Opinión
Ver día anteriorDomingo 14 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un homenaje inesperado
H

ace una semana, precisamente en Puebla, ciudad a la que me siento muy vinculado porque gracias al entonces gobernador, licenciado Mariano Piña Olaya, y a su esposa, la doctora Patricia Kurczyn, hace algunos años organizamos allí mismo una serie de Congresos Iberoamericanos de Derecho del Trabajo, que tuvieron un éxito notable.

Ahora el motivo fue otro, precisamente la generosidad del doctor Arturo Fernández Arras y de su esposa Sonia Gutiérrez Ávalos, organizadores eficaces de Cenijur (Centro de Investigación Jurídica), que formaron originalmente en pleno campo, a medio camino entre la ciudad de México y Puebla, y que ahora celebraron la conclusión de una maestría en derecho laboral y otra de doctorado, la primera con 15 alumnos y la segunda con siete. Arturo y Sonia, mis amigos desde hace muchos años, tuvieron a bien ponerle mi nombre a la medalla entregada a los acreedores a los títulos correspondientes.

En realidad yo habría estado en el Cenijur, hace algunos años, y me llamó la atención que en ese espacio campestre se hubiera organizado de manera permanente la impartición de una maestría y un doctorado en derecho. Conocí entonces sus instalaciones y domicilio personal que me llamaron poderosamente la atención, dado que no es nada frecuente que un organismo de cultura con las pretensiones del Cenijur se establezca en pleno campo.

Lo que más me sorprendió hace muchos años y ahora pude confirmar es que no solamente se organizaran los cursos para impartirse en ese lugar que según entiendo está cerca del poblado de Tlahuapan, precariamente comunicado con la carretera México-Puebla por un camino de tierra, pero con instalaciones amplias y suficientes, lo que comprende un biblioteca especializada y salones de clase.

Admiro en Arturo y Sonia el valor que demostraron al fundar esa Institución en ese lugar. Pero sobre todo me llamó la atención que hubiera muchos alumnos que evidentemente residen o en Puebla o en la ciudad de México, que se hayan inscrito para estudiar una maestría o un doctorado, bajo condiciones tan particulares. Honestamente nunca pensé que Arturo y Sonia tuvieran éxito en esa empresa y lo único cierto es que lo tuvieron, como se demostró ahora en el acto celebrado en Puebla en el que, ocupando un excelente local en el que me llamaron la atención las togas y birretes que utilizaron los graduados y que yo mismo tuve que usar, por razón natural. Obviamente podía yo haber llevado a Puebla mi propia toga y mi propio birrete, pero a mi buen amigo Arturo no se le ocurrió sugerírmelo. Afortunadamente el birrete fue lo suficientemente grande para que me pudiera servir.

Me llamó la atención el entusiasmo de los receptores de los grados, que celebraron en una cena abundante, con fondo musical no muy selecto, por cierto, el fin de sus estudios.

Ahora se imparte también en el Cenijur una maestría en derecho constitucional y amparo y están por iniciarse las especialidades en derecho municipal en juicios orales, una maestría en derecho administrativo y fiscal, otra en derecho de los negocios y una más en derecho penal y ya están planeando iniciar operaciones este mismo año en Cancún, y precisamente en este mes de septiembre, en Guadalajara.

Arturo tiene la gracia de que es un notable especialista en derecho del trabajo, como lo ha demostrado con sus trabajos presentados en diversos congresos de la especialidad. Sonia, su esposa, es ya maestra en derecho laboral y no creo que tarde en alcanzar el doctorado. Tiene facultades de sobra para ello.

Sobre todo me llama la atención el valor de Arturo y Sonia al promover estos cursos fuera del ámbito de la ciudad de México. Lo único que puedo decir es que han demostrado una total eficacia en sus propósitos y desde luego son un ejemplo de dedicación y optimismo, más que justificados por los resultados obtenidos.

Como es natural, estoy profundamente agradecido con ellos porque hayan incorporado mi nombre a su aventura académica, y desde luego saben de sobra que los acompañaré en esa aventura cuantas veces me lo pidan.