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Mercados eléctricos: la séptima
A

decir de la empresa de análisis del comportamiento de precios de electricidad y de gas natural en la Unión Europea VaasaETT (www.vaasaett), actualmente la electricidad residencial más cara de Europa se paga en Berlín. Sí, los usuarios domésticos de esta querida y entrañable ciudad desembolsan un promedio de 29 centavos de euro por kilovatio hora (kWh), 20 por ciento más de lo que pagaban en la primavera de 2009. Y es que de entonces a la fecha, los precios del fluido no han dejado de subir. En Helsinki, por cierto, se registra el precio más bajo de toda la Unión Europea, con apenas 12 centavos de euro por kWh. Casi lo mismo que en París, donde el kWh residencial se paga a 14 centavos de euro.

El promedio europeo es de casi 21 centavos de euro por kWh (en todos los casos unidades monetarias calculadas con los tipos de cambio que consideran el poder adquisitivo de todas y cada una de las monedas correspondientes). Por cierto, la parte del precio que paga la generación de electricidad en la Unión Europea es del orden de 40 por ciento. Los costos de transmisión y distribución representan 33 por ciento del precio. Los impuestos llamados energéticos (ambientales, de seguridad energética y de competitividad) 11 por ciento. Y, finalmente, el IVA en promedio de 16 por ciento del precio total.

Comentamos recientemente que los combustibles disponibles determinan el costo de generación. En Copenhague, por ejemplo, sólo 18 por ciento del precio paga la generación de electricidad. En Dinamarca la generación es preponderantemente de carbón y eólica. En cambio la distribución cuenta en 27 por ciento, los impuestos energéticos 35 por ciento. Finalmente el IVA agrupa 20 por ciento del precio. En Berlín, en cambio, el pago por generación es 33 por ciento, el de transmisión y distribución de 23 por ciento. En Alemania la generación proviene básicamente de carbón, renovables y gas natural. Y en Francia básicamente de energía nuclear.

Los impuestos energéticos recogen el 29 por ciento en Alemania. Y el IVA el 16 por ciento restante. Entre otras cosas por este alto precio, Alemania se ha propuesto muy seriamente –al fin y al cabo Alemania– lograr dos cometidos: que los precios puedan bajar y, sin embargo, que su generación eléctrica en 2050 se origine en un porcentaje mayoritario de fuentes renovables: agua, sol y viento, fundamentalmente. El asunto no será fácil de lograr. Por la intermitencia de estas fuentes, que exigen respaldo inmediato cuando dejan de generar y obligan a tener mucho mayor cuidado con la frecuencia y el voltaje del sistema. Por eso, en múltiples ocasiones afirman que esas finalidades no pueden ni deben comprometer ni la confiabilidad, ni la calidad de su fluido eléctrico.

En función de eso, los alemanes han diseñado un riguroso proceso de transición que les permita –justamente– sostener su fortaleza industrial, su vigor exportador y abatir al máximo sus emisiones de gases de efecto invernadero, sin perder seguridad energética. Y advierten, por cierto, las dificultades para bajar los precios, en tanto las renovables exijan apoyos financieros, como ha sido establecido en su legislación ambiental. No obstante, desean conservar y ahorrar el máximo de energía y tener la máxima participación de renovables. E indican diversas razones para ello: 1) combatir el cambio climático; 2) reducir las importaciones; 3) estimular la innovación tecnológica y la economía verde; 4) reducir y eliminar los riesgos nucleares; 5) fortalecer su seguridad energética; 6) fortalecer las economías locales ; 7) finalmente, brindar justicia social. Un elemento delicado de esta intencionalidad germana es la decisión de eliminar gradualmente la participación de la generación nuclear en su matriz energética. Sin embargo su estrategia de transición (Energiewende, en alemán) ha adquirido un nuevo impulso y un nuevo perfil a raíz del delicado conflicto de Rusia y Ucrania, en la medida que pudiera llegar a representar un serio problema para el suministro de gas natural proveniente de Rusia, que surte no menos de la tercera parte del gas natural que se utiliza para generar electricidad.

A este respecto el gobierno alemán ha reiterado la necesidad de retomar el impulso eólico y solar, aunque no ignora el delicado asunto del respaldo necesario para estas fuentes intermitentes. No obstante, hay mucho escepticismo respecto a sostener –básicamente con renovables– la generación eléctrica alemana (620 Teravatios hora (TWh), casi dos veces y medio lo de México), una generación que últimamente, de nuevo ha incrementado su consumo de carbón, y que esperaría fortalecerse con generación a gas natural.

Se dice que Alemania tiene reservas importantes de gas de esquisto, pero la extracción de este gas con la técnica conocida como fracturación hidráulica (fracking) –todavía muy controvertida– no está en los planes gubernamentales. Y en torno a las renovables sigue habiendo amplio debate. Lo expresa el hecho de que en los pasados 13 años la legislación de renovables se ha modificado en diversas ocasiones. Pero también en el amplio debate sobre el subsidio oficial a las renovables, cuyos costos aún no son francamente competitivos. Sí, no menos de 13 años se ha llevado en Alemania la discusión sobre el asunto eléctrico, incluido no sólo el de la participación e impulso de las renovables, sino del funcionamiento mismo del mercado, sobre el que hablaremos en una próxima ocasión. Y su proceso de transición supone una discusión de no menos de cuatro o cinco años más. Aquí en México, el límite autoimpuesto por el Congreso para las leyes secundarias en materia de energía se está agotando: 120 días que vencen el 20 de abril. Pero aunque un proceso extraordinario de sesiones del Congreso resuelva la formalidad del asunto, la esencia exige mucha más reflexión que la que hasta hoy se ha dado. Sí, respecto a la electricidad, el país debiera conocer los detalles de cómo funcionará el mercado eléctrico mexicano y cómo se organizará esta industria cuya complejidad e importancia están fuera de duda. De veras.