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En la zona llamada ínsula se generan distorsiones del pensamiento

Descubren mecanismo cerebral que impulsa al juego obsesivo

Se sometió a pacientes al fallo por poco y a la falacia del jugador

The Independent
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de abril de 2014, p. 3

Los jugadores persisten en el error de creer que siempre podrán vencer a las probabilidades porque han desarrollado una pauta diferente de actividad cerebral que los nos jugadores, señalan científicos.

Un estudio ha identificado una región del cerebro que parece tener un papel esencial en cuanto a apoyar el pensamiento distorsionado que induce a algunos jugadores a creer erróneamente que tienen una probabilidad de ganar mayor que el promedio.

Los investigadores descubrieron que cuando esta región cerebral –llamada la ínsula– resulta dañada por efecto de una lesión, las personas se vuelven inmunes a esas distorsiones, como la clásica falacia del jugador de que una sucesión de águilas en los volados significa que un sol es más probable, cuando de hecho la probabilidad de 50:50 entre águilas y soles no ha cambiado.

Los hallazgos refuerzan la idea de que la adicción al juego (ludopatía) tiene una base neurológica y puede, por tanto, ser tratada con fármacos dirigidos a ciertas regiones del cerebro, o con apoyo sicológico para contrarrestar las distorsiones que conducen a la compulsión por jugar.

Con base en estos resultados, creemos que la ínsula podría ser hiperactiva en jugadores problemáticos, lo cual los hace susceptibles a esos errores de pensamiento, señaló Luke Clark, de la Universidad de Cambridge (Inglaterra), quien dirigió el estudio, publicado en la revista Proceedings, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

El estudio se basó en pruebas sicológicas realizadas a un pequeño grupo de pacientes en Estados Unidos que tenían lesiones en ciertas regiones del cerebro, sobre todo la corteza prefrontal ventromedial, la amígdala y la ínsula. Se les pidió evaluar sus probabilidades de ganar luego de jugar un par de juegos de computadora diseñados para simular dos tipos de pensamiento distorsionado que, según se sabe, estimulan el apetito por esa actividad.

Uno era el resultado de fallo por poco, semejante a cuando una máquina tragamonedas queda muy cerca de alinear dos cerezas ganadoras en la hilera de triunfo, lo cual alienta la idea distorsionada de que el jugador está mejorando a través de una especie de talento y por tanto tiene más probabilidades de ganar en la siguiente ocasión.

La probabilidad sigue igual

El otro es la clásica falacia del jugador, cuando, por ejemplo, una ruleta cae repetidas veces en rojo y no en negro, lo que induce a pensar erróneamente que el negro es ahora más probable, cuando en realidad la probabilidad de 50:50 no ha variado.

Los pacientes de daño cerebral, excepto los que tenían afectada la ínsula, así como los sujetos sanos de control, mostraban mayor deseo de seguir jugando cuando se les sujetaba al resultado de fallo por poco o a la falacia del jugador. Como los pacientes que tenían dañada la ínsula no mostraron tal efecto, se concluyó que probablemente esta parte del cerebro desempeña un papel esencial en alimentar el deseo de jugar, explicó el doctor Clark.

También sabemos que el juego es una actividad visceral, que produce un incremento en el ritmo cardiaco, un aumento en los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y en el sudor. El juego causa gran cantidad de cambios fisiológicos en el organismo, añadió.

La lógica de los hallazgos es que el daño a la ínsula en los pacientes que observamos reducía las distorsiones en el pensamiento que normalmente aumentan el deseo de jugar.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya