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Sedición desde la Suprema Corte
L

a Suprema Corte de EstadosUnidos se ha convertido en una institución sediciosa. Es la única conclusión posible después de su decisión de abrir las compuertas para que cualquier persona aporte dinero en forma irrestricta a las campañas políticas.

En momentos en que la sociedad da muestras de hastío por el nivel de la desigualdad económica, pareciera que la Corte busca arengar a la rebeldía de los ciudadanos, erosionando la cada vez más peculiar democracia en el país.

Cabe recordar que en 2010 cinco ministros, de los nueve que integran la Corte, iniciaron la demolición del sistema de control sobre el financiamiento político cuando aprobaron una resolución prohibiendo que el gobierno restringiera el gasto en campañas políticas a corporaciones, organizaciones y sindicatos. Decenas de organizaciones no lucrativas se dieron vuelo recaudando fondos de corporaciones privadas para luego verterlos en las campañas de los candidatos más cercanos a sus preferencias.

Fue cuando un puñado de conservadores radicales y libertarios llegaron a la Cámara de Representantes para integrar la corriente conocida como Tea Party. Entre las corporaciones cuya aportación fue clave en el apoyo a esos legisladores se cuentan las que pertenecen a personajes que niegan que la emisión de gases producidos por el carbón dañan el medio ambiente, o quienes rehúsan que en el sistema educativo se hable de evolución, por solo dar algunos ejemplos.

No conformes con el daño que en aquella ocasión infringieron al sistema electoral, los mismos cinco jueces suscribieron esta vez una decisión para que cualquier individuo aporte fondos sin límite a las campañas de quienes, ya como legisladores, los favorecerán con leyes a la medida de sus intereses.

En otras palabras, en correspondencia con la ideología de libre mercado, ahora la democracia se convierte en un producto más, donde quienes posean mayores recursos podrán comprar a los candidatos de su gusto, convirtiéndolos de esa manera en una mercancía más.

El barroquismo legal mediante el que esos cinco ministros explicaron su descabellada decisión no fue suficiente para ocultar la tendencia facciosa con la que actuaron para interpretar la primera enmienda constitucional, que garantiza la libertad de expresión.

Según su peculiar interpretación, restringir la libertad para aportar cantidades ilimitadas de recursos al sistema político coarta la libertad consagrada en esa enmienda. Los peligros de la disipación política que quieren crear están a la vista: decenas de miles de electores han expresado su desencanto con las elecciones y se mantendrán alejados de las urnas, ya que su voto vale muy poco en esta orgía de recursos destinados a un puñado de candidatos.

El daño que la Corte ha causado a la democracia, de la que los estadunidenses están tan orgullosos, pudiera ser uno de los elementos para que resurjan movimientos de protesta por la desigualdad social y económica como el que ocupó Wall Street en 2011, pero esta vez en circunstancias más álgidas y graves.