Opinión
Ver día anteriorDomingo 17 de agosto de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La encrucijada de las elecciones brasileñas
L

as posibilidades reales de triunfo de Eduardo Campos en Brasil eran muy remotas. A lo sumo podría forzar una segunda vuelta con la presidenta Dilma Rousseff, desplazando a Aécio Neves, su adversario más cercano. Pero su ausencia en las elecciones de octubre podrá provocar un revuelco en el escenario político. Al morir cuando se estrelló su avioneta el pasado miércoles, Campos deja una situación de incertidumbre absoluta, tanto en el PT, de Dilma, como en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), de Neves. Los rumbos de sus respectivas campañas están ahora en manos del Partido Socialista Brasileño (PSB), del cual Campos era, además de candidato, presidente.

Nada más comprensible, por lo tanto, que la tensa duda en que los estrategas de los dos institutos políticos se encuentran desde el mediodía del miércoles, cuando se supo del fallecimiento de su adversario. A pocos días de que empiece la propaganda masiva por radio y televisión –elemento crucial en la disputa– no se sabe oficialmente qué pasará con el PSB. En las primeras horas se preguntaban: ¿indicará, como sería natural, que la candidata a vicepresidenta será la ambientalista y evangélica Marina Silva, para ocupar el puesto de Campos? ¿Presentará algún otro nombre? ¿Optará por no postular a nadie?

Las relaciones de Marina con el nuevo dirigente del partido, el ex ministro Roberto Amaral, son francamente malas. En verdad, el grupo de Marina –también ella ex ministra de Lula da Silva– es considerado por los socialistas como una especie de cuerpo extraño incrustado en el partido. Tienen línea propia, se oponen a varias de las posiciones del PSB, rechazan alianzas regionales diseñadas por Campos y que son mantenidas por Amaral. Es sabido por todo el mundo político que el único que lograba mantener un diálogo abierto y positivo con ella era el propio Campos. Además, él era la única figura del PSB en haber alcanzado proyección nacional, aunque de manera un tanto relativa. Y eso, en una circunstancia curiosa y delicada: hasta abril, en todos los sondeos se incluía el nombre de Marina Silva, quien trataba de crear su propio partido. Y ella aparecía muy por delante tanto de Aécio como de Campos, que ya eran candidatos declarados.

Después de anunciar que Marina sería su abanderada a vicepresidenta, Campos creció en los sondeos, pero sin amenazar en momento alguno a Neves, mucho menos a Dilma, quien sigue favorita.

El camino natural es que el PSB nombre a Marina como sustituta de Campos, pero el anuncio oficial se hará hasta después del funeral de Campos, que nadie sabe cuándo ocurrirá. Está previsto para hoy, pero su familia dice que mientras no sean identificados todos los siete cuerpos no habrá entierro.

Si la interna del partido efectivamente se decide por Marina, prácticamente quedará asegurada la realización de una segunda vuelta en las elecciones de octubre. Y la gran disputa será entre ella y Neves, para saber a quién enfrentará Dilma.

Analistas aseguran, además, que la postulación de Marina bajará sensiblemente el número de electores que declaran voto nulo o en blanco. Al fin y al cabo, hace cuatro años ella obtuvo un sonoro 19 por ciento de los votos en la primera vuelta, lo que forzó una segunda entre Dilma y José Serra, del PSDB.

Ese, por tanto, sería el camino natural de los socialistas, pero no todo es tan claro y fácil. Teniendo a Marina como abanderada, su grupo ganará un muy fuerte refuerzo dentro del partido, oscureciendo a los socialistas. Aunque sus posibilidades reales sean todavía discutibles, su candidatura seguramente reforzará la votación de los postulantes de su grupo a diputados nacionales o provinciales, en perjuicio de los socialistas auténticos. Además, hasta las piedras saben que Marina sigue obstinada en la creación de su propio partido, algo que no logró en su primer intento, pero que con una candidatura presidencial seguramente se tornará viable (en el primer intento ella no logró reunir el número necesario de adhesiones).

Para Neves, todas las alternativas que el PSB baraja son pésimas. Con Marina candidata, él perderá buena parte de los votos antigobierno. Con otro en su lugar, parte sustancial de los sufragios originalmente destinados a Campos migrarían para Dilma. Y si el PSB no nombra a otro aspirante, Dilma igualmente gana.

Para la actual presidenta, la mejor alternativa habría sido Roberto Amaral, nuevo dirigente del PSB, que convencería a sus pares a respaldar su candidatura. Es algo prácticamente imposible, pero en la política brasileña nunca se sabe. La opción de presentar otro nombre en lugar de Marina Silva también habría favorecido a Dilma. Y en caso de ocurrir lo más temible –la candidatura de Marina–, el PT ya sabe que enfrentará a un adversario bastante más complicado que el actual, Aécio Neves.

Así, con un escenario muy nebuloso, se preparan todos para el estreno de la propaganda en televisión. Habrá que rehacer toda la estrategia, lo que es complicado cuando cambian de adversario.