Opinión
Ver día anteriorDomingo 23 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Rascacielos
¡E

s tan alto que si subes a los últimos pisos sientes que se mueve y hasta te mareas!, decían algunas de las leyendas acerca de la Torre Latinoamericana, el primer rascacielos moderno de la ciudad de México. A principios de la década de los años 30 del siglo XX, se construyó el edificio de La Nacional en la avenida Juárez. De más de 50 metros de alto y 13 pisos, en esa época se le consideró un rascacielos. Veinte años más tarde se habría de levantar a unos pasos, sobre San Juan de Letrán, hoy Eje Central, esquina con Madero, una edificación de ¡44 niveles! Hazaña inimaginable en el suelo fangoso del centro de la ciudad y que, además, es zona sísmica.

Lo mandó construir en 1948 la compañía de seguros La Latinoamericana, en parte del predio que ocupó el convento de San Francisco y en la época prehispánica la casa de animales del emperador Moctezuma.

Un primer proyecto proponía un edificio de 27 pisos de concreto reforzado, cuyas características arquitectónicas se asemejaban al edificio de La Nacional. Fue rechazado y se decidió restructurar el departamento de ingeniería, que quedó conformado por los ingenieros Adolfo y Leonardo Zeevaert, Eduardo Espinoza y los arquitectos Alfonso González Paullada y Augusto H. Álvarez; cada uno especialista en un aspecto de la construcción. Un estudio más profundo del subsuelo, llegó a la conclusión de que existían mantos resistentes para poder levantar un edificio de 44 niveles.

Se diseñó un novedoso sistema que consistió en una caja de concreto de la dimensión del terreno y de 13 metros de profundidad. El principio de flotación en el que se basa este proyecto fue el primero de su tipo en el mundo y es original de México.

La cimentación se localizó en el centro del terreno, coincidiendo el centro de gravedad de las cargas de la torre con el centro de gravedad del área de la excavación y con el centro de gravedad de 361 pilotes de punta. Estos se apoyan en la primera capa de arena compacta, que se encuentra a 33 metros de profundidad. Actualmente esta técnica sigue siendo utilizada por constructores de rascacielos de todo el mundo para zonas de alto riesgo sísmico. Existe una leyenda de que tiene gatos hidráulicos, pero ya vimos que no es así.

Se inauguró en 1956 y se considera el edificio más alto que jamás haya sido expuesto a una enorme fuerza sísmica. Esto lo atestiguan varias placas en el vestíbulo, entre otras, la del premio del American Institute of Steel Construction, por haber resistido los terremotos de 1957 y 1985. Actualmente, se le considera uno de los edificios más seguros de la ciudad, a pesar de su ubicación potencialmente peligrosa.

La Torre tiene varios atractivos que merecen una visita: en el piso 36 se encuentra el Museo del Bicentenario, que exhibe originales y réplicas de documentos, mapas, fotografías y objetos que se remontan a la época independentista y de la Revolución.

En el piso 38 se encuentra un museo de sitio muestra la exposición La ciudad y la torre a través de los siglos, con un acervo de poco más de 280 fotografías antiguas de la ciudad.

Tiene en lo más alto un mirador que ofrece vistas panorámicas extraordinarias de la ciudad de México y sus alrededores. En un día despejado se pueden apreciar el Popocatépetl y el Iztaccihuatl, y hasta se alcanza a echar un vistazo a las pirámides de Teotihuacán.

Otra sorpresa de la Torre Latinoamericana está en el piso 41, donde aloja el restaurante bar Miralto, que nos brinda una vista espectacular, mientras se puede saborear una sopa de cebolla y un filete a la mostaza. Si quiere algo más ligero de dieta y de precio, siéntese en el agradable bar y pida una cerveza con unas tostadas de atún.

El edificio sigue perteneciendo fundamentalmente a la misma familia que lo construyó. Nos dieron la buena noticia de que se está gestando un plan para restaurar la emblemática fachada, proyecto costoso y difícil, ya que algunos materiales ya están en desuso, pero sin duda vale la pena.