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¿La Fiesta en Paz?

El domingo 27, rencuentro con Valente Arellano

Escribir de toros en 2014: Mary Carmen Chávez Rivadeneyra

U

no de los rasgos más perjudiciales en nuestro país es la desmemoria incluso en lo taurino, por lo que lo mismo olvidamos agravios recientes que heroísmos pasados, para continuar deambulando, aguantadores y medio animosos, por donde las circunstancias nos lleven, alejados de cualquier posibilidad de construirnos, en serio, un destino común.

El domingo 27 de julio aficionados menos olvidadizos nos reuniremos a conmemorar el trigésimo aniversario de la partida física de ese torero fuera de serie que fue Valente Arellano Salum (Torreón, Coahuila, 30 de agosto de 1964-4 de agosto de 1984), quien falleció poco antes de cumplir 20 años, a sólo dos meses de haber recibido la alternativa, y cuando con su superdotada tauromaquia abría las puertas para convertirse en auténtico fenómeno y figura de época.

Han pasado años, lustros y décadas de aquella lamentable pérdida y pocos aficionados y público, como no sea en su tierra natal, recuerdan las expresiones y aportaciones de la tauromaquia valentiana, pues el hombre, no obstante su corta edad, fue un torero intemporal cuyo espíritu rebasaba las cronologías para dominar con soltura los tres tercios, en aquel ímpetu de razas que le permitían enseñorearse de sí mismo y de cada tarde.

Gracias al entusiasmo y al taurinismo pensante de los saltillenses Roberto Reyna, viejo amigo de los padres de Valente y autor de 70 y contando, y José Inocencio Rodríguez, presidente del Grupo Tertulias Taurinas Once y miembro del Consejo Consultivo de la Ca-sa de Coahuila, que preside Edmundo Salas, participarán Guillermo H. Cantú, Ignacio So-lares, Heriberto Murrieta, Valente Arellano padre y el autor de esta columna, con la asistencia de la madre –ejemplar promotora cultural– y la hermana del inolvidable diestro, la proyección de un video con escogidas escenas de Valente, y un vino de honor.

Cuenta Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, socióloga, ensayista taurina y promotora de la fiesta en las escuelas: “¿Y todavía escribes de tauromaquia?, me preguntan como si se tratara de un tema ficticio, absurdo o fuera de lugar. Sí, claro, respondo orgullosa, escribo de tauromaquia, palabra que abarca dimensiones inimaginables para compartir no sólo con aficionados al tema, sino también para no aficionados pero con la mente abierta y sin prejuicios para darles a leer una nota taurina.

“Escribir de toros es un compromiso que representa varios alcances. Es un ejercicio intelectual que conduce a una catarsis, efecto similar a lo que es torear en el sentido de volcar los sentimientos, ya que también se intenta plasmar un cúmulo de sensaciones humanas a través de la palabra. En la actualidad solo decir toros es ya polémico, incluso satanizado por los grupos taurófobos que de manera violenta y oscurantista tiran portales de Internet, agreden de manera verbal, minimizan nuestro trabajo e incluso nos discriminan.

“El toreo siempre ha vivido crisis y crisoles, y hoy en día no sería precisamente el momento más idóneo para trabajar en ello, pero siempre ha sido lo mismo en su larga vida, por ello es necesario rescatar las grandes riquezas que la fiesta contiene en su entraña, y darlas a conocer a las nuevas generaciones. ¿Pero por qué siguen asistiendo a las corridas, si leo en los periódicos que cada temporada es un fraude para la afición y cada vez acuden menos personas a ese espectáculo? Y respondo: el toreo es precisamente la puesta en escena que exhibe todo, hasta el descaro de la vida y la muerte, el toro chico o grande, el torero con miedo o con valentía, los carteles armados o desarmados. Cada quien tiene la libertad de ir o de retirarse.

“Dentro del periodismo taurino –prosigue Mary Carmen–, cada autor tiene un estilo y una especialidad. Una nota informativa, una crónica o un ensayo que puede llevar hasta un poema en su contenido. Hay que saber diferenciar entre ver y mirar una corrida, cuando esto sucede, se suspende la percepción ordinaria de los sentidos y entonces se pueden apreciar diferentes elementos que permiten la escritura; percibir lo que existe antes de llegar a cortar las orejas, es decir, aspectos emocionales y sicológicos del torero, la sociología que se vive entre el público y hasta la etología del toro en la arena. Se trasciende al describir algo más que la estadística o el balance de la corrida, se puede ver la sublimación de algunos toreros en la arena. Los ojos de los diestros es situación de espiritualidad máxima, cuando logran hacer del toreo arte puro. Se percibe también que ronda la muerte en este espacio ceremonial de claroscuros, o simplemente se contempla un rayo de sol que deslumbra al tocar una lentejuela del traje de luces y que por un instante nos deja ciegos, o en una tarde de lluvia, agua y sangre en la arena conjugan símbolos de vida, como el momento cumbre del parto.”