n un informe difundido ayer a los medios, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) afirmó que el año próximo el decremento de la producción de petróleo generará una presión a las finanzas públicas
, lo que incidirá, a su vez, en un menor crecimiento de la economía en su conjunto. El documento, que fue entregado la semana pasada al Congreso de la Unión, la dependencia señala que si bien se esperan ingresos tributarios por encima de su nivel histórico, éstos no llegarán a su nivel potencial, dado que la brecha del producto no alcanzará a cerrarse en 2015
, la economía se encontrará 4.8 por ciento por debajo de su nivel potencial y, por tanto, se estiman faltantes de ingresos (de) entre 0.7 y 1.2 por ciento del producto interno bruto asociados al ciclo económico
. En suma, la SHCP estima desde ahora que el año entrante el crecimiento económico del país quedará por debajo de los requerimientos y expectativas.
Ciertamente, el grupo gobernante ha venido advirtiendo que las reformas estructurales que impulsó, en particular la privatización de la industria energética, no rendirían frutos a corto plazo, pero no por ello deja de ser preocupante el anuncio anticipado de un crecimiento insuficiente por tercer año consecutivo en lo que va del sexenio.
Independientemente de las cifras oficiales, los sectores productivos perciben una sostenida contracción que se ha prolongado en 2013 y en lo que va de 2014, todo ello después de 30 años consecutivos de mal desempeño económico: durante el sexenio de Miguel de la Madrid el PIB creció sólo 0.18 por ciento en seis años; 3.96 en el de Carlos Salinas; 3.4 en el de Ernesto Zedillo; 2.03 en el de Vicente Fox y 1.84 en el de Felipe Calderón. Entre 2013 y 2014 el indicador correspondiente es de 1.9 en promedio anual, si se toma la estimación de la Secretaría de Economía, y de apenas 1.7 si se considera la cifra calculada por el Banco Mundial. En contraste con tales resultados, a lo largo del periodo conocido como desarrollo estabilizador, caracterizado por la economía mixta, la sustitución de importaciones y los mecanismos de redistribución de la riqueza y movilidad social (desde el gobierno de Manuel Ávila Camacho hasta el de José López Portillo), el PIB experimentó crecimientos anuales promedio superiores a 6 por ciento, que es precisamente el índice que el país requiere actualmente, no para recuperar lo perdido en la treintena del neoliberalismo, sino para evitar mayor deterioro del nivel de vida y la capacidad adquisitiva de la población.
Sin embargo, la SHCP ha venido reduciendo sus previsiones para el año entrante desde el original 4.7 por ciento estimado en la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria a 4 por ciento y después a 3.7 (según el titular de esa dependencia, Luis Videgaray, en la entrega del paquete económico 2015), aunque otros actores, como el Banco Mundial, pronostican sólo 3.5 por ciento. Si se considera que los analistas consultados por el Banco de México estiman un crecimiento anual promedio de entre 3.92 y 4 por ciento para el decenio 2015-2024, la perspectiva resulta a todas luces alarmante, no sólo porque ello significaría prolongar la caída del ingreso real, el desempleo y la pobreza, sino también por el desafío de gobernabilidad que esos fenómenos conllevan.
Puede argumentarse que en la escena internacional Latinoamérica en su conjunto pasa por un periodo de crecimiento escaso e insatisfactorio, lo cual es cierto. Pero debe considerarse que países como Argentina, Brasil y Chile vienen de lapsos de expansión acelerada, en tanto que el nuestro ha ingresado ya en su cuarta década de crisis recurrentes, carestía, congelación salarial y deterioro del ingreso.
Las perspectivas trazadas debieran bastar, finalmente, para hacer evidente la improcedencia y la imprudencia de mantener a rajatabla el modelo neoliberal vigente desde hace tantos años, y la urgencia de formular una política económica orientada a satisfacer las necesidades de la población antes que los intereses de los grandes capitales.