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EU: de la prevención a la provocación
E

l Departamento de Estado de Estados Unidos renovó ayer la alerta a sus ciudadanos para que se abstengan de viajar a determinados lugares de México, ante la inseguridad provocada por los grupos de la delincuencia organizada que operan en destinos como Tijuana y Mexicali, Baja California; Ciudad Juárez, Chihuahua; la totalidad de Michoacán, salvo Morelia y Lázaro Cárdenas, así como todas las entidades que colindan con ese estado. La advertencia refiere que un número indeterminado de ciudadanos estadunidenses han sido víctimas de secuestro, robo de automóvil y asalto, y afirma que algunos de esos extranjeros se han visto atrapados en fuego cruzado en enfrentamientos ocurridos en muchas partes de México.

La prevención es legítima, sin duda, y hace bien el Departamento de Estado en advertir a sus ciudadanos sobre los riesgos a que pueden enfrentarse en nuestro país. Asimismo, sería necio negar o minimizar la grave alteración de la seguridad pública que prevalece en México desde hace ocho o 10 años. En efecto, la violencia generalizada y la altísima tasa de muertes violentas son fenómenos reales y constatables, por más que el discurso oficial se empeñe en presentar como superada la inseguridad extrema y mortífera a la que se llegó durante el gobierno de Felipe Calderón. En el territorio nacional siguen ocurriendo, cada día, secuestros, levantones, desapariciones, asesinatos y balaceras y el crimen organizado, a pesar de las espectaculares capturas y ejecuciones de cabecillas mafiosos, y del triunfalismo gubernamental, el panorama de varias entidades en materia de violencia, lejos de mejorar, ha empeorado –como ocurre en Tamaulipas– desde el retorno del PRI a la Presidencia de la República.

Sin embargo, es pertinente poner en su contexto la circular del Departamento de Estado. Por un lado, las autoridades del país vecino fueron responsables, en buena medida, de la estrategia de combate a la delincuencia del gobierno pasado y del crecimiento de las corporaciones delictivas en nuestro país. Los cables del propio Departamento de Estado que Wikileaks entregó a La Jornada en 2011 para su difusión, son prueba fehaciente del grado de protagonismo de la embajada estadunidense en la formulación de las estrategias policiaco-militares del calderonismo; por otra parte, dependencias del gobierno de Estados Unidos contribuyeron directamente con algunos cárteles mexicanos a los cuales les entregaron armas de alto poder (operaciones Rápido y furioso y Receptor abierto) o les ayudaron en operaciones millonarias de lavado de dinero, como lo hizo la oficina de combate a las drogas (DEA, por sus siglas en inglés) con el cártel de Sinaloa, según lo reveló The New York Times en diciembre de 2011.

Por otra parte, la circular preventiva tiene bastante de hipocresía, si se considera que Estados Unidos no es precisamente una sociedad pacífica y segura, pues aunque la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes es mucho menor allá que en México (4.7 frente a 21.5 en 2012), es ilustrativo contrastar el número de estadunidenses asesinados en México en 2012 (71) con los 14 mil 827 homicidios perpetrados en ese año en el país vecino.

En otro sentido, la advertencia referida coincide con la decisión del gobierno de Texas de movilizar a la Guardia Nacional del estado a lo largo de la frontera con México, medida que no constituye una acción de prevención: se trata de una provocación innecesaria y grosera porque no existe, de este lado de la frontera, ninguna amenaza a la integridad de los estadunidenses fuera de las que plantea, para la población de ambas naciones, una criminalidad transnacional en cuya gestación, las autoridades de Washington tienen parte de la responsabilidad; se trata de un fenómeno impulsado en parte por las recetas económicas neoliberales, la integración económica asimétrica e injusta, la industria de armas del país vecino y los mercados estadunidenses de consumidores de drogas, y que no podrá ser resuelto sino con acciones bilaterales coordinadas. ¿Qué sentido puede tener, entonces, destacar fuerzas militares frente a un país al que los círculos del poder en Washington llaman socio, aliado y amigo?