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Crisis humanitaria
Nunca tuve miedo, dice niña hondureña

Con 8 años, cruzó sola la frontera sur

En coincidencia increíble encontró en México a un primo también en ruta

Empujados por la nostalgia de su familia, sueñan con llegar a EU

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Daniela Paulette y Luis Alonso con su tío Henry Alexi Ordóñez HenríquezFoto La Jornada
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 17 de agosto de 2014, p. 2

Veracruz, Ver., 16 de agosto.

–¿Tuviste miedo?

–Nunca tuve miedo.

–¿Qué viste en tu viaje de Honduras a México, a Veracruz?

–Nada, venía dormida.

–¿Y con quien viajabas?

–Con el guía (pollero).

Daniela Paulette, menuda y delgada, con apenas 30 kilos y ocho años de edad, cruzó la frontera sur de México y vive para contarlo. Su sola presencia es un relato viviente del sufrimiento que experimentan miles de niños, que cada vez en mayor número viajan solos en busca de llegar a Estados Unidos.

Su rostro es afilado y bajo sus ojos marrones, una sombra revela días y noches de vigilia, acaso de llanto, pero ella sonríe y dice que no, que nunca tuvo miedo; ella sólo quiere reunirse con su mamá, Odalis Beatriz, quien actualmente vive en Nashville, Tennessee.

Hace un mes y dos semanas, Daniela viajaba sola con el guía, fue detenida por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y llevada a la estación migratoria de Acayucan, Veracruz, donde se encontró días después con su primo hermano Luis Alonso, de 11 años, a quien no conocía. Ambos pasaron un mes de encierro en la estación y dos semanas más en el albergue del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Veracruz antes de poder salir, ya con papeles de mexicanos.

Al dejarlos bajo la patria potestad de su tío Henry Alexi Ordóñez Henríquez, sus padres, radicados en Estados Unidos, impidieron que estos pequeños fueran deportados a Honduras. Ésta fue la única opción legal que les sugirió el delegado en Veracruz del INM, Tomás Carrillo, para que no formaran parte de la estadística: por esos días, casi una treintena de hondureños, adultos, adolescentes y niños –como Daniela Paulette y Luis Alonso– fueron repatriados.

Luis Alonso narró la experiencia de su viaje en un bus, de Honduras a la frontera con México; su paso por territorio nacional a pie en diversos tramos, por otros en un bus que se llama ADO, y su detención: Me dijo un soldado bájate y yo corrí a buscar mi maleta, para no quedarme sin ropa, y su reclusión en la estación migratoria:

“A veces me daban ganas de morirme. No sabía qué iba a ser de mí. En Honduras no hay trabajo. Los presidentes están arruinando el país y como no hay trabajo lo que hace la gente es robar. Este presidente (Juan Orlando Hernández) dijo que iba a hacer algo, Pepe Lobo (el ex presidente hondureño Porfirio Lobo, 2010-2014) estaba un poco mejor.

Pero nadie sabe lo que un hondureño sufre, dijo el pequeño, cuyos ojos se llenaron de lágrimas. Tomó aire y continuó su relato en el cual, al igual que en el de su prima, sólo prevalece un deseo: Reunirse con su mamá Carmenza, quien vive en Virginia, Estados Unidos, y lo dejó en Honduras cuando él tenía dos años de edad.

De la estación migratoria y de una posible repatriación los rescató su tío Alexi, naturalizado mexicano y avecindado en Veracruz desde hace nueve años, quien creyó volverse loco cuando supo que sus sobrinos estaban detenidos en la estación migratoria del INM. “Muchos niños, lo sabemos, son entregados al crimen organizado. Me tocó ver a uno (un traficante de personas) con una pequeña de brazos y me dijo ‘mira lo que me dieron’”.

Cuando fue por los pequeños, relata, “me preguntaron muchas cosas. Una trabajadora social no me gustó, ‘¿A poco sí es usted su tío?’, me dijo, y muchas cosas más”.

Que lo piensen bien

Luis Alonso es originario de Puerto Cortés, en Honduras y sabe que su papá, a quien no ve desde hace cuatro años, lo mandó a buscar. Para ello, lo contactó el guía después de la muerte de su abuela. Él viajó, cuenta, con Ever, de 22 años; Kenia, de 14, y Álex, de 13, mis medios hermanos. Su tío precisa que esos chicos son realmente hijos de la actual pareja de su cuñado, papá de su sobrino. No tienen parentesco directo, pues.

Luis Alonso se sentía acompañado, pero fueron separados y supo que casi de inmediato fueron devueltos a Honduras en avión. Admite que cuando los detuvieron le dio miedo pasar la primera noche en la estación migratoria: Fue duro, durísimo, cuando me agarraron y me llevaron a donde había muchos hombres tatuados que se nos quedaban mirando.

Poco después lo pasaron a otro cuarto, donde había un montón de mujeres, algunas embarazadas, muchas cubanas, y niños enfermos que estaban solos, ahí había uno sin el brazo derecho, Edwin creo se llama.

–¿Cuando iniciaste tu viaje sentiste miedo?

–Nunca, yo tengo mucha fe en Dios.

–¿Y después, cuando te detuvieron?

–Fue muy duro. No supe qué iba a ser de mí. Cuando se fueron mis hermanos y me quedé solo, a veces me daban ganas de morirme.

–¿Qué les dirías a otros niños de Honduras que piensan viajar?

–Que lo piensen bien. A veces creemos que todo saldrá bien. Yo venía todo confiado, que no me iba a pasar nada, que no me vería la policía.

Luis Alonso es un niño con una extraordinaria capacidad de observación, acaso fruto de sus tempranas y duras experiencias. Contó cómo fueron sus días de encierro con mujeres de todo tipo en la estación migratoria. Las cubanas dicen que si a ellas las agarran en cualquier lado, las llevan a Estados Unidos. Y las cubanas me decían que yo llegaría también a Estados Unidos, aseguró.

Apasionado de la tecnología, pasa sus días en casa de su tío, bajando de la computadora programas y aplicaciones, comprendiendo como armar y desarmar todo tipo de objetos. Él y su prima, sólo tienen una pregunta para su tío, ¿cuándo podrán reunirse con sus mamás en Estados Unidos?