Opinión
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En el Chopo

Educación artística, el tiaguis y el barrio

J

orge Melguizo, comunicador social colombiano, participó en un panel magistral en el Festival Vivarte realizado en el Cenar el pasado 31 de julio; allí, entre otras declaraciones, aseveró que la cultura dirigida a la juventud requiere recursos por parte del Estado, pero también el apoyo y la comprensión de la sociedad; él usó en su país, una fórmula simple: llevar la educación artística al barrio, a las calles donde conviven los chavos y de esta manera buscar la recuperación de su autoestima y arrancarle a los cárteles a ésos adolescente colombianos

Trasladada a nuestro entorno esta práctica, el Tianguis del Chopo es un espacio ideal para este tipo de experimentos sociales/culturales/juveniles; el Chopo cuenta con factores impor-tantes para la realización de proyectos similares, como es la convocatoria que aún tiene con las diferentes culturas juveniles; la trayectoria de entidad cultu- ral y, seguramente, el visto bueno de muchos artistas, intelectuales, maestros y músicos, quienes gustosos participarían en la creación de una zona sabatina donde se impartirían, con rigor, talleres, cursos y clínicas de diferentes ramas de la educación artística. La Secretaría de Cultura, Conaculta, el Injuve y hasta la iniciativa privada podrían apoyar un proyecto de esta naturaleza. Y como dijera Melguizo: Es cambiar balas y drogas por cultura. A propósito de ofrecer cosas chidas a los jóvenes, hoy habrá rock en vivo en el foro instalado en la calles de Luna y Aldama. Estarán San Louis, La Kalaca, Mortum Surfers, Ocio-vicio-maldad, Carretera, Parental y el Proyecto Fenice, que interpretará Tienes que amar y otros temas de su disco Nueva era. La tocada inicia a las 11 horas.

José Agustín y sus 70 años

Hacer personaje a una piedra de jardín y a un perro, sólo a José Agustín se le ocurre. Es en su novela De perfil, donde un chavito –casi de mi edad cuando leí el libro– tutea y llama por sus nombres a Violeta y a Humberto, sus padres (muchacho igualado, pensé entonces je je), que igual babea y se liga a Queta Johnson, una diva/chava/reventada. Un detalle me llamó la atención: nunca supe el nombre del protagonista. José Agustín –Ramírez es su apellido, por si os interesa– es uno de los rocanroleros que no tocan ningún instrumento, pero como escriben de rock. El próximo martes 19 de agosto José Agustín le llega a los 70 años de rolar, y casi simultáneamente, un tostón de la edición de La tumba, su primera novela; lo chido, es que actualmente es uno de los escritores más leídos por chavos de todas las edades. Repasando, de memoria, me quedo con sus novelas Se está haciendo tarde (Final en la laguna), Ciudades desiertas y con su autobiografía El rock de la cárcel. Vigorosos y rocanroleros 70, mi buen.