Opinión
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El despertar

Denuncia de racismo

L

a Jornada publicó el pasado lunes Incuestionable, el racismo en México, de Fernando Camacho. Empiezan a aparecer cada vez más numerosas denuncias sobre un problema, quizás el mayor, de todos los que tenemos. Hace 20 años, cuando publiqué La democracia que viene, mencioné el tema y, salvo algunos observadores extranjeros, nadie acusó recibo. Actualmente existen la serie de televisión Crónica de castas, un documental en elaboración (Pigmentocracia) y varios finos trabajos de investigación: Emiko Saldívar, Universidad de California; Mónica Moreno, Universidad de Newcastle; Alicia Castellanos: UAM- Iztapalapa; Beatriz Urias, UNAM. ¡Por favor lean El país donde el racismo se esconde a plena vista (CNN 20/11/2011), de Rubén Navarrete Jr. Empieza a desgarrarse una negación colectiva que, como todas, es portadora de desastres.

Nuestro racismo es fácil de observar y difícil de aceptar. No se circunscribe a las etnias explotadas salvajemente 500 años; debemos defenderlas pero no olvidar que subsisten, distorsionados, residuos de las castas coloniales. El mayor problema está en la discriminación de los mestizos. El grupo blanco criollo (12% de la población) domina el escenario: en los negocios, la cultura, la política y sobre todo en las aspiraciones. El mexicano/a anhela ser güerito, y hace lo imposible por parecerlo. La discriminación de los mestizos empieza por ellos mismos.

En forma obvia, el racismo se muestra por las preferencias erótico-sexuales. Basta con ver los anuncios en los programas de televisión y de otros medios. Los mensajes van dirigidos a la población blanca y excluyen al mestizo en sus diversas coloraciones morenas, ¡a pesar de constituir 80% de la población! Entre más rasgos físicos y culturales indígenas tenga un mexicano, serán menores sus probabilidades de alcanzar chambas bien remuneradas, altos destinos políticos, prestigios y parejas atractivas. Esto no se reconoce, pero pesa como plomo.

Este racismo hipócrita daña la cohesión de México. En realidad, por lo menos somos tres naciones divididas por barreras invisibles. La prepotencia de los blancos, la forma insultante como se refieren a los mestizos e indios (nacos) y la exclusión efectiva de los morenos es correspondida por el resentimiento feroz y oculto. Esta es una carga explosiva que ha empezado a manifestarse en la lucha política, pero que en determinadas circunstancias podría estallar, como ya lo hizo en la Revolución Mexicana.

¿Qué podemos hacer? Agustín Basave propone eliminar la propaganda racista en los medios. De qué sirve que se exalte el pasado prehispánico si se desprecia al indígena y al mestizo de hoy. Otros hablan de acciones afirmativas. La clave está en ampliar la conciencia del problema. Trabajos como el de Camacho, Giménez Cacho, Julio Vallejo y Ricardo de los Ríos y otros muchos van en la dirección correcta.