Opinión
Ver día anteriorSábado 5 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Autonomía y calidad en la educación
L

a tesis que asegura que la calidad de la educación es una cuestión fundamentalmente laboral (reforma de 2013) ha dejado en la oscuridad otros factores más dinámicos e importantes. Así, por ejemplo, la fórmula que establece que lo mejor para un bachillerato es que éste sea parte de una universidad autónoma, a lo largo de décadas ha demostrado su capacidad para ampliar y mejorar sustancialmente ese nivel de educación. De hecho, cada año en la Zona Metropolitana ocurre un plebiscito virtual sobre cuál es el mejor bachillerato y sus resultados apuntan abrumadoramente hacia la educación media superior autónoma. No sólo la mitad de los 300 mil que demandan ingreso mediante el procedimiento de examen único escogen como primera opción un plantel de la UNAM, sino que también prácticamente toda la otra mitad selecciona las prepas y los CCH como segunda, tercera u otras opciones. Algo semejante aparece en el IPN, que aunque no es formalmente autónomo, también comparte el esquema bachillerato-institución superior, y las universidades estatales tienen prepas que son igualmente preferidas aunque con altibajos y matices, dadas las generalmente inferiores condiciones de financiamiento.

La opinión de los jóvenes coincide con la de expertos y organismos internacionales y nacionales que reconocen el prestigio de la UNAM. Los planteamientos curriculares de los bachilleratos autónomos apuntan a una formación mucho más amplia y de mayor profundidad que en otras opciones. Pero sobre todo porque los planteles de educación media superior, aislados, no tienen los horizontes y el cobijo que ofrece un polo de cultura tan potente como es una boyante universidad autónoma. En ella, las y los jóvenes viven y trabajan rodeados de abundantes referentes que los estimulan a tareas y visiones más amplias y generosas que las que promueve la televisión, y los convoca a interesarse por la literatura, la filosofía, la ciencia y el manejo de temas sociales y tecnológicos de actualidad. Es un campo que hace florecer múltiples manifestaciones de lo mejor de la cultura del país y por donde los jóvenes pueden transitar y detenerse libremente, más allá de los cursos obligatorios y de las demandas específicas de su profesionalización. Forma una clase distinta de ciudadanos.

De ahí que aparezca como inexplicable la política de educación superior que en lugar de apoyar los existentes bachilleratos autónomos y sus universidades, y también crear otros nuevos, los margina política y financieramente, y que el papel central que han tenido en la vida nacional ahora venga minimizado y sustituido por el interés en la educación privada, las universidades tecnológicas y la educación a distancia. Y más que apoyar a los jóvenes que buscan la formación más amplia, se ha optado por crear mecanismos (como el examen único de la Comipems-Ceneval) que reprimen ese ánimo positivo mediante la asignación coercitiva a escuelas técnicas y planteles de bachillerato aislados. Por cierto, este mecanismo de asignación que presiona a los jóvenes a inscribirse en escuelas no deseadas ha tenido consecuencias desastrosas para los estudiantes y para el Distrito Federal. Si esta entidad federativa generalmente ocupaba uno de los últimos lugares del país en deserción en bachillerato, a partir del comienzo del examen único (1996) saltó al primer lugar y durante los años subsecuentes se mantuvo en los cinco primeros escaños. Hoy todavía no recupera sus niveles anteriores y sigue teniendo una deserción más alta que la media nacional.

Poner a la educación en manos de sus principales actores –sobre todo estudiantes y profesores– es una opción que a lo largo de casi 100 años ha demostrado importante capacidad para mejorar y cambiar la educación. La práctica de utilizar exámenes estandarizados de opción múltiple, por ejemplo, es desde las universidades autónomas que ha sido cuestionada y es en ellas que se han dado los primeros pasos en dirección a un cambio. Desde los años 60, en los hechos, fueron cuestionados por el rector Barros Sierra y también más recientemente (1996, 1998, 1999-2000 y años posteriores). Y es en ellas que además han surgido los cambios. En la UNAM, por ejemplo, desde hace décadas existe el ingreso sin examen a la licenciatura para –precisamente– los egresados de sus bachilleratos, y allí también desde 2000 el acceso a las prepas y los CCH se ha desvinculado del Ceneval, el centro privado que fabrica estos exámenes. Y algo semejante ocurrió en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). En la UAM, por otra parte, desde 2008 el examen estandarizado ya no es el único criterio para seleccionar estudiantes, pues el resultado del examen se combina con el promedio escolar previo del estudiante. Y, por último, es también en una universidad autónoma (la de la Ciudad de México) donde se ha eliminado por completo el requisito de examen de selección.

Por lo menos no puede descartarse a priori la hipótesis de que una ampliación paulatina y sistemática de la autonomía de la educación representaría una revitalización y aires nuevos para la educación mexicana. Algo urgente en un país sin rumbo claro.

PS: ¿Se hará justicia a la madre de familia que denunció en El Correo Ilustrado de La Jornada (1/07/2014) que su hijo tuvo que responder un examen único donde 40 de las 128 preguntas eran ilegibles?

* Rector de la UACM