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Rinden homenaje a Javier Bátiz en el Blanquita por 50 años de carrera

Cuando empecé a tocar blues en el DF, creían que andaba mariguano
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Javier Bátiz hizo que la lira hablara, llorara y, a veces, riera. En tres días ofreció seis presentaciones en el mítico recinto del eje Lázaro CárdenasFoto cortesía de Lulú Urdapilleta
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de abril de 2014, p. a13

Javier Bátiz recibió un homenaje en sus presentaciones del fin de semana en el teatro Blanquita, donde le fue entregada La Gaviota de Oro por 50 años de rocanrolero. Emocionado, dijo: Espero que no se enoje Enrique (Peña Nieto, presidente de la República), en alusión al personaje telenovelero que interpretó Angélica Rivera.

El comentario fue celebrado por la concurrencia, que aplaudió de pie al rocanrolero de 70 años de edad y maestro histórico de Carlos Santana.

Fueron seis tandas de rock y blues en el Blanquita, popular teatro de revista de espectáculos que programa tardeadas y nocheadas a precios accesibles, para la banda.

Abrió los toquines el grupo de rock latino Danz-K, cumplidor y que brilló por sus percusiones. Algunos de sus integrantes son chavos y le ponen muchas ganas, máxime que compartieron escenario con verdaderas vacas sagradas de la música juvenil.

Tex-Tex

Los Tex-Tex, provenientes de Texcoco, le metieron grueso y animaron al respetable con sus movidazas y románticas. Pagamos el precio de que no nos programen en la televisión, ni en la radio, porque cantamos lo que pensamos. Somos auténticos, no el resultado de un productor.

Cantaron varias de las más conocidas de su repertorio, con tonadas pegajosas y chiclosas, como ¿Qué voy a hacer si ella se fue?, que ya la patentaron y la prestan ante notario público a los norteños de Garibaldi, con la condición de que la toquen bien y sin perder la esencia. Los fans del Club Toque Mágico de Tex-Tex tenían su fiesta particular.

El reventón siguió tendido con el músico de Tijuana Javier Bátiz, quien ha dicho que se ha medido con los grandes del blues del sur de Estados Unidos. De allá, luego de tocar con los negros, traje el blues a la ciudad de México, y esto fue cuando no se sabía de tal música. Tocaba a las de acá y unos se persignaban y preguntaban que qué era eso. Creían que yo andaba mariguano.

Con una lira con sonido inalámbrico bajó del escenario y saludó al respetable, que no desaprovechó la oportunidad para tomarse la foto del recuerdo. La melodía envolvió en romanticismo a jóvenes y viejos. El sonido arropó, en una noche de frío y lluvia. Damas de no malas cachas vendían caballitos de tequila para calentar el alma. Javier tocaba con sus más de 50 años de experiencia. Todo el diapasón era, es, suyo. Vino el blues, pesado y profundo, de negros y mestizos, de almas hundidas en un sentimiento común. Bátiz hizo que la lira hablara, llorara y, a veces, riera.

Él optó por hacer su carrera en México, desde Tijuana. Carlos Santana fue a otros lados, donde sí reconocen a quien sabe tocar. Yo me quedé aquí y no me arrepiento, porque si ustedes supieran a quien he ayudado a sobresalir no me lo creerían.

En el bajo lo apoyó Mario Hernández El tractor y en la batería su esposa, Claudia Marín. Se refinó Lucila, heavy, con solos que sacudieron esqueletos y tiraron polilla. Puro rock sin mezcla.

Entró al escenario Baby Bátiz, que varió la fiesta con la onda yeyé, gogó. Dos bailarinas le pusieron sensualidad.

Tú serás mi baby, una balada inolvidable. Javier cantó Si estuvieras aquí, que compuso cuando cumplió 66 años. Se mantiene jovial, amable, tolerante, a pesar de las fallas en el sonido. Los Bátiz unieron rock, blues y gogó. Fueron seis noches inolvidables en el Blanca. Para recordar, Javier interpretó una versión de Gloria, que The Doors hizo inmortal.