Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 17 de agosto de 2014 Num: 1015

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Leer en la voz materna
Alfredo Fressia

González Suárez y
Higgins: la hipérbole
como derivación

Ricardo Guzmán Wolffer

Álvarez Ortega, el poeta español más europeo
Antonio Rodríguez Jiménez

La escritura como
válvula de escape

Ricardo Venegas entrevista
con Elena de Hoyos

El vuelo de la guacamaya en Playas Tijuana
Alessandra Galimberti

Sergio Galindo entre
el delirio y la belleza

Edgar Aguilar

El Bordo (fragmento)
Sergio Galindo

Medio siglo de rock
Miguel Ángel Adame Cerón

La profundidad
del cielo austral

Norma Ávila Jiménez

Desarrollo
Titos Patrikios

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

La profundidad del cielo austral


Ilustración de Juan G. Puga

Norma Ávila Jiménez

Delimitada por el brillo de millones de estrellas integrantes de la Vía Láctea –la galaxia a la que pertenece nuestro Sistema Solar–, y formada por oscuro polvo interestelar, La gran llama, con sus brillantes ojos, las estrellas Alpha y Beta Centaury, cada noche observa a los astrónomos que se internan hasta los confines del Universo, desde el Very Large Telescope (VLT) o Telescopio Muy Grande, ubicado en el Cerro Paranal, en el norte de Chile, a 2 mil 635 metros de altura. Así como los habitantes de antiguas civilizaciones trazaron las constelaciones a partir de la ubicación de las estrellas, los antiguos indígenas chilenos bosquejaron una llama –animal representativo de los Andes–, a partir de las zonas oscuras que se observan dentro del camino lechoso. Quien por primera vez distingue esa figura ubicada casi en el centro de la galaxia, queda atrapado por esa materia interestelar repleta de secretos. La gran llama, El costal de carbón, La cruz del sur y las Nubes de Magallanes, entre otros cuerpos estelares, dan la bienvenida a los afortunados que se zambullen en el océano celeste austral.

Antu, Kueyen, Melipal y Yepun:
los verdaderos cuatro fantásticos

El Observatorio Europeo Austral (eso, por sus siglas en inglés), conformado por quince países –Alemania, Austria, Bélgica, Brasil, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza–, a través de su programa de divulgación, recientemente invitó a representantes de la prensa internacional a visitar varias de sus instalaciones. Conducidos por Laura Ventura, la oficial de divulgación de eso en Chile, dos holandeses, dos estadunidenses, dos alemanes, tres chilenos, un británico, una argentina y quien esto escribe, tuvimos la oportunidad de conocer a los verdaderos cuatro fantásticos integrantes del Very Large Telescope: Antu, Kueyen, Melipal y Yepun, los telescopios que miden 8.2 metros de diámetro en el espejo principal. Sus nombres, que vienen del idioma mapuche, significan: Sol, Luna, Cruz del Sur y Venus, respectivamente. Otros cuatro telescopios auxiliares de 1.8 metros de diámetro en el espejo también forman parte de este observatorio, desde donde es posible ver el Océano Pacífico coronado por nubes.

Antes de subir al área de telescopios, nos instalaron en la residencia de los astrónomos, en donde disfrutamos del salmón, el cordero, la piña, ensaladas con choclo (maíz) y las mermeladas de higo y cereza, entre otras delicias. Como Chile está en zona sísmica, el observatorio y la residencia fueron construidos para resistir temblores. Christian Spille, director de Seguridad de Paranal, asegura que cuentan con agua, gas, petróleo y alimentos para resistir quince días, en caso de que la carretera por donde llegan los insumos resultara afectada por un terremoto.

Ya en la zona de telescopios, Ueli Weilenman, subdirector del Observatorio de Paranal, explica que cada espejo de 8.2 metros de diámetro pesa veinte toneladas, tiene 17 centímetros de grosor y 150 puntos de apoyo debajo. Estos últimos son una especie de soportes que se mueven tres veces por minuto para mantener al espejo plano, sin las depresiones o crestas que puede provocarle su propio peso. A esto se le conoce como Óptica Activa.

“Es diferente a la Óptica Adaptativa, que corrige las deformaciones ocasionadas por la turbulencia atmosférica, a la luz emitida por las estrellas. Para lograr que las imágenes de los cuerpos celestes se vean nítidas, los telescopios tienen, además del espejo principal, uno secundario y otro deformable controlado por computadora, que se mueve doscientas veces por segundo para corregir en tiempo real las distorsiones.” Esta tecnología requiere de una estrella guía creada artificialmente con la emisión de un rayo láser disparado hacia la bóveda celeste, a 90 kilómetros de altura. La crean cerca del objeto a investigar para tener la referencia de cuánto está distorsionada la luz del citado cuerpo en estudio y corregirla. El titilar de las estrellas inspira a los poetas, pero ocasiona dolor de cabeza a los sabios, como diría Saint-Exupéry.

El VLT y el VLTI

Antu, Kueyen, Melipal y Yepun pueden unirse en el Very Large Telescope Interferometer (VLTI) o Interferómetro Gigante del VLT que permite a los astrónomos ver con una precisión dieciséis veces mayor a la obtenida con un solo telescopio. Henri Boffin, astrónomo de ESO, utiliza el VLTI para estudiar sistemas de estrellas binarias masivas. “Podemos estudiar con más detalle cómo interaccionan y las explosiones de supernova (resultado de la muerte de las estrellas masivas).”

Cuando las condiciones atmosféricas no son las adecuadas y no puede realizarse la interferometría, los especialistas trabajan de manera individual. Eso sucedió la primera noche que estuvimos en Paranal. Steffen Mieske, apoyado por su operador de telescopio, Cristian Romero, se dedicó a estudiar galaxias enanas –como son las Nubes de Magallanes–, “las más numerosas en el universo y que nos pueden decir mucho de la materia oscura”, que no se ve pero se detecta por los efectos gravitacionales que provoca en cuerpos celestes visibles.

Con ayuda de espectrógrafos, detectores infrarrojos y otros instrumentos, el VLT y el VLTI han realizado destacados descubrimientos, entre ellos: la demostración de la aceleración de la expansión del Universo; “la obtención de la primera imagen de un planeta extrasolar, ubicado a cincuenta y cinco veces la distancia entre el Sol y la Tierra, y un mayor entendimiento de la masa del agujero negro que está en el centro de la Vía Láctea, equivalente a la de cuatro millones de soles”, asegura Claudio Melo, director del Departamento de Ciencia de eso en Chile.

Las profundidades del cielo austral continuarán estudiándose desde este observatorio cuya oscuridad, estructura, sonidos, movimientos –de las cúpulas y telescopios– quedan grabados en la piel de los felices visitantes.