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La diócesis emprendió entonces estrategias para afianzar su poder: historiador

La Iglesia buscó crear en Zamora un estado independiente de Michoacán en el siglo XIX

No son nuevas las relaciones de colaboración y complicidad con la economía y la política, dice

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La presidenta nacional del DIF, Laura Vargas, y el gobernador de Michoacán, Salvador Jara Guerrero, recorrieron el albergue de La Gran Familia mientras se hacía el traslado de menores, adolescentes y adultos a sus lugares de origenFoto Iván Sánchez
La Jornada Michoacán
Periódico La Jornada
Domingo 20 de julio de 2014, p. 10

Morelia, Mich., 19 de julio.

El historiador Luis González y González definió a Zamora como coto clerical, y es que la Iglesia católica logró integrar a la región desde la diócesis local con la idea de crear un estado independiente a Michoacán, que se sustrajera al liberalismo del siglo XIX. A la postre, el arraigo social del clero se entretejió con el poder político, lo que permitió consolidar al Bajío como una de las zonas más conservadoras del país y con mayor influencia en la vida pública.

Diversos investigadores de El Colegio de Michoacán han analizado la correlación de fuerzas entre la Iglesia de Zamora y sectores importantes, como el económico y político. Jesús Tapia Santamaría, en su estudio sobre El culto a la Purísima, un mito de fundación, da cuenta de la tentativa separatista del clero.

El ultraconservador Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, quien fue arzobispo y regente de la ciudad de México durante el imperio de Maximiliano, empuja en 1872 la propuesta de que todo el occidente de Michoacán, del Lerma al Pacífico, incluido Colima al suroeste y Ario de Rosales al sureste, se convierta en un estado autónomo que tenga su capital en Zamora. La finalidad era crear un bastión antiliberal.

El historiador Jesús Tapia refiere que las actas de adhesión de todos los municipios que habrían de formar el nuevo estado fueron presentadas al Congreso de la Unión en 1889. El presidente Porfirio Díaz se opone a cederles autonomía, pero Antonio de Labastida es en ese momento el líder más importante de los conservadores, por lo que es necesario conciliar, así que el mandatario le mandó al arzobispo un regalito que, según el padre Cuevas, fue un báculo de carey y plata dorada. Además, ordenó cambiar el cauce del río Duero para que Zamora no sufriera más inundaciones.

El arzobispo no logró la autonomía, pero puso a prueba el poder de la Iglesia para obtener dádivas del poder en turno.

La diócesis de Zamora emprende entonces una estrategia distinta para afianzar su poder en la región, el que habría de esculpir el rostro de la sociedad zamorana: se lanza en una cruzada educativa con la creación de un seminario y apertura de diversas escuelas, incluso en zonas alejadas de la cabecera municipal; a finales del siglo XIX pertenecían a la Iglesia 59 por ciento de las primarias en el distrito y cien por ciento de las secundarias, según el investigador Gustavo Verduzco en su libro Una ciudad agrícola: Zamora. Del porfiriato a la agricultura de exportación.

A través de la educación el clero estrechó sus vínculos con los más importantes linajes del Bajío. Para las familias más ricas era una muestra de estatus tener algún pariente sacerdote o monja. La retribución llegaba a la Iglesia en forma de valiosos diezmos y jugosas aportaciones económicas para sus instituciones educativas.

A principios del siglo XX el clero zamorano, con sus influencias europeas, era considerado el predominante en México. Además, la diócesis contaba con un poderoso seminario que para mitad de la centuria ya había dado 15 obispos.

Zamora se presentaba como centro neurálgico para la Iglesia católica en el país, por lo que el momento era idóneo para volver a la arena política: en 1913 la ciudad del Bajío es sede de la Segunda Gran Dieta de la Confederación Nacional de los Círculos Católicos Obreros, que según Gustavo Verduzco fue, quizá, la primera expresión organizada de la Iglesia mexicana sobre la situación social del país.

La guerra cristera también dejó su rastro en el Bajío michoacano; por ejemplo, en la Catedral de estilo neogótico se ha dejado intacto un muro en el que se aprecian perforaciones de bala, que recuerda a los católicos que en ese lugar los cristeros fusilaban a los adversarios.

Vicente Leñero publicó en la Revista de la Universidad un relató de cómo viajó a Zamora para conocer a su tío Alejandro, quien fue parte del ejército cristero; sin embargo, su encuentro sirvió para verificar la decadencia del viejo clero intelectual que representaban los hermanos Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte, pues su pariente encarnaba los intereses empresariales de una nueva clase clerical.

Después de 1939 comienzan en Michoacán los trabajos de conformación del Partido Acción Nacional (PAN) en la entidad, y para el caso de Zamora es precisamente Epifanio Jiménez Igartúa, uno de los organizadores de la gran dieta de 1913, junto con Epifanio Verduzco, el encargado de reclutar militantes para el nuevo instituto político.

La investigadora Rossana Almada puntualiza en su libro El vestido azul de la sultana, que todos los fundadores del panismo zamorano formaban parte de Acción Católica y del Movimiento Familiar Cristiano, organizaciones a las que según los panistas pertenecía toda la gente decente de Zamora.

Parafraseando a Luis González y González, Zamora es actualmente una suerte de coto político-clerical, cuyas relaciones de colaboración y complicidad no son nuevas, pero sí han alcanzado los niveles soñados hace más de un siglo; el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, tenía vía franca a los espacios íntimos de la Presidencia durante el gobierno del panista Vicente Fox, ya que era confesor de su esposa Marta Sahagún, también zamorana.

La obra más importante que el sexenio de Vicente Fox dejó a Michoacán es el Centro de las Artes de Zamora, construido justo a un costado de la Catedral. Durante su inauguración, en noviembre de 2006, Rosa Verduzco llevó el coro de niños de La Gran Familia para que le ofrecieran un concierto a la pareja presidencial.

Las organizaciones religiosas e instituciones asistenciales son actualmente el perno que articula las relaciones del clero, el sector empresarial y los grupos políticos; el cura pederasta Marcial Maciel apadrinó a Mamá Rosa con recursos para iniciar la casa hogar La Gran Familia, que también recibió aportaciones de la iniciativa privada y gobiernos durante más de 60 años.

Los casos de pederastia por los que Maciel fue defenestrado por la Iglesia, y las historias de abusos en La Gran Familia son emblemáticos de la perversión de esa caridad cristiana, y de la complicidad de grupos políticos que en el pecado llevan la penitencia.