pueblo ha resultado ser todo menos eso. Ello no viene desde luego a ser responsabilidad de este gobierno, sino el producto de un Estado enfermo, que termina corrompiendo todo lo que construye. México, nuestro país, ha vivido mejores tiempos, aun en las épocas de autoritarismo presidencial, y puede volver a vivirlos en la medida que la sociedad civil sea capaz de organizarse para conformar el contrapeso que debieran ser los partidos políticos, los cuales parecen ser hoy meros apéndices del sistema, dispuestos a vender sus votos a cambio de prebendas e impunidades, tal como se ha visto en el actual periodo de gobierno. Aquí es desde luego necesario señalar la existencia del partido fundado por Andrés Manuel López Obrador como una esperanza de cambio, mas no exenta de caer en las redes del actual sistema de corrupción, tal como terminó sucediendo con el Partido de la Revolución Democrática.

A partir de mi propia experiencia en organizaciones de la sociedad civil, surgidas de manera natural de la necesidad colectiva e imperiosa de hacer frente a problemas específicos, puedo afirmar que su operación deja huellas de que las cosas se pueden hacer de manera diferente, y que cuando logran hacer conciencia en sectores importantes de la población, llegan a tener tanta o más fuerza que los mismos partidos políticos, excepto que en todos los casos la existencia de estas organizaciones ha sido efímera, en la medida que se desgastan, cumplen su cometido o sus líderes son coptados por el sistema.

La reciente celebración del 2 de octubre llama a reflexión sobre la importancia que tuvo este movimiento de profesores y estudiantes en los cambios que obligó a hacer al sistema político, unos positivos y otros no tanto; de igual manera, la participación de la sociedad civil en los procesos electorales que siguieron al fraude cometido en 1988 tuvieron un impacto en las elecciones estatales siguientes, logrando por vez primera que candidatos de otros partidos comenzaran a tener acceso a las gubernaturas en los años siguientes, culminando con la organización de la Alianza Cívica, que hizo de las elecciones de 1994 el proceso electoral más vigilado de la historia, obligando al gobierno a crear una organización electoral independiente del gobierno.

Desde luego que nada de esto fue suficiente, pues, como hemos visto, ese organismo terminó corrompiéndose en pocos años hasta llegar a la penosa situación que vivimos en 2012 y que se replica en la mayor parte de los estados. Ello, sin embargo, nos deja un mensaje y una lección clara. Si la sociedad civil no ha logrado cambios perdurables y útiles para el país, se debe a dos razones: la necesidad de realizar algunas acciones que conduzcan a la conformación de la sociedad civil como organización permanente, que vigile y denuncie de manera sistemática las acciones del gobierno y partidos políticos, que fomente una cultura de respeto a las leyes y a los valores que deben guiar a la sociedad y que hoy se aboque a denunciar y combatir el problema más acuciante y grave que enfrenta nuestro país, que sin duda es la corrupción sustentada en la impunidad como forma de gobierno, la cual se replica en muchas de las actividades económicas y sociales que se realizan en el país entero.

Hoy sin lugar a dudas estamos viviendo tiempos que no imaginábamos hace 30 años, por más imaginativos y pesimistas que hubiésemos sido; en este tiempo existe el pensamiento recurrente de que cada gobierno termina siendo el más malo, más deshonesto, más irresponsable y menos comprometido con la sociedad, hasta que llega el siguiente, pero ello sucederá mientras no pongamos un hasta aquí a lo que hoy conforma la realidad en la que vivimos.

Seguramente muchos lectores pensarán que esta es una utopía, pero no lo es, como pretendo mostrarlo en algunos de mis siguientes artículos.