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Da el registro al Fondo Aerofotográfico 1930-1990, por el número de negativos y su longevidad

Hoy nombra la Unesco como Memoria del Mundo al acervo de Fundación ICA

Es testimonio de la historia de la ingeniería mexicana, subrayó Ana Ruiz, directora del patronato

Foto
Al principio, ICA contrataba a Aerofoto para sacar tomas de montes, montañas, ríos y costas, imágenes que se utilizaban para trazar las carreteras, autopistas, aeropuertos, presas y demás obras de infraestructura que se desarrollaban en el territorio nacional. En las imágenes, el Monumento a la Revolución. Negativo 406, volado en 1932. Luego, el Ángel de la Independencia. Negativo 15, volado en 1932Foto cortesía de Fundación ICA AC. Acervo Histórico de ICA. Colección de Aerofotografía
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de junio de 2014, p. a13

El Fondo Aerofotográfico 1930-1990 del Acervo Histórico de la Fundación Ingenieros Civiles y Asociados (ICA) recibe este lunes el Registro del Programa Memoria del Mundo de México de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).

Se trata de casi un millón de negativos de fotografías captadas desde avionetas y que cubren 75 por ciento del territorio nacional, de acuerdo con Ana María Ruiz, directora de la Fundación.

Recibirán el registro este lunes durante la inauguración del Sexto Seminario Internacional de Archivos Sonoros y Audiovisuales, que se realizará en la Fonoteca Nacional.

La historia de este archivo se remonta a los últimos años de la década de los 20 del siglo pasado. Originalmente era de una colección privada que pertenecía a la familia Struck, ellos comenzaron a sacar fotografías aéreas como pasatiempo. Ahí nació la fotografía aérea en México. Esa familia trajo desde Estados Unidos la franquicia de la Fairchild Aerial Camera Corporation y fundaron la Compañía Mexicana de Aerofotografía en 1932.

Ingenieros Civiles Asociados, fundada en 1947 por Bernardo Quintana Rioja, comenzó a contratar a la Compañía Mexicana de Aerofoto para sacar fotografías de montes, montañas, ríos y costas que utilizaban para los trazos y cortes de montañas para las carreteras, autopistas, aeropuertos, presas y toda las obras de infraestructura que estaban desarrollando. En 1960, ICA compró Aerofotografía, que cambió su nombre a Aerofoto, de acuerdo con datos proporcionados por Ana Ruiz, quien es arquitecta y cuenta con maestría en restauración de monumentos y doctorado en urbanismo histórico.

Aerofoto era como el GPS de ICA. Desde 1930 a 1990 se realizaron esos vuelos, donde cada uno era una franja de negativos como en las cámaras de rollo, sólo que cada cuadro de los negativos es tamaño carta. Hay vuelos que por ejemplo tienen 600 negativos y otros sólo cinco fotos. De ahí sacaban la cartografía para los que los ingenieros hicieran proyectos. De esos negativos, precisa, son unos 800 mil aproximadamente, que representa 75 por ciento del territorio volado y fotografiado, desde 1950, más o menos hasta 1990.

El registro de la Unesco incluye las fotografías verticales, que son aquellas tomadas con una cámara montada en una aeronave que se mantiene paralela al plano del territorio; los mosaicos: los negativos de las tomas verticales eran unidos y montados y después fotografiados para generar imágenes de áreas geográficas amplias, y finalmente las oblicuas, que son imágenes tomadas con un ángulo menor a 90 grados respecto de la superficie terrestre, a éstas últimas las llamamos las románticas; de ellas hay 25 mil, que ya fueron digitalizadas y se encuentran en la página de Internet de la fundación.

Lo que llamó la atención de la Unesco es la cantidad de negativos y la longevidad, continuó Ruiz. Es una colección prácticamente completa, porque como eran negativos se iban guardando: imprimían la foto y guardaban el negativo.

En este momento se realiza la digitalización de las 800 mil imágenes verticales, proceso lento debido a que se tienen que escanear en una máquina especial que tarda entre 20 y 30 minutos en digitalizar un sólo negativo. El problema, explica la directora, es que ese escáner utiliza un programa (XP de Microsoft) que ya no se encuentra. Por eso trabajan contra reloj para conseguir un segundo escáner y acelerar el proceso antes de que les gane la tecnología.

Lo que solicita la Unesco para el registro es que todo esté perfectamente conservado, protegido, que se le dé mantenimiento y que estén en un lugar cuidado, por ello desde 2005 se han realizado las adecuaciones de la casa que alberga el archivo, en el que trabajan 35 personas, y donde se construyó una bóveda especial con temperatura y humedad controladas.

Otro de los requisitos es que esté a disposición de los interesados; por ello, una de las acciones es la digitalización, y se trabaja para que estén disponibles en Internet, como ya ocurre con las fotos oblicuas.

“No se trata de un archivo sólo de valor estético, sino práctico, y el valor que la Unesco le da al archivo se debe a que la colección prácticamente está completa; debe haber algunas fotografías por ahí, porque se regalaban, pero la gran mayoría la tenemos nosotros y creemos que por su valor y el testimonio que implica valía la pena hacer el intento de realizar el expediente de la Unesco.

Otro punto que pide la organización intrnacional es que la colección sea indivisible y que se difunda a todos los niveles: académico, de investigación científica, incluso de gente que quiere ver la foto del lugar donde vivía su abuelita. Cumplimos con esos puntos el año pasado, ya lo estamos difundiendo en Internet y terminamos la bóveda el año pasado, ya bajo las condiciones que pide la Unesco, y tenemos prácticamente completa la colección.

–Ya no se hace la fotografía aérea.

–Ya todo el mundo manda fotos por Google Earth y dices ¡no puede ser!, porque la calidad de estas fotos que se encuentran en el archivo es impresionante. O se toman fotografías en las obras con el celular y ya no las puedes aumentar de tamaño.

La calidad de las fotografías de este archivo es tal que se pueden agrandar varios metros y se utilizan para hacer imágenes en tercera dimensión.

Todos esos negativos estuvieron en un edificio. Ahí permanecieron hasta que el inmueble fue vendido. El ingeniero Bernardo Quintana me pidió que investigara qué había ahí, y después de una curaduría le dije lo que me habían dicho: un tesoro. Él ya había recibido ofertas de universidades estadunidenses, pero respondió que este archivo es de México.

De lo que se trata, subraya Ana Ruiz, es de que el archivo se vuelva realmente no sólo el acervo de aerofotografía, que ya lo es, sino también de la historia de la ingeniería mexicana y, sobre todo de ICA, que tiene 70 años de historia.