Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXXI

D

os huidas…

Muy triste fue para El Ciclón que no lo contrataran para la temporada invernal en México –tanto en El Toreo como en la Plaza México–, ya que mucho le hubiera gustado alternar con Manolete, pero váyase a saber qué motivó esta forzada ausencia, aunque, a modo de consuelo, quedaba el que alternarían juntos en Sudamérica.

Carlos, su mamá, Andrés y Fernando Gago, Alejandro Montani y el picador se embarcaron rumbo a Buenos Aires, resultando aquel viaje algo inolvidable, ya que la gran artista española Imperio Argentina iba también de pasajera y ella enseñó a Carlos algunos pases de baile que mostraron, durante alegre fiesta, a los pasajeros que les pedían que repitieran el show, a lo que Carlos se negó y lo mismo sucedió con un empresario teatral gaucho que muy buen dinero les ofreció y a lo que ambos dijeron que nones.

Buenos Aires estaba viviendo momentos de gran agitación y unos revoltosos al verlo bien vestido, se le fueron encima, con ánimo de golpearlo y a duras penas les explicó que era mexicano, así que lo soltaron, aunque, eso sí, con la ropa hecha jirones.

A poco, las fuerzas públicas se enfrentaron con unos manifestantes con gases lacrimógenos y una buena rociada le tocó a Carlos que estuvo varios días con los ojos irritados y con la visión nublada.

Esa fue una.

+ + +

Y hubo otra.

Vistas las cosas, decidieron pirarse de Buenos Aires y por ferrocarril se fueron a Santiago de Chile y de ahí, por avión, a Lima, para participar en su primera corrida y en la capital peruana pudieron enterarse de la cornada que sufriera Manolete en su presentación en El Toreo, el 9 de diciembre de 1945 y que, una vez sanado, la estaba formando en grande en la capital y en los estados.

El debut de Carlos en Lima fue todo un éxito, ya que cortó cuatro orejas y un rabo a toros de La Viña, pero, después, fue todo lo contrario.

Resulta que en la siguiente tarde tuvo que vivir una espantosa bronca, ya que le tocó vérselas con un bicho ya toreado que se le iba encima de continuo y, a duras penas, pudo pedir permiso a la autoridad y fue en esas que la perita en dulce se le fue a la espalda, por lo que Carlos le dio un único trapazo antes de pasaportarlo de certero espadazo y ahí fue Troya. Cojines, ladrillos, botellas y quién sabe cuántos proyectiles más y aunque a su segundo, un buen toro mexicano de La Punta, lo toreó dándolo todo, las opiniones se dividieron: la mitad de la plaza en favor y el resto en contra, optando por venirse a México y en el aeropuerto se encontró con Manolete, que había ido a esperarlo.

Buen amigo.

Se fue El Ciclón a conocer la Plaza México que mucho le impresionó, según comentó, por su grandiosidad y, a poco, otra vez a Lima, para cumplir lo que tenía firmado y para allá se fueron los dos.

Como apuntamos, a Lima se fueron, y en Lima tuvo el de Córdoba una gran presentación y en Lima tuvo el de México una triste despedida, ambos por formidables faenas, así que Carlos decidió poner tierra de por medio y a Medellín, Colombia, se fue y por allá, en tres visitas al ruedo de La Macarena tuvo otros tantos triunfos y cuando Manolete lo alcanzó hubo varios más resonantes éxitos, ofreciéndoles la empresa aceptaran dos tardes más, lo que no pudo ser ya que tenían firmadas tres corridas para Venezuela, la última de ellas mano a mano, tarde en que ambos bordaron el toreo y fue este festejo el que marcó el fin de sus respectivos contratos en Sudamérica.

Manolete se fue a España y El Ciclón a México y aquí lo recibieron, ahora sí, con bombos y platillos, en banquetes, cenas y mil invitaciones, a lo largo de dos meses, antes de que marchara a la Iberia para la temporada 1946, decidido a torear menos corridas que en la temporada anterior.

Manolete anunció que no torearía ese año, quedando, pues, Arruza con una responsabilidad no compartida.

Fue su debut en Barcelona, dónde la armó –una vez más—a lo grande, pero antes que tal sucediera, tuvo que vivir un auténtico calvario, orquestado por un periodista que juró tomar venganza contra El Ciclón, porque éste se había negado a brindarle un toro.

+ + +

Y Fragaritis que no deja de…

(AAB)