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La veracruzana fue designada Tesoro Humano Vivo por el Conaculta

Hay enfermedad, porque si no, estaríamos en el paraíso, asegura Alicia Ana Pérez

Casi octogenaria, es heredera e impulsora de la medicina tradicional en su estado

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Nuestras manos son un mandato divino, afirma Alicia Ana Pérez, originaria ZongolicaFoto Isaac Sánchez
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Periódico La Jornada
Lunes 30 de junio de 2014, p. 7

Zongolica, Ver., 29 de junio.

Hay enfermedad porque si no estaríamos en el paraíso; el mal de salud llega porque uno mismo se lo busca, pero los seres humanos somos como los árboles: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, expresó Alicia Ana Pérez Rivera, quien recibió el sábado pasado la distinción de Tesoro Humano Vivo, otorgada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, mediante su Dirección General de Culturas Populares, y la Secretaría de Desarrollo Social.

Fue la quinta y última fase de Galas Identitarias, Fiesta de las Culturas Vivas.

El verdadero paraíso es el entorno de este pueblo, verde en sus cerros y montañas, abundante en sus frutas y recursos animales; con gente hospitalaria, que responde a la definición que dio Víctor Serge: pueblo niño.

Un gran escenario se levantó en el Parque Juan Moctezuma y Cortés. Pérez Rivera abrió el programa con un rito para pedir permiso a la naturaleza y a Dios por lo que seguiría: una fiesta de tradición, de la que pidió no dejar atrás, sino continuarla. Si algo no saben, no se queden con la duda. Pregunten, porque para todo hay respuesta. Un aplauso sonoro siguió a sus palabras.

Desde los 13 años de edad se interesó por la medicina tradicional en su comunidad de Cuapa Pinopa; su padre era el curandero, pero murió y un día la fueron a buscar a ella. Había aprendido de su progenitor a preparar algunas recetas; tés, ungüentos, jabones y jarabes. Curó a la persona que por primera vez acudió en su auxilio. Y de ahí, para el real.

Es fundadora de la Organización de Médicos Tradicionales Masewalltlamachilistle, constituida legalmente hace 19 años. Fue presidenta durante seis años del Grupo de Apoyo a la Medicina Tradicional; ha participado en cursos de capacitación a cargo del Instituto Mexicano del Seguro Social y la Universidad Veracruzana, entre otros.

Sigo bailando porque la vida es hermosa

A sus 78 años se le ve fuerte, salvo unas molestias por una caída que tuvo hace tres años. Se precipitó de una azoteca y se fracturó varios huesos. Ha salido adelante. “Sigo bailando, porque la vida es hermosa. Soy del pueblo y la sierra; me crié aquí, en Zongolica; después regresé a Cuopa Pinopa. Tuve a mis hijos y me vine otra vez para acá.

“Lo que sé hacer es por una necesidad. Todo comenzó cuando faltó mi papá. La necesidad de curar a la gente que me buscaba me hizo hacer tecitos. Tuve que aprender si esa apretada, si ese grito que le daba, le hacía bien. Debí aprender a ver el efecto de las plantas medicinales. Este saber viene de viejos a viejos, por tradición.

“En Tlaxiaco una vez se discutió que a los curanderos se les llamara médicos. Es porque los médicos curan, conocen. Somos médicos tradicionales porque no estudiamos, sino que aprendimos de los antepasados. De las clínicas, de las instituciones, nos fueron llamando para darnos curso, pero realmente fue un intercambio de la medicina tradicional con la química.

Es posible curar todo si se tiene fe y confianza. La gente se enferma por no creer. Igual que los árboles, nos vamos secando hasta que dejamos de existir. Eso es lo natural, lo que tiene que ser, pero hay una etapa en la que podemos enfermar de tos, de un golpe, de un susto, de algo que comimos; de un derrame de bilis... lo más difícil es no creer en que Dios todo lo puede. Nuestras manos no son más que mandato divino.

–¿Qué es la enfermedad y qué es la salud?

–Son dos temas tan enormes y tan sagrados que muchas veces no los sabemos descifrar. La enfermedad muchas veces nosotros mismos nos la buscamos. La salud, por igual. Si yo quiero estar bien, lo estoy.

–¿Si alguien se le muere?

–Pienso que le llegó la hora. Me da tristeza, porque se me adelantó.

La vida no la sabemos valorar, porque si cada día dijéramos: gracias, Señor, por este nuevo día, por este nuevo amanecer, lo veríamos mejor. La vida es muy hermosa, pero no la sabemos vivir.

No puede decir cuántos premios le han dado a lo largo de su vida, porque los documentos los guardan sus hijos. Este que meacaban de dar es el tesoro más grande. Que me llamen así es algo grandioso, sublime. Es una cosa sagrada.

–Usted es buena gente...

–¡Ni se crea! Me gusta el baile. Lástima porque me caí y me duele una pata para bailar, pero ¡ahí le va! Hay que moverse. Estamos viejos y hay que sacudir la polilla. Sí, me tienen envidias, pero las envidias nunca van a acabar, porque si no este no sería mundo. Sería paraíso. Tiene que haber de todo un poco.

Lamentó haber estudiado hasta segundo y medio de primaria. “Cuando termino de escribir sólo Dios lo entiende. Ni yo entiendo lo que he escrito. ¿Eso es justo? ¡Pues no! ¿Qué les voy a dejar de conocimiento a mis hijos? Les va a pasar lo mismo que a mí. No me van a entender.

–Pocos hijos tienen como madre a un tesoro vivo.

Se sonrió con un gusto, una alegría difícil de describir.

“Quien quiera que lo cure tiene que venir acá, a Zongolica. ¿Recuerdan la película de Pedro Infante, Un rincón cerca del cielo? Yo vivo en un rincón cerca del cerro”.