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Adiós, Papá Grande
Lo que escribió trasmina felicidad: Tovar y de Teresa
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Poco después de las 16 horas de ayer, Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, colocó la urna con las cenizas del escritor colombiano Gabriel García Márquez en un pedestal ubicado en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, la cual quedó rodeada de flores amarillasFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Martes 22 de abril de 2014, p. 3

Gabriel García Márquez fue un hombre feliz. Y la felicidad se trasmina a todo lo que su pluma de escritor tocó, dijo anoche el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa, como el primero de los tres oradores en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes.

Al platicar ayer con Mercedes (Barcha, esposa del escritor colombiano), contó Tovar y de Teresa, le pregunté si quería que dijera algo en especial o dejara de mencionar algo. A lo segundo me dijo contundente: puedes decir lo que quieras; en esta familia no hay secretos. Y sobre qué decir me sugirió que hablara sobre la música y las cosas felices que lo rodeaban.

De la música, el orador sólo refirió que la que sonó toda la tarde en el homenaje fue una selección de los hijos del escritor, Rodrigo y Gonzalo, sobre algunos de los temas favoritos de su padre, que no sólo disfrutaba de la música popular, como sabemos, sino que tenía una gran afición por la música de concierto.

El discurso inicial transcurrió con las puertas de Bellas Artes cerradas, mientras afuera esperaban cientos de personas bajo la lluvia, para poder ingresar. Adentro, Mercedes Barcha escuchaba conmovida; traía en la solapa un broche de mariposa. Silvia Lemus, a su lado.

Tovar y de Teresa habló entonces de las tres patrias de Gabo: “Colombia, México y el idioma español. Esos territorios, que tienen mucho que ver con la imaginación, pero también con las raíces que uno echa en el periplo de la vida, ya pueden reclamarse como patrimonio de la humanidad.

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Foto Cristina Rodríguez

Del mismo modo que en el siglo XIX portentosos escritores como Tolstoi, Dostoievski, Gogol o Chejov lograron que la cultura de Rusia se volviera universal, la literatura de América Latina se volvió universal, la literatura de América Latina se volvió universal en el siglo XX gracias a una generación de escritores, encabezada por García Márquez, que recurrió a la historia de su aldea, real o imaginada, para reinventar la vida del hombre.

Al igual que su admirado Juan Rulfo, continuó el presidente del Conaculta, “Gabo fue, como dijo Carlos Fuentes, un nuevo descubridor, un bautizador del nuevo mundo, en la tarea interminable de darle nombre a América.

“Celebramos –agregó– al escritor que siempre tuvo presente su infancia, ese gran asombro de ojos desorbitados de la realidad que vivió de niño y que jamás se fue.

“El éxito de Cien años de soledad subraya –dijo– nuestra hambre de leer historias en las que nos reconozcamos. Macondo es ya parte de la cultura popular. Algo que sólo había logrado Cervantes con El Quijote”.

García Márquez, remató Tovar y de Teresa, “nos dejó un Jueves Santo, entre una luna roja, una granizada épica y un temblor de miedo, digno marco cósmico para el inventor y cronista de la realidad mágica de Latinoamérica. En El coronel no tiene quién le escriba encontramos estas líneas: es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites. Sus libros, su legado, su invaluable regalo al mundo, tampoco tienen límites”.