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Trazamos el camino contra el prejuicio, dice la titular de la orquesta

Obiní Batá, precursora del auge de las percusionistas en Cuba
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de junio de 2014, p. a14

La Habana, 8 de junio.

Tienen uñas largas y cuidadas, pese a que sus manos golean duros cueros para sacar ese ritmo pegajoso que caracteriza a la música cubana. Se les ve sonrientes y seguras, pero para hacer su espectáculo de percusión y mostrar su arte, las seis integrantes de la orquesta Obiní Batá tuvieron que pasar por encima de prejuicios y añejos tabúes.

Hasta hace poco el mundo de la percusión en la isla era esencialmente masculino y sagrado; se veían pocas féminas tras un bongó o una batería y ninguna dándole voz a los tambores batá, prohibidos para ellas en la tradición de las religiones afrocubanas que dominan el paisaje espiritual y artístico de Cuba.

Sin embargo, así como las mujeres ganaron espacio en la política, la academia y otros aspectos de la sociedad cubana, también lo están haciendo en el campo de la percusión, al punto de que los expertos hablan de un auge que empezó a gestarse en los años 90.

Me lancé a lo desconocido, comentó Eva Despaigne, directora de Obiní Batá, la primera orquesta de mujeres que se atrevieron a tocar los batá y hacer de ello un arte.

El nivel de las percusionistas es tal que muchas han creado sus agrupaciones, como la jazzista Yissy García; tomar la tradición de sus padres y tíos, como Yuliet Abreu –de Los Papines–, o insertarse en las bandas de rock más prestigiosas, como Nailé Sosa.

Batalla de años

Lanzada de manera independiente en 1994 –luego de que un grupo de féminas decidió separarse del Conjunto Folclórico Nacional– Obiní Batá fue la única por años en el paisaje de la percusión cubana, pero a fuerza de persistencia abrió el camino a otras.

Nos prohibieron ensayar en los tambores del grupo (Conjunto Folclórico Nacional). Nos cerraban las puertas para los ensayos. A quienes nos enseñaban les decían que eso les costaría participar en una gira o actividad importante, lamentó Despaigne, una mulata de piel tersa y 60 años de edad, que comenzó su vida artística como bailarina.

Se pasó mucho tiempo explicando a sus colegas varones que lo que hacen las Obiní Batá no es religión –tambores batá deben ser consagrados y sus ejecutantes pasar por un largo y selectivo rito–, sino arte. Para ella, los desacralizados tiempos que vive la isla están rompiendo la barrera de discriminación contra las percusionistas.

De los años 90 para acá, las muchachitas comenzaron a estudiar (masivamente) percusión y son muchas ya las graduadas, comentó Mercedes Lay, experta que colabora con el Centro de Investigaciones de la Música Cubana.

Aunque no hay cifras oficiales de cuántas han obtenido su especialización en percusión o son autodidactas, se les ve por todos lados: conjuntos de jazz, orquestas, agrupaciones de rumba, bandas de rock, fusión, dando clases, de gira por el extranjero.

Respeto de los colegas

Se ha hecho una apertura muy grande para que las mujeres toquen percusión, comentó Yaimi Karell, quien a sus 33 años es percusionista del grupo Síntesis y profesora de la disciplina. Hay mucho respeto para las centenares de percusionistas de sus colegas varones.

Las féminas reconocen que el oficio requiere de fuerza física, pero con habilidad es posible mantener hasta las largas uñas retocadas de las Obiní Batá sin afectar la calidad de la ejecución.

No se trata de fuerza y velocidad, sino de técnica y gusto, de sabor, explicó Raúl Fernández, de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad de California, Irvine, e investigador sobre la música isleña. Aun entre los hombres uno que toca con mucho vigor y velocidad no lo hace tan bien como uno con técnica y gusto.

Despaigne siente orgullo de haber trazado un camino contra el prejuicio para las jóvenes.