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Los de Abajo

El nuevo aeropuerto

E

l triunfalismo priísta derrochado en el anuncio de la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México contrasta con la resistencia que mantienen los ejidatarios agrupados en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco, quienes, aunque reconocen la descomposición del tejido social comunitario como consecuencia de estrategias de engaño y manipulación del régimen, están dispuestos a volver a dar la batalla.

La situación no es la misma de la de hace 13 años, cuando, tomados por sorpresa por un decreto de expropiación fechado el 22 de octubre de 2001 por el entonces presidente Vicente Fox, los cinco núcleos ejidales de Atenco y las 13 comunidades afectadas empredieron una lucha que culminó con una de las victorias más notables del movimiento social y campesino de las últimas dos décadas. En estos años el gobierno no perdió el tiempo y, literalmente, entró casa por casa, dividiendo comunidades y manipulando asambleas y, simultáneamente, organizando la infraestructura secundaria para hacer posible lo que se vislumbra, si se concreta, como el proyecto del sexenio.

“Nosotros –recuerda Ignacio del Valle, del FPDT– en 2001 teníamos dos caminos: o dejarnos despojar o defender la tierra como fuera, porque agotamos la vía legal y el derecho legítimo que tenemos como pueblos originarios.”

Hoy, explica Del Valle, ya no se da el despojo a través de la expropiación de nuestras tierras, sino de la tentación de la compra de la tierra. Quienes han sucumbido a la tentación no saben el daño que esto puede llegar a causar a todo un pueblo, sentencia.

Y así es. Los 160 mil empleos que promueve el gobierno como consecuencia de la obra convertirán a la población campesina en maleteros, meseras, choferes, en la servidumbre del sistema. Es la muerte para una de las regiones agrícolas más fértiles y generosas del altiplano mexicano.

Por eso, reitera Ignacio del Valle, nuestra resistencia no tiene que ver con lo económico, o con que no nos estén pagando lo suficiente por las tierras, pues nosotros nunca le hemos puesto precio a la identidad.

Luego de la victoria de los atequenses en 2003, vino la venganza del gobierno en mayo de 2006, con la represión a todo un pueblo y el encarcelamiento de decenas de ejidatarios, entre ellos tres de sus principales dirigentes. La siembra del miedo mientras operaba la estretegia de compra de voluntades empezó a operar. Trece años después, el proyecto y sus implicaciones son los mismos.

Que nos dejen en paz, es el grito desde Atenco. Su lucha, más que simbólica, está de nuevo en las calles.

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