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La Jornada en Brasil 2014
Balance de La Jornada

Un equipo chico

D

espués de sufrir los cinco minutos que conmovieron a México, queda la sensación que la única manera de calificar a cuartos de final es solicitar a la FIFA un tercer Mundial.

Más allá de que Robben hizo honor a su apellido al realizar lo que en Sudamérica se llama penal de alberca, el Tri fue sumando errores cuando tenía el partido ganado y entonces surge la diferencia entre los equipos chicos y los grandes.

Las potencias del futbol mundial ganan los partidos (y los títulos) aunque jueguen mal, aunque sean dominados, aunque no merezcan el triunfo. Saben (tal vez lo tienen en su ADN) el momento preciso de matar al rival. Tienen una oportunidad y no perdonan.

En cambio, los equipos chicos pierden como si fuera una maldición: tienen el marcador, el clima, el público y el tiempo a su favor. Pero nada de eso aprovechan. Como dijo José Antonio Roca: los enanos no crecen.

El Piojo Herrera se vistió ayer de Chepo de la Torre, quien con un golecito de ventaja mandaba a todos a defender. Y entonces el balompié nacional se viste de las frases de siempre: caímos con la cara al sol; no ganaron ellos, perdimos nosotros; nos robó el árbitro... y un largo etcétera que ya forman parte del folclore futbolero.

Este domingo la mayoría de los aficionados futboleros mexicanos supieron lo que es ser hincha del Cruz Azul, ese desconsuelo de que –otra vez y otra vez– nos faltan 10 centavos para el peso cuando se trata de los mundiales mayores, porque ya sabemos que en juveniles somos doblemente campeones.

Lo rescatable de un Mundial del que no esperábamos mucho –se calificó de milagro, gracias al estadunidense Graham Zusi– fue que México pudo formar un equipo compacto más allá de las individualidades, el surgimiento de un crack como Héctor Herrera, un buen primer Mundial de Memo Ochoa luego de dos Copas en la banca y casi la unanimidad de que Miguel Herrera debe iniciar el proyecto rumbo a Rusia 2018.

Podría decirse que es la clásica decepción de cada cuatro años, pero no por ello duele menos. (Sin embargo, debo aclarar que a mí me gusta más el boxeo.)

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