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El músico, de casi 60 años, recibió el reconocimiento como Tesoro humano vivo

Todos hablan del huapango como cultura, pero no hay apoyos, dice Mario Chávez

Eso del tiempo no me preocupa, pues si me voy, mis alumnos se quedan con la música, afirma

Enviado
Periódico La Jornada
Viernes 13 de junio de 2014, p. a13

Tancanhuitz, San Luis Potosí, 12 de junio.

“Empecé a tocar a los 12 años, pero profesionalmente… a los 14; voy a cumplir 60 años, si Dios quiere. Soy originario de Jilitla, de un rancho que se llama El Portillo Viejo. Allá, en Jilitla, nació Pedro Rojas, el que compuso El querreque, que es reconocido mundialmente”, expresó en entrevista Mario Chávez Solís, huapanguero, quien el pasado domingo recibió el reconocimiento como Tesoro humano vivo, en ceremonia efectuada en la Plaza Central.

Consideró que el país no anda bien, “pero yo no puedo hacer nada… el gobierno… no sé. Yo veo retenes por todos lados. Está hasta peligroso. La vida que estamos pasando nos hace pensar que viene la guerra. Nosotros no. En el huapango no pasa como con los narcocorridos. Podemos hablar del tema porque hay improvisación, pero no hay huapangos con temas de narcos. Nosotros manejamos el verso, la versería y el improvisado. Si el cliente nos lo pide lo hacemos porque paga, pero nada más. Lo que queremos es ganar un cinco para llevar a la familia”.

El premio se le otorgó en el contexto de las Galas Identitarias, inscritas en el programa México, cultura para la armonía, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través de su Dirección General de Culturas Populares, y de la Cruzada Nacional contra el Hambre, de la Secretaría de Desarrollo Social. Primero fue en Chiapas, ahora en San Luis Potosí, y seguirá en Guerrero, Michoacán y Veracruz.

En medio de la parafernalia con fines políticos y en el mundo de las verdades a medias, lo positivo es el reconocimiento a quienes con su creatividad y persistencia mantienen vivas expresiones culturas valiosas, únicas, auténticas.

Buenos frutos

El formato de festival deja abierta la posibilidad a la difusión de expresiones regionales en música, danza, artesanías, medicina tradicional y gastronomía.

Así llegó Mario Chávez Solís, quien además da clases de huapango y son huasteco, las cuales han dado frutos jugosos en grupos que continuarán la tradición.

“La música es todo, todo. Para mí es mucha alegría y me motiva mucho, Eso es la música huasteca para mí. Soy huapanguero y hay que distinguir lo que es el son huasteco y el huapango.

El huapango es el que se trova; o sea, es con el que se hacen improvisaciones y el son huasteco es como el que se toca en las tres Huastecas, que no tiene improvisación, sino pura letra.

En su casa, cuando era niño, se oía mucha música, según la ocasión, pero casi no había silencios. El tiempo pasa. “La música es muy difícil que cambié. Lo que cambia son los instrumentos. Se usan otros instrumentos. ¡A mí nunca me ha gustado ese cambio! Prefiero la madera, lo naturalito, que sea natural. A mí me enseñó mi papá, quien se llamaba Cristóbal Chávez. Yo me sé unos 150 huapangos y he compuesto algunos, ya grabados, como el homenaje a Roberto Mar y Estoy envejeciendo… bueno, eso del tiempo no me preocupa y afortunadamente tengo alumnos. Si yo me voy, ellos se quedan con la música. Aquí me acompañan Las Alondras Huastecas, que son alumnas de mi taller, que lo doy en el Centro Cultural de Valles. Se supone que son más de 20 inscritos, pero no van todos. Van un día, luego no, pero las más constantes aquí están y van a tocar al rato”.

Foto
El huapanguero Mario Chávez tiene grabados a la fecha ocho discos e imparte clases en el Centro Cultural de VallesFoto cortesía Conaculta

–¿Las letras han cambiado? ¿Son otros los mensajes?

–Sí, ha cambiado, y me guste o no nadie puede detener eso. Hay quienes le ponen la letra a melodías nuevas, siendo que los huapangos están registrados. Eso no es correcto. Es un robo.

–¿Qué otro tipo de música le gusta?

–El bolero. Al rock no le entiendo. Me gustan las danzas de esta región.

La charla se interrumpió porque el músico fue llamado al escenario. Ahí recibió el premio como Tesoro humano vivo, que agradeció emocionado. A su lado estaba el otro distinguido con el mismo nombramiento: Agustín Crisóstomo Martínez, el volador, quien agradeció en su idioma tenek.

Los homenajes deben ser en vida

La sillería de la Plaza Central estaba sin ocupar, pero en las zonas donde había sombra la gente aplaudía a sus viejos. El clima oscila, pero si llueve un día antes el calor se avecina fuerte. Y este domingo la plaza fue un comal.

Bajó y siguió con su saber: Sé que en la Huasteca han dado apoyos a los músicos, pero a mí nunca nadie me ha dado nada. La ayuda es a las comunidades indígenas. Mis alumnos no me dicen nada, tal vez por miedo a lo que está pasando. Hay muchos músicos de 70, 80 años. Tenemos un músico que acaba de cumplir 92 años y anda activo, y a él nunca le han dado un reconocimiento. Ni un apoyo. Es don Román Arango Martínez, de Ciudad Valles. Acabamos de grabar un disco con él, pero aún no sale. Quiero que con esos disquitos él tenga un apoyo. Él y otros han dado mucho, ya están viejos, no pueden trabajar como antes, aunque quieran, porque el cuerpo es otro; no tienen pensión o jubilación. Cuando eres músico eso no se te da en la juventud. Con la edad todo se acaba. En cierto modo a mí me da miedo el futuro. No tenemos cómo apoyar a la familia. Todo mundo habla de esto como cultura, como lo original, pero no hay apoyos. Dinero sí hay. Si no hubiera dinero no habría ricos, y de éstos hay muchos. Creo que los homenajes se deben hacer en vida y no ya que la persona está muerta. Cualquier premio está bien, pero casi siempre sólo es un papelito.