Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de julio de 2014 Num: 1010

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La palabra de
Yásnaya, activista mixe

Ana Paula Pintado

Antropología, contracultura y rock
Miguel Ángel Adame Cerón

La música, el oído
y el silencio

Armando G. Tejeda entrevista
con Ramón Andrés

Rock, literatura
y experiencia

Xabier F. Coronado

Arnaldo Córdova y
La ideología de la Revolución mexicana

Carlos Martínez Assad

Cien mujeres contra
la violencia de género

Esther Andradi

Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

Las calles del exilio

Una ciudad, ya lo sabemos, son muchas ciudades, cables que se cruzan, dimensiones sobrepuestas. La Ciudad de México de los pobres no es la misma de quienes viven en Las Lomas; mi Ciudad de México es muy distinta de la que gozan y padecen mis hijas o caminaron mis abuelos. Existe la ciudad de cada barrio y existe la ciudad de los coches y los fríos edificios. También existen las ciudades de los exiliados, ésas que recorrieron españoles, libaneses, egipcios, judíos, rusos, chilenos, argentinos, nicaragüenses (y en Estados Unidos: mexicanos), y en sus pasos han impreso la huella de esa patria abandonada a fuerzas por causas muy diversas, siempre urgentes. Las ciudades del exilio, en vez de calles, trazan para los transterrados avenidas de arcilla donde los pasos se ahondan cada vez más.

Llega a mis manos una caja maravillosa que contiene dos ciudades –y un libro también es una ciudad con sus vías, sus puentes y sus islas–, ambas surcadas por el agua, aunque en la nuestra esa agua corre por la memoria subterránea; México, capital del exilio y París, capital del exilio. El empeño de estos libros es mostrar los mundos de los artistas y escritores exiliados en dos capitales a lo largo del siglo XX. Como dice Pierre Assouline en su prólogo a París..., “el exilio les permitió encontrarse, reencontrarse, forjarse en una comunidad de pensamiento, constituirse en una familia del espíritu. Darse una identidad común que probablemente no habrían podido delimitar, o en todo caso no tan rápidamente ni tan intensamente, si cada uno habitara en su propio país”. Y en el correspondiente prólogo a México..., Fabrizio Mejía Madrid señala:  “No ‘contribuyeron’, pues ese término significaría que ya existía una construcción delimitada a la que sólo se le puede adornar, sino que se recombinaron en esa salsa de variedades de chile, a la que todo mexicano dice que es adicto, pero que nos hace, a todos, ver colores y dolores, al mismo tiempo.”

La iniciativa y la dirección editorial de esta bella caja binacional corresponden a Philippe Ollé-Laprune, quien ya lleva tiempo al frente de la Casa Refugio Citlaltépetl, la cual forma parte de la red de casas que acogen a escritores en el exilio, labor a la que corresponde con creces este proyecto consolidado en el que participan autores franceses y mexicanos. Comparten la edición el Fondo de Cultura Económica, la Casa Refugio y el gobierno del Distrito Federal. Es imposible detallar en el espacio de esta columna los capítulos que cada ciudad abarca: sólo diré que de París... se cuentan las historias de Walter Benjamin, de los rumanos Eliade, Cioran y Ionesco, del egipcio Albert Cossery; el  poeta africano Daouda Ndiaye cuenta la suya, o sabemos de la pintora y escenógrafa, inventora de la iluminación teatral Alexandra Exter. Tampoco faltan el París del tango al que contribuyó Julio Cortázar, el de la librería polaca y la biblioteca yiddish, o aquel a donde acompañó a Vasconcelos Antonieta Rivas Mercado para escenificar su tragedia, entre muchas otras historias. A su vez, de México conocemos aspectos poco usuales del exilio español, como la aventura del editor catalán Bartolomé Costa Amic por Fabienne Bradu, o la labor de los médicos españoles. El Fisgón cuenta la historia de los caricaturistas del exilio que con sus cartones predijeron además el desastre europeo. Sabemos de los centros españoles y su, dice Jorge F. Hernández, “enrevesada mescolanza con todo lo mexicano”, o la llegada de futbolistas a Ciudad de México, por Mauricio Molina. Tanya Huntington nos cuenta del músico estadunidense Conlon Nancarrow y nos enteramos del exilio alemán apoyado por Gilberto Bosques, en el que llegó Paul Westheim. Myriam Moscona nos habla de la comunidad sefardí y sabemos del exilio libanés o el caso del director teatral Seki Sano. Tampoco faltan los exilios latinoamericanos en Ciudad de México.

Una sección especial de creación despliega textos de Jacques Serena, Annie Cohen, Olivier Msulin, Patrick Deville, Enrique Serna, Francisco Hernández, Mauricio Montiel Figueiras, Margo Glantz y Jaime Moreno Villarreal. Este libro es también un álbum de fotografías sentimental en el que figuran retratos, pasaportes, boletos; la iconografía del viaje sin retorno. Dos ciudades que recorrer en este libro-puente, bilingüe además, con el paso a la vez cansino y vigoroso de quienes abandonaron una patria para adoptar una ciudad y echar a andar por sus calles la sangre de su vida.