Opinión
Ver día anteriorMartes 27 de mayo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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En el Muac, Reconocimiento UNAM
A

nte un nutrido público que integró a personalidades de todos los ámbitos, María Teresa Uriarte, coordinadora de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en nombre del rector José Narro Robles, junto con Graciela de la Torre abrieron la ceremonia en la que como ocurre a partir de 2004, la máxima casa de estudios rindió el llamado Reconocimiento Universitario a Manuel Felguérez por sus trascendentes aportaciones a la experimentación artística y a su larga vinculación con la propia Universidad, a este pintor, escultor, grabador y constructor de ámbitos cuyas vinculaciones como creador, docente y asesor de la hoy Facultad de Artes Plásticas y diseño, hasta hace poco la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP).

De acuerdo con el programa establecido, después de las introducciones de rigor por parte de las dos autoridades presentes, tomamos la palabra tres invitados: el maestro Ignacio Salazar, ex director de la ENAP, el maestro Francisco Castro Leñero, connotado profesor y yo como investigadora que ha dedicado al homenajeado entre varios ensayos y presentaciones, un libro, Felguérez: derroteros, en el que participaron alumnos de posgrado de la Facultad de Filosofía y letras. Todavía hoy, en 2014, hay alumnos que han optado por realizar tesis de maestría con algún tema relacionado con su trayectoria.

Mi intervención se centró en el mural del cine Diana y la rescribo aquí, porque su esposa Meche Oteyza e igual Graciela de la Torre me la solicitaron.

En cierto momento Octavio Paz anotó lo siguiente: “sus proposiciones son cosas mentales y animadas no por un mecanismo sino por una lógica. El artista está tratando de resolver un problema propio y tiene la pretensión de comunicar su resolución a unos cuantos. Su alegría y su dolor están en esa pequeña, gran lucha…”

Por su parte Francisco Castro Leñero inició su alocución citando a Juan García Ponce: En las obras de Manuel la experimentación no es nunca meramente formal. Decidió ver en sí mismo, cosa que no es fácil. Fe en sí mismo y en la seguridad de su permanencia. Salazar refirió que el viaje del trayecto artístico es iniciar el viaje de los titubeos y exaltó la figura protectora, generosa, entregada de su maestro.

Mi interés en el mural me hizo abrevar en la situación que le dio origen en el cine Diana, yo centré mi comunicado en eso, debido no sólo a que desde mi punto de vista (y del punto de vista de otros también), el mural es pieza estelar en la exposición Desafíos a la estabilidad, sino igualmente a que su percepción en la sala en la que se encuentra en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (Muac, es la sala 9 la que prácticamente da inicio al trayecto que lleva la muestra), el mural se me presentó como resurgido. Lo conocí recién inaugurado y tengo nociones o recuerdos desleídos, algo nuevo, algo que inicia otra etapa en cuanto a obra pública adosada a un muro, eso es lo que sobrevendrá en futuros trabajos al muro. Y nada más. De hecho no tenía tiro para ser calibrado, si lo veía uno a distancia, el mural se percibía arriba, en un espacio longitudinalmente más condensado que el que ocupa ahora. Si se le veía de frente, no podía captarse en su totalidad.

En fin, el montaje del mural en el Muac es una producción delicada, experta y poética llevada a cabo por personal del museo, dirigido por el propio Manuel, yo creo que equivale a un nuevo proceso creativo que lo hace lucir como antes nunca lució. Ahora en un espacio longitudinal pintado de ocre claro en perfecta consonancia con el material en el que está realizado. El espacio parece construido deliberadamente para contenerlo.

Cuando Felguérez lo trabajó ya tenía en su haber otro mural, en mármol y mosaico italiano que según tengo entendido es de 1959 y se encuentra en un edificio de la calle de Campeche, pero al mismo tiempo había trabajado otras piezas con materiales no nobles e incluso tenía experiencia en labores artesanales, según relató Luis Mario Schneider, quien resaltó en un ensayo de 1987, su desempeño como muralista.

Previamene a esta creación Felguérez ya había colaborado con Alejandro Jodorowsky en la puesta en escena de La lección, de Ionesco y para la inauguración del mural el cineasta y dramaturgo había preparado un Canto (idea tomada de los Cantos de Maldoror) al mural de hierro. El edificio del cine Chapultepec es diseño y construcción del arquitecto Leopoldo Gout, amigo de Felguérez desde la primaria. Leopoldo, Polo, fue también scout y estuvo presente en el homenaje al que hago referencia. Felguérez le propuso el mural cuando el edificio todavía estaba, por decirlo así, en la última etapa de la obra negra. Leopoldo accedió y fueron los mismos constructores, albañiles y herreros de la obra quienes ayudaron al artista a levantarlo. Otro amigo regaló un camión de chatarra que Felguérez fue a recoger a la fábrica de acero de Ecatepec, el material se descargó al pie del muro y directamente se fue construyendo. No hubo trabajo en taller, ni conozco diseño previo, pero la concatenación es coherente y lógica. El mural se armó en el mismo sitio al que perteneció y allí fue que pulcramente se desarmó para traerlo a la UNAM. Con la nueva versión de ese conjunto de salas cinematrográficas, la mayoría de sus espectadores iniciales ya ni siquiera se acordaban de que allí seguía existiendo.