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Presentaron su libro más reciente 64 haikús para mi novia Berenice en su aniversario

Arturo González Cosío crea breves relámpagos plenos de sugerencias y de intuiciones
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de junio de 2014, p. a11

El haikú es poesía del instante que recoge las sensaciones inmediatas, subraya lo efímero y enaltece lo espontáneo, siempre vinculado a la naturaleza, expresó el poeta Arturo González Cosío (1930) al presentar 64 haikús para mi novia Berenice en su aniversario, su más reciente libro (en edición del autor) de esta composición poética de origen japonés.

“El haikú es un breve relámpago pleno de sugerencias y de intuiciones”, continuó el también abogado, quien reconoció su enorme deuda con los grandes poetas japoneses que escribieron haikús magistrales, el insondable Basho, el desvalido Issa, el innovador Shiki, y el sensible Busón.

Amigo de González Cosío desde la adolescencia, del poeta y filósofo Enrique González Rojo Arthur es el prólogo del volumen. Sin embargo, en la presentación la noche del jueves en la Casa Universitaria del Libro, González Rojo prefirió hablar de la persona más que del texto.

“La imaginación de Arturo irrumpió, como puede colegirse, desde muy joven, en que se distinguía por ser risueño, fantasioso y con espíritu libre. Era, sí, perito en hallazgos, y algunas de sus imágenes no dejaban nada qué desear, pero no se dejaba llevar por la originalidad hueca y los juguetes estrafalarios a los que éramos tan dados sus compañeros de generación.

“Esto fue depurando su estilo y empujándolo gradualmente al poema sintético y al haikú, pero también al poema de altos vuelos y apreciable extensión trabajado con la delicadeza del orfebre profesional”.

La poeta Verónica Volkow recordó que en 1984 González Cosío obtuvo el premio Xavier Villaurrutia por el poemario de haikús, El pequeño bestiario ilustrado, acompañado con dibujos de Armando Villagrán. En esta línea de su poesía, podemos ubicarlo como el heredero mexicano más poderoso de José Juan Tablada.

Aclaró que González Cosío “no recibe el haikú exclusivamente de la línea de Tablada o de otros mexicanos que lo abordaron, como Octavio Paz, Villaurrutia, José Rubén Romero y Francisco Monterde”. Al contrario, se ha metido en el estudio de la poesía tradicional japonesa para buscar las raíces históricas de este género.

Volkow agregó que el interés de González Cosío por el Oriente es mucho más que estético o meramente anecdótico. Aunque su formación filosófica juvenil fue básica y sólidamente alemana, la influencia y orientación definitiva para su vida ha provenido del Oriente, que lo formó como pensador, como poeta, como este ser humano tan profundamente entrañable, sabio y bondadoso que es.

Júbilo, melancolía, vacío y soledad

El libro tiene tres secciones. En la primera hay 23 poemas inspirados en el paisaje, en la segunda 26 haikús que hacen protagonistas a los animales, mientras que los de la tercera surgieron del amor a su esposa Berenice Montes Ángeles.

De acuerdo con Volkow dentro de las dos primeras partes sorprende la gran variedad de estados de ánimo que barajean sus imágenes como el júbilo, la melancolía, la tranquilidad, el vacío, la soledad, el desafío ante la adversidad y la violencia.

En esos 64 haikús González Cosío ha plasmado una antología de sentido humano, que nos lleva por medio de sus chisporroteos semióticos, por su recorrido existencial muy completo que no perdona ni infierno, ni purgatorio ni paraíso.

La ensayista indicó que la edición también se hace acompañar por fotografías de varios arreglos de ikebana de Berenice Montes Ángeles, quien lleva el titulo sensei en este arte de las flores según el tradicional estilo japonés.

El poeta y editor Arturo Guzmán Romano y la poeta e ilustradora Martha Obregón leyeron algunos de los haikús de González Cosío.