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Participó Ignacio Guido Montoya, nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo

Con un concierto de jazz y folk exorcizan el horror de la dictadura argentina

El acto fue parte de Arte por la Paz, movimiento que viajará por ese país

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Ignacio Guido Montoya Carlotto (en la imagen) y el percusionista Juano Falcone, nietos recuperados, protagonizaron uno de los momentos más emotivos de la nocheFoto Xinhua
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 3 de octubre de 2014, p. 9

Buenos Aires, 2 de octubre.

Entendiendo el arte como herramienta transformadora, Abuelas de Plaza de Mayo, acompañadas por centenares de artistas de diversas disciplinas, presentaron la noche del martes, en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), otrora uno de los mayores centros clandestinos de detención, tortura y exterminio durante la pasada dictadura militar (1973-1986), el proyecto Arte para la Paz Argentina, pero también en América y el mundo.

En el contexto de esta presentación, que reunió a más de medio millar de personas, se vivió uno de los momentos más emocionantes cuando Ignacio Guido Montoya Carlotto, el nieto 114 recuperado por las Abuelas, brindó un concierto de jazz-folk, como forma de exorcizar aquellas tinieblas del horror vivido en ese lugar, donde fueron desaparecidos unos 5 mil detenidos, muchos de ellos arrojados al mar en aviones de la Marina.

Junto a Estela de Carlotto, la abuela que buscó durante 35 años a Ignacio Guido, y que lo encontró recientemente, estaban los músicos y cantantes León Gieco y Raúl Porchetto, así como otros artistas y escritores, que al final cantaron juntos con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en un acto de enorme simbolismo, una noche donde el amor venció al horror.

Arte para la Paz se propone promover valores como la convivencia, la solidaridad, la justicia, la igualdad y la verdad. Será un movimiento itinerante, con la participación de músicos, cantantes, bailarines, escritores, poetas y pintores que estarán por todo el país.

La reunión se realizó en un lugar también simbólico en este enorme espacio para la memoria, en que se ha convertido la ESMA: el Centro Cultural Haroldo Conti, en homenaje a este desaparecido escritor, uno de los más importantes de aquella generación. Fue un encuentro memorable, donde, como dijo Estela de Carlotto, se plantó la bandera de la paz.

Los artistas y ciudadanos que nos adherimos a Arte por la Paz nos encontramos en comunión con estos valores y entendemos el arte como herramienta transformadora. La dimensión emocional y comunicativa que nos brinda el arte da posibilidades infinitas de construir vínculos y espacios donde primen el amor y el respeto al otro.

Eduardo Jozami, periodista escritor y ex detenido, recordó que todo aquel que sinceramente quiere la paz, tiene que respetar los derechos de los pueblos, la igualdad de las naciones. Esta iniciativa interpreta la mejor tradición del movimiento de los derechos humanos que es, ante todo, un símbolo de paz, añadió.

Esto no es un concierto, ni un espectáculo, es una especie de comunión artística que se manifiesta por la paz, dijo Gieco, uno de los promotores del proyecto .

“Estamos convencidos de que la paz es una concentración de poder, y es ese poder el que queremos articular. Todos los días la televisión nos dice que hay muchos motochorros (delincuente que roba en una motocicleta). Bueno, nosotros sabemos que hay muchos más poetas que motochorros”, dijo Porcheto.

Sólo le pido a Dios

Pero además de varias expresiones artísticas, fue el concierto de Ignacio Guido junto al percusionista Juano Falcone, otro nieto recuperado, lo que hizo de la noche en la ESMA un momento único despúes de la presentación de videos del Ballet de Danza Contemporánea, en uno de los cuales Giecco baila con Estela de Carlotto.

Se escuchó una versión de Sólo le pido a Dios, de Gabriel Meyer, hijo del rabino Marshall Meyer, que se interpretó en árabe, hebreo y otros idiomas. Asimismo, hubo expresiones plásticas y fotográficas, pero el silencio se hizo cuando Ignacio Guido y Juano subieron al escenario.

El arte puede marcar un camino para cambiar las cosas, la realidad. Creo que puede ser tan útil como la política, señaló el nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Era la segunda oportunidad en la que Ignacio Guido se presentaba a tocar en el predio de la ex ESMA. La primera vez fue en mayo, cuando aún no sabía que iba a encontrar a su familia biológica. Simplemente había ido al lugar con la Orquesta Errante, que dirigía para cantar por la memoria.

Sólo dos meses después, por su voluntad, buscaría su identidad. Y así vio la inmensa luz de la verdad, cuando en agosto pasado se encontró con las familias de su madre y su padre, ambos asesinados y desaparecidos por la dictadura. Todos coinciden en señalar que si el joven no hubiera ido en busca de su identidad, hubiera sido muy difícil encontrarlo, ya que fue entregado por un terrateniente a un sencillo peón de campo y su esposa, con los que creció muy amado, como él mismo dice. Allí mismo, donde sin saber por qué, comenzó su pasión por la música, una herencia, una “marca de amor de los suyos.

Tocar aquí es resignificar este lugar todos los días; tocar acá es una buena forma de hacerlo. Estos cinco meses fueron muy intensos. Recuperé mi identidad y eso no es poco, dijo el joven hijo de Laura Carlotto y Jorge Montoya, militantes secuestrados en 1977 por las fuerzas represivas.

El nieto 114 recordó que la identidad es un trabajo colectivo en el que están involucrados varios actores sociales. Estamos en este espacio por la lucha de muchas personas y organismos. La construcción por la memoria, la verdad y la justicia nos distingue como país en América Latina, agregó.

El concierto mostró la calidad de músicos de su nuevo grupo. Entre cada canción dejó claro que en sus composiciones y su poesía ya contaba la historia de su vida antes de saber quién era, de recuperar su identidad. Este es el milagro del amor que perdura sobre la muerte entre canción y canción, una herencia genética que lo hizo desafiar todo, tan misteriosamente.

Aferrado a la creación, recordó que la política no es la única forma de cambiar el mundo, porque construir historia es una manera de escribirla.