Opinión
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México SA

Y ahora con ustedes

Tijeretazo de Cepal

Un sofá para Cuarón

S

i se atienden las siempre alegres proyecciones económicas del gobierno federal –con el inquilino de Los Pinos que sea–, México se ubicaría en el primer mundo del primer mundo, sería envidiado por la comunidad de naciones y los noruegos serían quienes, ante la carencia de oportunidades, terminarían en Estados Unidos en busca de mejores perspectivas de vida.

Como en este espacio se ha comentado, de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón todos los inquilinos de Los Pinos prometieron progreso y desarrollo a manos llenas. Vamos, los mexicanos alcanzarían tal nivel de bienestar que nadie en el planeta estaría en condiciones de alcanzarlos. Si los cinco ilustres cuan resultones personajes que ocuparon la residencia oficial antes de Enrique Peña Nieto hubieran cumplido con sus promesas (las de campaña y las de gobierno), la economía mexicana fácilmente se hubiera colocado entre las tres primeras a nivel internacional.

Pero como el hubiera no existe, a duras penas la economía nacional promedia un crecimiento de 2 por ciento anual a lo largo de las últimas tres décadas, con el consecuente impacto negativo en el bienestar de sus habitantes. Todo lo prometieron, todo lo incumplieron (salvo para las élites que en buena medida financiaron sus campañas), y allí están los resultados.

Cómo olvidar sus promesas: recuperar la capacidad de crecimiento (Miguel de la Madrid); en breve, los mexicanos accederán a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero (Carlos Salinas); bienestar para la familia y combatir el desigual desarrollo del país (Ernesto Zedillo); actuar con inteligencia y sensibilidad (¡¡¡lo dijo Vicente Fox!!!); contamos con una estrategia clara y viable para avanzar en la transformación de México sobre bases sólidas, realistas y, sobre todo, responsables, que permita a todos los mexicanos tener una vida digna sin comprometer el patrimonio de las generaciones futuras (Felipe Calderón).

Con el regreso del partido con ideología de plastilina (siempre moldeable de acuerdo con los intereses de su candidato) se esperaba un gobierno de resultados rápidos y tangibles, no sólo para su propia supervivencia política –especialmente después de la docena perdida–, sino porque los mexicanos ya no sienten lo duro sino lo tupido y no aguantan otra zaran- deada, otro sexenio tirado al bote de la basura (y llevan cinco al hilo).

Pero nada. No hay tal bienestar, no existen los resultados tangibles. Dieciséis meses después de oficialmente inaugurado el gobierno que movería a México (EPN dixit), la situación en nada es distinta al venturoso régimen de Felipe Calderón, como éste en nada se diferenció –salvo los chascarrillos involuntarios del señor de la lengua larga y las ideas cortas– del de Vicente Fox ni éste, a su vez, del de Ernesto Zedillo y etcétera, etcétera.

Eso sí, en gastos retóricos no reparan. Ayer, en pomposo acto en la residencia oficial y con mucho retraso (tardaron casi 17 meses en armarlo) presentaron en sociedad el programa nacional de infraestructura, mediante el cual el gobierno federal promete inversiones por 7.7 billones de pesos y una contribución adicional al producto interno bruto de entre 1.8 a 2 puntos porcentuales… al cierre de la presente administración. El promedio arroja una inversión anual de un billón 540 mil millones de pesos. A ver de dónde los sacan, sobre todo cuando se recuerda que el gobierno federal –en una suerte de harakiri financiero– ya no gozará de las mieles fiscales del oro negro.

Lo anterior, claro está, con todas las reservas del caso, porque el anuncio lo hizo el ministro del año, Luis Videgaray, que en esos 17 meses no ha dado una en eso de la cartomancia económico-financiera. A todas luces eso de adivinar el futuro no es lo suyo, de tal suerte que tal vez ese mágico presupuesto de inversión en infraestructura no trascienda el discurso. Y allí está el ejemplo cercano de Felipe Calderón y su programa de infraestructura por 4.5 billones, si la memoria no falla, que se tradujo en el peor resultado económico desde el sexenio de Miguel de la Madrid. Eso sí, por discursos bonitos no pararon.

En el cuento de la lechera, versión tricolor, las calculadoras tiemblan: con el citado programa prometen un crecimiento adicional de entre 1.8 y 2 puntos; con la reforma a las telecomunicaciones prometen 1.5 puntos; con la energética 2 o algo más; con la fiscal otro par y así por estilo. Todo, desde luego, adicional al crecimiento normal de la economía. Si se suman las promesas de crecimiento derivado de los muchos programas y las bonitas reformas que todavía no aterrizan, entonces, según ellos, la economía mexicana estaría creciendo algo así como 10-12 por ciento anual, lo que avergonzaría a los propios chinos.

Las reformas ya están aprobadas; el nuevo programa –que se suma a otros 5 mil– ya fue presentado; tenemos a un personaje reconocido internacionalmente, porque se dedica a salvar a México, otro que es ministro del año y uno más que es ejecutivo petrolero de 2014. Con eso México está del otro lado y de aquí al cielo, de acuerdo con el discurso.

Pero la realidad es más cabrona que bonita. A punto de concluir el cuarto mes de este 2014, los tijeretazos a la proyección oficial (con todo y reformas) sobre el crecimiento económico del país se mantienen hiperactivos, y ahora la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) aplicó el suyo: recortó tal estimación a 3 por ciento, en línea con otros organismos internacionales y regionales, aunque no tan profundo como el que han practicado instituciones bancarias que operan en el país y cúpulas empresariales.

Aun así, el tijeretazo de la Cepal no es cualquier cosa, pues representa un recorte de casi un punto porcentual a la proyección a la que se aferra el ministro del año, o si se prefiere equivalente al 25 por ciento de la estimación oficial. De cumplirse la expectativa de dicho organismo (aunque todo apunta a que sería inferior), la novedad sería que en el primer bienio del gobierno que prometió mover a México el promedio de crecimiento económico sería igual al registrado a lo largo de las últimas tres décadas, o lo que es lo mismo, 2 por ciento, con todo y que la Secretaría de Hacienda jura que la recuperación económica del país está en marcha.

Las rebanadas del pastel

Todo indica que Alfonso Cuarón deberá comprar un mullido sofá para esperar sentado la oportuna respuesta del inquilino de Los Pinos a sus diez preguntas sobre la reforma energética, pues Enrique Peña Nieto le manda a decir que lo hará una vez que hayan sido presentadas las leyes secundarias en la materia, así que paciencia.

Twitter: @cafevega