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Bienal Tamayo: lo que hay es lo que hay
N

o hay duda respecto de la vigencia perenne de la pintura y de sobra sabemos que hay personas, especialistas o no, que reflexionan sobre este medio en todas partes del mundo, entre ellas están promotores, curadores, artistas, profesores, galeristas, innumerables consumidores de pintura siempre interesados en este medio que supuestamente es tradicional, aunque desde hace rato en México se considera amenazado por la emergencia y vitalidad de los no ya tan nuevos medios que privan en las numerosas ramificaciones del arte conceptual y de las nuevas tecnologías, pero la pintura también es conceptual y no lo es debido a que lo haya enunciado en uno de sus principales aforismos Leonardo da Vinci en la misma época en la que se inventaron los jurados y –si se quiere– hasta las curadurías, el siglo XV italiano. Lo es desde que se inventó la pintura, probablemente en la época de las cavernas o antes, pero la misma medida, la pintura es artificio: hay que hacerla.

Sobre lo que brinda la edición 16 de la Bienal de Pintura Rufino Tamayo voy a citar textualmente palabras emitidas en una de las reuniones previas a la emisión de la convocatoria. Pablo Rulfo dijo “que la bienal sea una bienal dedicada a la pintura, que otros medios no se sobrepongan, que no haya mezcla. Se margina la pintura cuando que la actividad pictórica sigue siendo intensa…”

La directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda (Maraki), afirmó: Detrás de la convocatoria no habrá suspicacias. Todos están (estamos) obligados a escuchar todas las opiniones.

Francisco Castro Leñero, a su vez, señaló que la pintura “no es un arte nostálgico, tampoco es meramente importante por ser un medio histórico. Los pintores no somos contrarios a ningún otro medio de expresión. Pero los pintores pintan. La pintura ha sabido sobrevivir y hay que aprovechar esa energía…”

Carmen Cuenca, directora del Museo Tamayo Arte Contemporáneo, indicó: Los comités curatoriales deben tener oportunidad de viajar. Tiene que hacerse investigación.

Esto último querría decir: ¿quiénes pintan y dónde? De allí se generó la moción de que el curador en jefe, Érik Castillo, crítico de arte actualizado, yo diría que ampliamente reconocido, visitara talleres, galerías, centros culturales en varios estados, no en todos, porque ni viajando dos años se podría generar un elenco que sería en el mejor de los casos algo más que un índice de nombres.

El resultado está a la vista, las participaciones de varias entidades de la República son evidentes, aunque el mayor porcentaje de la elección sigue correspondiendo al Distrito Federal. Es inevitable, los centros productores de pintura de mayor importancia son las dos escuelas (hoy día una de ellas ya no es escuela, sino facultad de la Universidad Nacional Autónoma de México, cosa no trascendente).

La preocupación del INBA en torno al futuro de la Bienal de Pintura Tamayo no es reciente, pues se han establecido de manera periódica varios comités de discusión.

Podemos preguntarnos, ¿por que razón interesa la supervivencia de la Bienal Tamayo?, ¿por respeto y veneración al propio maestro?, ¿porque el acervo tamayesco es uno de los más abundantes e importantes con los que cuentan las dependencias oficiales, aunque muy de vez en vez se exhiba en su mayor parte?, parcialmente sí, pero en buena medida también porque la Bienal Tamayo ha sido desde su fundación el certamen de pintura por excelencia, el de más amplia repercusión curricular y desde hace tiempo es, además, uno de los pocos que se dedica a la exhibición exclusiva de este medio. En ese sentido no equivale a la también prestigiada Bienal Femsa, de Monterrey.

Ya muy ventilada en dos excelentes reportes de Merry MacMasters y una portada en la sección cultural de este periódico, se reitera el hecho de que la presente bienal corresponde a un comité curatorial, capitaneado principalmente por Érik Castillo, quien conoce y reconoce a artistas de todas las generaciones, la muy contemporánea y audaz pintora y docente Patricia Soriano y Luis Hampshire, quien está entre los que consideran que las recientes versiones de la Bienal de Pintura Tamayo decayeron, debido al manejo que de la misma hicieron los jurados seleccionadores.

Respecto de esto diré que excepto la precedente –en la que el más influyente de los integrantes del jurado se botó la puntada de cancelar la inclusión de artistas de muy reconocida trayectoria de su propia generación y de una versión en la que pudiéndose elegir 50 obras, se eligieron sólo la mitad–, mi impresión es que esta bienal curatorial, que es inclusiva sobre todo respecto de participaciones de varios estados, no es muy diferente de las anteriores.

La razón no está en deficiencias curatoriales, lo que se ve es lo que está privando actualmente y se puede constatar, tanto revisando catálogos de anteriores versiones, como recordando exposiciones de pintura reciente, como las que han brindado, entre otras instancias, la Fundación Sebastián y la Galería Arrroniz. ¿La pintura mexicana actual a veces no quiere ser pintura?