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Sus padres fueron asesinados por la dictadura argentina en los 70

Nieto de Laura Bonaparte lucha desde hace 18 años por recuperar su identidad
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de agosto de 2014, p. 29

Buenos Aires, 19 de agosto

En una conmovedora carta el médico Hugo Roberto Ginzberg, nieto de la ya fallecida Madre de Plaza de Mayo Laura Bonaparte, solicitó recuperar su identidad, por lo que lucha desde hace 18 años.

En el texto publicado en Página 12 relata que el pasado 2 de agosto fueron depositados en el mausoleo de los caídos en Monte Chingolo (un cuartel) en el cementerio de Avellaneda, los restos de su madre, Aída Leonora Bruschtein Bonaparte, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Aída fue capturada y asesinada el 24 de diciembre de 1975 en momentos en que ella había podido atravesar un cerco del ejército e intentó regresar para salvar a otros compañeros.

Sólo dos meses antes el 21 de octubre, Aída había dado a luz, en la clandestinidad a Hugo (Huguito como lo llamaba su abuela), cuyo padre era el compañero de militancia Adrián Saidón.

Le pusieron por nombre Hugo Roberto Saidón, pero nunca pudieron registrar su acta de nacimiento.Los días posteriores al asesinato de mi mamá, mi abuela Laura Bonaparte fue a pedir información y reclamar el cuerpo de su hija. Le respondieron que el cuerpo acribillado estaba bajo secreto de sumario y le ofrecieron una mano en un frasco de formol. Ella y su ex marido, mi abuelo Santiago Bruschtein, iniciaron un juicio por asesinato a las Fuerzas Armadas. El 24 de marzo de 1976 fue asesinado mi papá, Adrián Saidón y continúa desaparecido.

Entonces sus tíos Irene Bruschtein y Mario Ginzberg, anotaron a Hugo como su propio hijo, porque no había opciones en medio de la persecución a que estaban sometidos. Fue inscrito como Hugo Roberto Ginzberg.

Pasamos un año y medio juntos como familia, con ellos y mi prima hermana Victoria Ginzberg, hasta que un grupo de tareas del ejército allanó la casa donde vivíamos. Victoria tenía casi tres años; yo, dos. Presenciamos el secuestro y nos dejaron en la casa de unos vecinos. Irene tenía 21 años; Mario, 24, y creemos que fueron trasladados a Campo de Mayo. Continúan desaparecidos.

Relata también cómo su abuelo Santiago Bruschtein, enfermo cardíaco, fue secuestrado en junio de 1976. Nunca nos entregaron el cuerpo. Muchos años después, aparecieron en algún archivo policial las fotos de un grupo de cadáveres incendiados en un predio de Cañuelas (provincia de Buenos Aires) entre los cuales se reconoce la mitad del rostro de mi abuelo, junto al cuerpo calcinado de una mujer con un avanzado embarazo.

En esos momentos fue secuestrado otro hermano de su madre, mi tío Víctor Bruschtein, junto a su compañera Jacinta Levi, que continúan desaparecidos.

El doloroso relato da cuenta de que en 1984, su abuela Laura Bonaparte, qien estuvo exiliada en México, encabezó la primera excavación en fosas comunes “buscando identificar restos de desaparecidos, en el fondo del cementerio de Avellaneda, en una zona que era un basural … Hay una foto terrible, que fue tapa de la revista Life, y que en parte impulsó la conformación del Equipo Argentino de Antropología Forense”, cuenta Hugo.

La emotiva carta recuerda su visita al lugar donde estaban los restos de su madre Aida, que fueron identificados en parte con mi ADN. Pero cuando fui a realizar los trámites para poder llevarla al mausoleo, en el juzgado me contestaron que no podía porque no era el hijo, ya que mi DNI es el de Hugo Ginzberg. Mi tío Luis, el único familiar vivo de mi madre reconocido por el Estado, se ocupó de realizar los trámites. En los ministerios tampoco me reconocen como hijo de Irene y Mario. Es razonable, primero porque es cierto y además porque mi expediente en la Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) en el que solicito al Estado que interceda institucionalmente ante la Justicia para recuperar mi verdadera identidad lleva ya 18 años de iniciado.

Cuando en agosto de 2013 murió su abuela Laura antes de ir al cementerio charlamos con Franca, mi hija de cinco años (Carmela es más pequeña), sobre el ADN, porque despedíamos a su abuela 38 años después...Mis padres arriesgaron su vida y anotaron en los registros del hospital, con sus verdaderos nombres, que ellos dos eran los padres de ese bebé buscado y deseado, señala Hugo y han esperado demasiado tiempo que él y sus hijas lleven con orgullo los apellidos que nos pertenecen, será en poco tiempo o será en otros 38 años, pero será.