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La Jornada en Brasil 2014

Preparan dos borradores para el discurso de la presidenta Dilma Rousseff

En el Maracaná habrá 11 jefes de Estado; en Río, 120 mil hinchas argentinos

Ya tuvimos un fin del mundo frente a Alemania; ¿para qué preocuparse hoy por otro?

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Felipao pide a la verdeamarela jugar ante Holanda como si no estuviera en disputa el tercer lugarFoto Xinhua
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 12 de julio de 2014, p. 4

Río de Janeiro, 11 de julio.

En Río, el ministro de Justicia José Eduardo Cardozo afirmó que todo está listo para el partido del domingo. En el Maracaná estarán, además de Argentina y Alemania, 11 jefes de Estado –inclusive la presidenta Dilma Rousseff– y unas 78 mil personas más.

Se calcula que al menos 120 mil argentinos estarán en las calles de la ciudad, además de los que lograron ingresos para el estadio. Cardozo trató de pasar una imagen de tranquilidad y calma –sí, sí, vale la redundancia, que traduce sus esfuerzos–, pero era visible y muy natural que esté más que preocupado.

En total, unos 26 mil hombres de la policía local, de las fuerzas armadas y de la federal estarán muy atentos para cuidar de la seguridad exigida. Y esa preocupación no se da solamente en Río: en el sur del país, la policía de caminos, que aquí llamamos de rodoviaria, duplicó su contingente a raíz de la inmensa cantidad de automóviles y todo tipo de vehículos que nos llega desde Argentina cargados de hinchas enloquecidos.

En Brasilia, además de esas y otras preocupaciones con el domingo, un pequeño grupo de asesores directos de Dilma Rousseff dándole vueltas a una cuestión específica: los discursos de la presidenta a la hora de entregar el trofeo al ganador de la Copa. Se sabe que ella será abucheada y, muy probablemente, ofendida. Dilma dice estar preparada para enfrentar esa mala cuadra que, aclaró, es parte del juego.

La primera duda de sus asesores: ¿será posible evitar el discurso y ahorrarle ese malestar? La respuesta se sabrá en el último minuto. Mientras, será un rotundo no: Dilma no quiere achicarse. La segunda: ¿cuál campeón despertará reacciones más furiosas? De ese análisis depende el tono del discurso.

Si gana Argentina, mejor destacar la fraternidad, la integración, Sudamérica, América Latina, bueno, eses aspectos cálidos y hospitalarios. Claro que a la hora de aplacar una platea frustrada y enfurecida, esos argumentos muy posiblemente no servirán de nada. Al fin y al cabo no hay futbol más rival, más adversario que el de los argentinos.

Si vence Alemania, mejor destacar el buen balompié de un país que ya lleva tres títulos mundiales. Reconocer que fueron los mejores en esta Copa es una muestra de dignidad y respeto al adversario. Pero si fueron precisamente los germanos los que impusieron la peor, la más amarga y humillante derrota de las selecciones brasileñas que en 2014 cumplen 100 años de existencia, ¿cómo evitar reacciones furiosas de una platea frustrada? Resignados, los asesores no tuvieron más salida que preparar los borradores de los dos discursos y esperar por la protección divina.

No se requiere mucho de la inteligencia humana para saber que en las concentraciones de los equipos de Alemania y Argentina la preocupación está a millas marítimas de distancia de la de los asesores presidenciales. Por más que esa haya sido una Copa de resultados imprevisibles, la previsión natural es que sea un partido dificilísimo para los dos equipos. Se considera, en Brasil, que Alemania es favorita, pero que Argentina sabrá enfrentarla con gallardía.

¿Y con relación al partido de mañana, entre holandeses irritados por no estar en el del domingo, y brasileños que tratan de recuperarse de un resultado irrecuperable? Bueno, en ese caso las preocupaciones son otras. O simplemente no son: Felipao, por ejemplo, dijo el jueves en una conferencia de prensa que no está ni un poco nervioso. Y explicó, con su delicadeza habitual: “No, de nervioso nada. Al fin y al cabo, no hemos alcanzado el objetivo final, así que ahora…”

Y al minuto siguiente agregó: Trabajé el lado sicológico de los muchachos para que entren a la cancha contra Holanda como si lo que estuviera en juego fuera nuestro objetivo final. Ojalá alguien de la selección haya entendido ese peculiar método de reforzar el lado psicológico de los jugadores.

Dijo que hará algunos cambios en la formación, uno, dos o tres nombres para que jueguen los que actuaron poco o siquiera entraron a la cancha. Un amistoso, pues. Como si no estuviera en disputa un tercer lugar que, de alguna forma, suavizase un poquito que fuera una frustración inmensa como un océano sin horizonte ni fondo.

Ya entre los demás brasileños, los de las calles, más que una preocupación, una duda: ¿cuál victoria nos dolerá menos, la de nuestros verdugos alemanes o la de nuestros rivales más agudos, los argentinos?

En el fondo esa quizá haya sido la mayor de las preocupaciones de la hinchada en la víspera de un juego que no hace más que confirmar que el domingo no estaremos en Maracaná.

Frente a Holanda, será lo que sea. Ya tuvimos un fin del mundo. ¿Para qué preocuparse con otro?