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¿La Fiesta en Paz?

Gravísimo hecho en la UNAM: unos facciosos impiden mesa taurina de académicos

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ecía el pensador Bertrand Russell: Dígame cuántos alumnos tiene una universidad y le diré qué tan buena es. El pasado jueves 10 de abril se debió llevar a cabo a las 18 horas una mesa de conferencias sobre Cultura, literatura y periodismo taurinos en la sala Fernando Benítez de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), bastión del desarrollo científico, educativo y cultural de nuestro país, coordinada por dicha facultad y el Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación de la misma.

La mesa la conformaban estudiosos e investigadores, como los maestros José Francisco Coello Ugalde (historiador), Maricarmen Chávez Rivadeneyra (socióloga), César Benedicto Callejas Hernández (doctor en derecho) y Claudia Gabriela Guevara Gómez (lingüista). Se anunció además que ésta sería la primera de las mesas dedicadas al tema de la tauromaquia a realizarse en dicha facultad, y que al finalizar el ciclo se publicaría una memoria con todas las conferencias. La entrada sería libre y la posibilidad de que el análisis de la cultura taurina volviese a la UNAM abría nuevas, urgentes opciones de revisión del toreo ante los ataques del pensamiento único.

¿Y qué pasó? Bueno, que un día antes universitarios obtusos disfrazados de antitaurinos y grupúsculos afines empezaron a hostilizar la sede del evento, a arrancar carteles alusivos y a amenazar a quienes se atrevieran a asistir a la conferencia, así se tratase de un acto organizado por una facultad de la máxima casa de estudios del país. No faltó quien observara que el cartelito típico con la pintura de un toro y un torero había puesto sobre aviso a los neofascistas –o piensas como yo y te gusta lo que a mí, o te desaparezco de la escena–, pero ello es tan estúpido como afirmar que una mujer con escote y minifalda está pidiendo ser violada. Con o sin cartel, la intolerancia y los fundamentalismos atentan contra el verdadero espíritu universitario, esa diversidad de pensamientos respetuosos, honestos y emancipados.

Lo más preocupante es constatar que, al igual que en varios estados e instituciones de la república, también en la llamada y premiada máxima casa de estudios del país es notoria la impotencia de las autoridades universitarias ante los extremistas, facciosos y neofascistas, al volver a abrir las puertas de la Universidad Nacional a las posturas más reaccionarias, intolerantes y rijosas, en este caso a una especie de muro antitaurino o de yunque animalista que, con el pretexto de golpear con la verdad, se llevan entre las patas la inteligencia responsable y la tolerancia reflexiva, pisoteando además el derecho a la información y a la libre expresión.

Este nuevo logro del oscurantismo más recalcitrante al impedir opiniones en voz alta a cargo de exponentes empapados de un tema que para las mentalidades fanáticas tiene que prohibirse incluso en las universidades, debe alertar a la comunidad universitaria y a la afición pensante de México, porque si hoy la justificación de la intolerancia se disfraza de defensor, no de los animales en general, sino del toro de lidia en particular, mañana los temas académicamente correctos serán fijados por los porros. Tan peculiares antitaurinos sólo demuestran que la violencia está en el campus, no en el ruedo. Ay qué tiempos, señor Juan Ramón.

Claudia Gabriela Guevara, una de las que intervendrían en la mesa cancelada por unos cuantos, dijo: Estoy molesta porque no iban a lidiarse toros bravos en la UNAM, ¡sólo hablaríamos del tema desde una postura totalmente académica! Sin embargo, la UNAM no pudo garantizar la seguridad de los ponentes porque recibió amenazas de violencia muy fuertes contra nosotros y contra el inmueble. ¿Ya no tendremos lugar ni para hablar del tergiversado tema?.

“Los aficionados estamos jugando mal –prosiguió–. Debemos revisar si hemos hecho algo por frenar a los antis, compartir más que nunca lo que somos, pero a la vez exigir la integridad de la fiesta. Ya no podemos dejar que suelten la lengua con pendejadas sobre el tema, sino abrirnos al diálogo aunque sin jugarnos el físico. Ser más públicos, buscar más foros y utilizar un pañuelo negro para denunciar dentro de los cosos la ausencia del toro en su plenitud esplendorosa. El pañuelo negro no agrede como una pancarta ni duele como un cojinazo.

La miseria del sinsentido antitaurino es terrible, nos hundiremos si no jalamos este carro. Soy una aficionada que me siento cómoda y segura al ir a una plaza sola, imagínate, en un mundo donde el machismo reina y la violencia hacia la mujer crece, allí, en los toros, encontré el respeto a mi feminidad. He dado conferencias y siempre he sido respetada, no menospreciada. Caray, Páez, de verdad esto de la censura a la tauromaquia en la UNAM está mal, muy mal, concluyó.