Opinión
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Xochiquetzal
M

uchas sorpresas guarda el rumbo ubicado detrás de Palacio Nacional. Hace cerca de un lustro se inició su recuperación, que incluyó el retiro del comercio ambulante. Ahora se pueden apreciar hermosas construcciones y plazas, como la de Loreto y la Torres Quintero, la cual honra al profesor colimense del mismo nombre, destacado por su creación del método onomatopéyico para aprender a leer y escribir simultáneamente.

La plaza Torres Quintero todavía padece ambulantaje, pero vale la pena visitarla si usted se encuentra en el área, porque tiene dos sitios de gran interés.

El conventillo y templo de San Sebastián Atzacoalco, que tomó su nombre de uno de los cuatro barrios originales de México-Tenochtitlan. En el siglo XVI fue capilla de indios, fundada por los franciscanos; en el siglo XVII se amplió y se convirtió en parroquia.

El interior del pequeño templo muestra una decoración moderna, con los muros encalados en blanco, casi desprovisto de ornamentos y mobiliario. Sin embargo, resguarda varias esculturas valiosas, como un Cristo de Burgos, un Santo Entierro, un Cristo de la Cañita, y un San Sebastián, que datan de los siglos XVI y XVII. Conserva el púlpito de más de 300 años con las imágenes de santos en madera sobredorada y restos de finos policromados. Es de las pocas iglesias que conserva el techo de dos aguas cubierto de madera, el que muy probablemente estuvo cubierto por un elegante artesonado, como se acostumbraba en el siglo XVII, antes de que llegara a México la moda de la bóveda.

En este sitio se fundaron durante el virreinato dos de las congregaciones más afamadas: la Real Congregación de la Vela Perpetua del Santísimo Sacramento y los Caballeros Esclavos del Señor Sacramentado. Esta última armó gran pleito a fines del siglo XVIII porque no se le autorizó el nuevo uniforme que proponía, alegando que el que usaban era mal visto de las gentes de moda, porque era costoso y de poca duración. Se creó un pleito de tales dimensiones ante los tribunales en contra de las autoridades eclesiásticas, que dio lugar a un voluminoso expediente y a que se tuvieran que uniformar otras cofradías, como la de los Esclavos Cocheros de Santa María la Redonda.

A un costado de la plaza en una enorme casona, que por sus características pudo haber sido un obraje en el siglo XVII, se encuentra la casa Xochiquetzal. Es un original proyecto humanitario que impulsó la Asociación Civil Semillas en 2006, con el apoyo del gobierno del Distrito Federal que donó el inmueble. Su labor beneficia a un sector vulnerable de la sociedad: las trabajadoras sexuales de la tercera edad, que se encuentran en situación de calle. Aquí se les brinda apoyo mediante la atención de necesidades básicas, como alimentación, vivienda, asistencia médica, jurídica, ayuda para servicios funerarios, orientación social y promoción de los derechos humanos. El espacio fue rehabilitado por el programa de Jóvenes Constructores, en colaboración con diversas instituciones. Actualmente la casa es domicilio de unas 25 mujeres, quienes lo cuidan, repartiéndose las tareas domésticas.

En 2013, gracias al reportaje fotográfico Casa Xochiquetzal: mujeres alegres, con el que la fotógrafa Benedicte Desrus ganó el Premio Internacional de Fotografía de los Titulares de los Derechos Sociales, el lugar fue conocido en todo el mundo. Se sostiene de donativos de distintas instituciones y de particulares. Recientemente se presentó un libro que realizó un grupo multidisciplinario de mujeres sobre las habitantes de la casa, con el objeto de conseguir fondos.

Ahora caminemos a la bella Plaza Loreto, al núm. 8. Aquí se encuentra Finca Loreto. El diminuto establecimiento ocupa los bajos de uno de los preciosos edificios del siglo XVIII, que rodean la plaza. Lo atiende su dueño Ernesto quien cocina sobrosísimo. El menú cambia semanalmente, pero entre sus creaciones frecuentes destacan las enguacamoladas rellenas de rajas y elote, el brazo de chaya, carnero en pasilla y la pechuga Tenoch.