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Agustín Crisóstomo Martínez fue reconocido como Tesoro Humano Vivo por el CNCA

Los voladores tenek deben seguir, pero hay lugares donde no nos dejan

No cualquiera vuela; “suben en las horquetas y se echan pa’ tras; si llegan allá, a la punta, y están sentados, ¡no! hay que tener valor”, dice el abuelo de 86 años, oriundo de Tancanhuitz

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Este palo lo cortamos por allá y dura un año. Antes yo volaba, pero ahora ya no. Me enseñé a los 25 años, por allá, en un lugar que va para Valles, expresó Agustín Crisóstomo Martínez, cuyo grupo presentó su tradicional espectáculoFoto cortesía del CNCA
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Periódico La Jornada
Lunes 9 de junio de 2014, p. a13

Tancanhuitz, SLP, 8 de junio.

Los voladores de la cultura tenek son anteriores a los de Papantla, Veracruz, que copiaron la tradición que de aquí se remonta a los abuelos de los abuelos, expresó en entrevista Agustín Crisóstomo Martínez, quien este domingo recibió el reconocimiento como Tesoro Humano Vivo, en el Festival Galas Identatarias, organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), por medio de la Dirección General de Culturas Populares, y la Secretaría de Desarrollo Social.

Sus recuerdos se hunden en el pasado, cuando los alrededores eran más verdes que ahora. Mi abuelo me dijo que aprendiera la tradición de volar. Éramos varios y ya no existen. Hoy hay nuevos.

La presidencia municipal organizó hoy una demostración del grupo de voladores de Agustín, a las 10 de la mañana, en un paraje cercano donde cada semana se repite el rito sacro con copal y el sonido de la flauta y el tambor, para seguir uniendo al cielo y la Tierra con un palo clavado en un hoyo donde se ha regado sangre.

“Este palo lo cortamos por allá y dura un año. Sólo un año. Antes yo volaba, pero ahora ya no. Me enseñé a los 25 años, por allá, en un lugar que va para Valles. Fui a enseñarme. Entonces fui capitán, porque el otro estaba enfermo y ya no pudo acompañarnos. El presidente municipal de aquí me comentó que debía aprender la danza, pero no sabíamos cómo era, porque sólo éramos voladores. No sabíamos qué indicaba el capitán que está allá arriba, en la punta.

Le dije a mis hijos la voluntad del presidente. Tres dijeron que no, pero subimos y volamos y me contestaron que fue bueno. Así fue como me quedé como capitán. Donde nos invitan ahí vamos. Otros siguen subiendo y yo ya estoy descansando. Para esto hay que ser responsables, hacer mucho ejercicio. Gracias a Dios nunca tuve accidentes. Nada. Tengo ya 86 años.

–¿Por qué es diferente volar aquí que en Papantla?

–Lo de ellos fue después y fue copiado de aquí. No me acuerdo en qué año, pero vino un señor de Francia a contratar aquí la danza. Fueron a cortar un árbol de mamey, cerca de mi casa y lo pusieron ahí. La primera vez mi papá estaba en la punta. A él siguió Juan Trujillo. Después, cerca de la secundaria pusimos un árbol. Ahí se enseñó éste y otros. Ahora hay hijos y nietos. Nuevos. Les digo que esto tiene que seguir, pero hay sitios donde no nos dejan que nos pongamos. Yo lo que veo es que en San Luis van a competir muchos. Nos movemos en la Huasteca y hemos ido a Estados Unidos”.

Consideró que no cualquiera vuela. “Suben en las horquetas y se echan pa’ tras. Si llegan allá, en la punta, y están sentados, ¡no! Hay que tener valor”.

El clima extremo no le molesta, ya sea que haga frío o calor. Me gusta el calor, ¡cómo no! Por acá hay mucho tejón y mapache, y venado.

A su lado, Rodrigo Martínez Zapata, su hijo, escuchaba atento. Cuida a su papá. A mí me gustó la tradición de volar. Él fue capitán, y yo también. No tengo miedo; tengo valor. Somos tres hijos y tres hijas. Ha valido la pena aprender todo esto. Cuando vienen más a vernos es en Semana Santa. Una ceremonia completa puede durar una hora. En otros estados se vuela, pero es diferente. Hay competencia entre voladores.

Mientras platica observa a los nuevos volar, que descienden como águilas, con las garras por delante.

Son los voladores de la Huasteca y Miguel Santiago Reyes toca la música. Lleva 35 años con esa responsabilidad. Hoy vimos una muestra de esta ofrenda. Es algo sagrado y es una ceremonia para que vean cómo vamos a buscar el palo, clavamos el machete, cómo se ponen las cuerdas, se enciende el copal y las velas. Ofrendamos con tamales. Yo llevo ya 35 años volando. Nosotros hacemos diferente porque en Papantla son copiosos. Nosotros aquí escogemos la música para llevarla a ellos. Ellos son mexicanos y lo valoramos. Para viajar tuvimos que aprender español.

Los nuevos toman con seriedad el ritual. Les va la vida y un día serán ellos los abuelos, los viejos voladores tenek.