jornada


letraese

Número 216
Jueves 3 de Julio
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate

Amenaza al placer:
vaginismo

Una contractura muscular es involuntaria y súbita, y también puede presentarse en la zona vaginal. Su síntoma principal es el dolor o la imposibilidad de sostener relaciones coitales, y está presente entre 2 y 7 por ciento de las mujeres.
El tratamiento, más que farmacológico, es terapéutico para que la mujer pueda recobrar el placer sexual.

Rocío Sánchez

La primera relación sexual de una mujer es muy dolorosa, dice el popular mito. Pero qué pasa cuando duele la segunda, la tercera y muchas veces más después de esa. El dolor durante la penetración no debe ser parte del coito, es solamente un síntoma de algo más.
La dispareunia, término médico para este tipo de dolor, puede deberse a diferentes causas: infecciones por hongos o bacterias, síndrome premenstrual doloroso, un golpe o traumatismo o causas psicológicas.

Son éstas últimas las que dan lugar a una disfunción sexual llamada vaginismo, que consiste en una contracción involuntaria e inconsciente del músculo pubococcígeo, es decir, aquel ubicado a lo largo del piso de la pelvis. “El vaginismo se considera una urgencia en sexología porque por lo general, su trasfondo es serio”, afirma en entrevista el sexólogo Juan Antonio Rodríguez. “No es una regla, pero es muy frecuente que las mujeres que lo padecen tengan antecedentes de agresión sexual”.

Así, se trata de un padecimiento de origen psicológico que se expresa inconscientemente en la musculatura pélvica, dificultando o haciendo francamente imposible una penetración vaginal (por lo general, también anal), ya sea con el pene o incluso con los dedos. “En los casos más severos se vuelve peligroso porque puede llegar a impedir la salida de la menstruación”.

Defensa contra el mal
Rodríguez expone que la respuesta sexual humana se compone de tres fases generales: deseo, excitación y orgasmo. El vaginismo se enmarca en la fase de excitación, pues ésta se conforma por cambios físicos: en el hombre el más visible es la erección; en la mujer, la lubricación. “Hay muchos otros signos y síntomas: sube la frecuencia cardiaca, respiratoria, la temperatura, y uno de los síntomas principales es la relajación muscular a nivel general”. Pero si la mujer concibe la penetración como algo amenazante (por ejemplo, cuando hay antecedentes de violencia), no se presenta esa relajación muscular.

En el vaginismo, las otras fases de respuesta sexual pueden estar intactas: la mujer puede desear a su pareja e incluso tener todos los otros síntomas de la excitación, excepto la relajación muscular. “Hay mujeres que en la consulta me dicen que inician súper bien, que desean a su pareja, que pueden estar fajando y besando y se sienten bien, pero al momento en que él se acerca a la vulva, entran en crisis y en cuanto las tocan, duele”.

El padecimento no siempre tiene como precedente el ataque sexual. También puede deberse a traumas psicológicos o a una educación culpígena vinculada a la religión o a ciertas normas morales que indican que el coito es malo. “Culturalmente, la penetración tiene un peso muy grande. Tú puedes revolcarte de todas las formas posibles, pero si no hay penetración, entonces no cuenta”, dice el médico de formación.

La disfunción también puede deberse a causas menos graves, por ejemplo, si se tuvo una infección que causó dolor, queda esa remembranza y puede provocar la contracción en relaciones sexuales futuras, por la idea de que “va a doler”.

Sanar la mente, después el cuerpo
El doctor Rodríguez advierte que, como todo en sexualidad, el tratamiento óptimo para el vaginismo depende del caso. No obstante, lo más acertado en general es empezar con terapia sexual. “Si la mujer llega muy trastornada por el hecho, no se trata primero el hecho, sino que hay que tratar sus causas más profundas”. La terapia sexual incluye una revisión de la historia personal y del desarrollo erótico de la mujer. “La contracción muscular se presenta porque hay una percepción de que la penetración es algo malo, de que las van a lastimar; el cuerpo está diciendo ‘no quiero recibir eso porque me va a ir mal’ en diversos aspectos”.

En la sexoterapia se habla del erotismo, de la capacidad de todos los seres humanos de sentir placer y de un enfoque de este placer no necesariamente ligado a lo genital.
Una vez que se ha avanzado en esta primera etapa, se empieza a trabajar con ejercicios de autoerotismo. Se inicia con una estimulación externa, solamente de la vulva, y cuando se reconocen y aceptan las sensaciones que esto proporciona, es posible usar juguetes sexuales. “Los que han resultado más útiles son los dilatadores anales, pues hay unos muy delgados, más delgados que un dedo, los cuales se cubren con gran cantidad de lubricante y la mujer los va introduciendo poco a poco”, explica Rodríguez. Estas sesiones deben ir acompañadas de fantasías sexuales y en algún punto se puede involucrar a la pareja.

En algunas ocasiones, la terapia y los ejercicios se pueden apoyar con la prescripción de relajantes musculares, pues éstos coadyuvan a que la musculatura involucrada esté menos tensa.
Para el experto, el terminar con este problema de salud sexual requiere mejorar la educación sobre sexualidad. “Todavía predomina el culto al falo, principalmente entre los hombres”, refiere. “Las mujeres tienen cada día más información sobre su erotismo”. Los profesionales de la sexología, afirma, están presenciando una era de transición clave, en la que quienes más se han preocupado por su sexualidad son precisamente las mujeres y la gente de la diversidad sexual, “pero el hombre heterosexual está estancado en el pasado”, por lo que debe aprender más sobre su propia sexualidad.

 


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